Comunidades originarias, en un proceso que durará varios meses, deben decidir si aceptan el Plan de Manejo propuesto por la Conaf para el lugar. La salmonicultura no solo afecta el medio ambiente, sino que además ha provocado graves divisiones al interior de la etnia e, incluso, del propio Estado.
Un grave conflicto tensiona actualmente a la Reserva Nacional Kawésqar, en la Región de Magallanes, donde está en curso una consulta indígena que durará varios meses.
La consulta es para saber la opinión de las comunidades sobre el Plan de Manejo para la reserva que presentó la Corporación Nacional Forestal (Conaf) y que fue hecho público la semana pasada. El plan además incluye el Parque Nacional Bernardo O’Higgins y el Parque Nacional Kawésqar.
Se está desarrollando desde abril en tres localidades (Puerto Edén, Puerto Natales y Punta Arenas) de la Región de Magallanes, como principales lugares de asentamiento indígena. Su plazo es de 120 días hábiles, aunque se puede extender si lo requieren los consultados.
Este plan “ha traído consigo grandes disputas, por parte de sectores o grupos de interés que buscan invalidar el proceso de consulta consagrado en acuerdos internacionales como el Convenio 169″, acusa Margarita Vargas, exconvencional kawésqar.
“Vemos con preocupación que este plan de manejo se haga en un periodo final de una institucionalidad como Conaf, que está pasando al Servicio de Biodiversidad y Áreas Silvestres Protegidas, donde los procesos de los planes de manejo van a cambiar significativamente en poco tiempo. Es llamativo que estemos haciendo esto mientras cambia la institucionalidad”, afirmó esta semana el gobernador Jorge Flies, que coincide en este aspecto con la industria salmonera, según señaló La Prensa Austral.
“Nosotros nos reservamos la consulta jurídica si el procedimiento que se ha llevado adelante con este plan de manejo a través de Conaf está correcto o incorrecto para pedir su reevaluación o reconstitución según corresponda”, manifestó Flies.
El centro de la disputa es el accionar de la industria salmonera, que ya posee varias concesiones al interior de la reserva. Chile es actualmente el segundo productor mundial de salmones. Aunque el plan tiene previsto no permitir más concesiones, la industria espera poder concretar más permisos, a pesar de que el Presidente Gabriel Boric se ha mostrado contrario a esta posibilidad.
“En un área tan extensa pueden convivir los intereses económicos y fortalecer la conservación de especies y territorios sensibles, así como proteger la cultura Kawesqar”, asegura Carlos Odebret, presidente de la Asociación de Salmonicultores de Magallanes, quien pide una participación efectiva de la industria en el proceso.
Lo cierto es que las empresas del rubro no solo han dividido a los propios kawésqar –algunos de los cuales trabajan con la industria, incluso como pequeños empresarios, mientras otra las rechazan– sino que también al propio Estado, según señala una fuente gubernamental.
“Las empresas salmoneras han generado un clima de confrontación social que nosotros vemos como muy negativo, y que no es la manera en la cual tenemos que avanzar en los debates en nuestro país. Ha habido campañas de mentiras públicas, se dice que ahora este Plan de Manejo va a hacer que cierren todas las salmoneras mañana, y eso no es real. Se ha dicho, por ejemplo, también con respecto a otro tipo de cosas, que la gente va a quedar sin empleo por culpa de las áreas protegidas, y eso tampoco es real. De hecho, si hoy día nosotros vemos industrias que han tenido crisis económicas, o empresas que han tenido crisis económicas, como el caso de Nova Austral, es por su propio incumplimiento”, comentan desde Greenpeace.
En el caso de esta reserva, eso no es todo. Ahora el conflicto incluso podría agravarse aún más, ya que se contempla introducir adicionalmente una consulta ciudadana al respecto.
