La autora acaba de publicar “La llamada”, un perfil de Silvia Labayrú, quien fue secuestrada el 29 de diciembre de 1976, a los 20 años, por agentes de la dictadura argentina. Guerriero regresa a Santiago este viernes 19 de abril para participar en el MICSUR 2024.
No hay una receta específica para escribir una crónica, pero la escritora y periodista argentina Leila Guerriero cree que en la no ficción la inmediatez no es parte de los ingredientes.
“Son las reglas de un género que a veces te puede llevar semanas o meses de trabajo para hacer un perfil o una crónica. Apurar ese proceso no tiene sentido, es como si quisieras amasar un pan en diez minutos. Tenés que dejarlo leudar”, explica a El Mostrador.
Una analogía similar usó en una columna escrita en 2016 en el diario español El País, espacio donde sigue colaborando. “Escribir. Amasar el pan. No hay diferencia”, concluye.
La autora de Los suicidas del fin del mundo (Tusquets, 2020 ), Plano americano (Anagrama, 2018), Opus Gelber: retrato de un pianista (Ediciones UDP, 2019), entre otros libros, acaba de publicar La llamada (Anagrama, 2024), un perfil de Silvia Labayrú, quien, siendo una joven de 20 años y estando embarazada, fue secuestrada el 29 de diciembre de 1976 en Buenos Aires por agentes de la dictadura de Jorge Rafael Videla y luego llevada a la ESMA, el centro de detención y tortura más grande de la dictadura militar argentina.
El libro da cuenta de un largo proceso de entrevistas con la protagonista y su entorno. Guerriero relata que estuvo dos años visitando y conversando con Labayrú. Aunque la editora, columnista y escritora se toma el tiempo de trabajar semanas en perfiles y crónicas, sabe que no es la realidad de todo el periodismo actual.
“Lo que yo hago necesita en su naturaleza contar con tiempo, tener mucho acceso a las personas entrevistadas y, ya sea un perfil o una crónica, pasar mucho tiempo en el territorio”, expresa.
Aunque recalca que hay una diferencia entre el trabajo de la noticia inmediata y el periodismo narrativo. “El que trabaja con la noticia es distinto, es otro género. Es como si quisieras comparar el cuento con la novela, son cuestiones completamente distintas”, explica.
Sin embargo, reconoce que “todo el género de los colegas que hacen el periodismo diario, no solo se ha acelerado sino que se ha precarizado muchísimo, precisamente por una crisis de los medios de comunicación”.
Al respecto, opina que “parece que llegar primero, o sea, adelantarse a otros medios, es la regla que en los últimos años ha reemplazado a la regla de llegar mejor. Esto no quiere decir que un periodista de noticias se tenga que tomar diez días para contar una cuestión de coyuntura, sino simplemente hacer las labores que están en la base del oficio periodístico serio, intentar una gran cantidad de testimonios, chequearlos, equilibrar el texto con diversas opiniones”, agrega.
La autora estuvo en Chile el jueves 4 de abril, donde realizó una charla en el Teatro Oriente, en el marco de un evento de Santiago en 100 palabras. Las entradas a la exposición se agotaron en 10 minutos y, para sorpresa de Leila Guerriero, la sala estaba llena. Para la fecha, la editorial Anagrama imprimió las primeras copias de La llamada que llegaron al país, aunque el libro ya se publicó en España y Argentina.
La autora además regresa a Santiago este viernes 19 de abril, para una conversación junto a la periodista Paula Escobar en el Mercado de Industrias Culturales del Sur (MICSUR) 2024, evento organizado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.
Guerriero conoció la historia de Silvia Labayrú por una entrevista que le hicieron en Página/12 en 2021. A los 20 años estuvo secuestrada durante un año y medio en el centro clandestino ESMA, donde fue torturada, parió a su hija sobre una mesa, la obligaron a hacer trabajo esclavo y fue violada reiteradamente por un oficial. En junio de 1978, los militares la liberaron y la enviaron junto a su hija al exilio en Madrid.
A través del relato de Labayrú y su entorno, la autora da cuenta de los mecanismos de persecución, manipulación y tortura de los agentes de la dictadura. Coincidentemente el libro se publica mientras el presidente argentino, Javier Milei, relativiza el número de personas detenidas desaparecidas durante la dictadura de su país.
Sin embargo, Guerriero opina que “el tema de la memoria está súper presente en la Argentina. Creo además que ha sido un país valiente y pionero en tratar algunos asuntos relacionados con la dictadura. Si pensamos en el juicio de 1985, en la tempranísima organización de la Asociación de las Madres de Plaza de Mayo, en cómo alzaron la voz en momentos durísimos. Hay una muy larga historia de repaso de la memoria y los organismos de derechos humanos están muy activos. Siempre lo fueron”, subraya.
“Y el otro día, cuando fue el aniversario del golpe militar del 24 de marzo del 76, yo fui a la plaza y todos lo vimos por todos los medios posibles, estaba más repleto que nunca antes. Precisamente como una especie de reacción ciudadana ante estos discursos, no solo negacionistas, sino reivindicativos de la dictadura por parte del Gobierno nacional”, agrega.
Por último, la autora cuenta que sigue en permanente contacto con Silvia Labayrú. La protagonista leyó el libro cuando estaba en la imprenta en España. Ella estaba en Madrid y Leila Guerriero en Buenos Aires.
“Me hizo una devolución muy honesta, muy leal. Me dijo que se había sentido muy respetada en el libro, que el trabajo le parecía impecable, que más allá de la conmoción que podía producirle lo que habían dicho determinadas personas, le parecía que el trabajo estaba, que era irreprochable. Y al final de la conversación me dijo: ‘Me pillaste. Como que me entendiste, me vi ahí reflejada’”, señala.
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