La historia de la Reserva Nacional Kawésqar es de vieja data. Habitada por dicha etnia durante miles de años, en 1969 se creó en la zona la Reserva Forestal Alacalufes, con una superficie de 2,8 millones de hectáreas.
En los años 80 comenzó el surgimiento de la industria salmonera en el país, que funciona incluso dentro de parques naturales. En el caso de estos, se debe a que nunca estuvo claro que la protección oficial no solo incluyera la tierra, sino también el mar que los rodea.
El año 2013, la Contraloría General de la República dictaminó específicamente que la salmonicultura no era posible dentro de los Parques Nacionales.
Sin embargo, en 2017 el Consejo de Ministros determinó que, en el caso de la Reserva Forestal Alacalufes, las aguas marinas quedaban fuera de la protección, tras un reclamo del entonces ministro de Economía, Luis Felipe Céspedes.
El 30 de enero de 2019, mediante una reclasificación de la Reserva Forestal Alacalufes, se creó oficialmente el Parque Nacional Kawésqar, y en sus aguas adyacentes la Reserva Nacional Kawésqar.
En este marco, ¿qué significa para los kawésqar estar participando de la consulta, principalmente del territorio que los vio nacer?
Para María Luisa Renchi es muy claro: significa que el Estado chileno, mediante Conaf, les presenta la oportunidad de incluir sus derechos colectivos que se relacionan al Territorio Ancestral, que llaman Kawésqar Wes ka Chams (maritorio), base de la esencia cultural, lingüística, toponímica y espiritual que les transmitieron oralmente desde tiempos antiguos hasta este nuevo espacio-tiempo en que están presentes.
Es –dice ella– una “oportunidad vital, ya que tenemos la única posibilidad de tomar decisiones para nuestro desarrollo económico y manejo de los recursos de manera sustentable y respetuosa con el medio ambiente, y seguir con el objetivo de la revitalización de nuestra cultura ancestral kawésqar desde sus distintas formas de expresión actuales, sea de manera tradicional, mariscadores, como pescadores artesanales y como recolectores y cazadores”.
“Nuestro objetivo es practicar y promover el desarrollo sostenible, enfocándonos en la realidad en que estamos cohabitando, con la visión de seguir fomentando un legado digno y justo para las juventudes kawésqar actuales y las venideras. Comprometiéndonos con la conservación ambiental e integrándolos a nuestro bienestar cultural, económico y social”, expresa.
Para los kawésqar “es muy importante enfocarnos en el buen vivir, que en nuestro lenguaje ancestral se dice: Tariepskia Yenák Atal, que es vivir en armonía con la naturaleza, promover el bienestar colectivo por encima del crecimiento económico individualista”.
Lo cierto es que la industria salmonera está preocupada y se lo ha hecho saber a las autoridades. Conaf fue consultado para esta nota, pero declinó comentar, aunque algunos funcionarios sí se han pronunciado en los medios.
Por ejemplo, Mauricio Ruiz, jefe del Departamento de Áreas Silvestres Protegidas de Conaf Magallanes, señaló en mayo al sitio salmonexpert.cl que “este borrador del plan de manejo se señala, que si bien no se otorgarán nuevas concesiones para la industria del salmón, podrán seguir funcionando las actuales operaciones de la industria, ya que se aplica el derecho jurídico consolidado que las empresas tienen antes de la formación del área protegida, como la acuicultura o la pesca artesanal. En el caso de las concesiones acuícolas tienen fecha de caducidad”.
Respecto a la salmonicultura, lo cierto es que el Plan de Manejo señala lo siguiente:
“La reserva enfrenta la amenaza de especies exóticas invasoras, como salmones y el visón americano, que afectan a la biodiversidad marina y ponen en riesgo a aves y recursos hidrobiológicos. La acuicultura es el principal factor que contribuye a la presencia y expansión de salmones, y las restricciones legales disminuyen la capacidad de controlarlos. La presencia del visón en zonas cercanas a los límites de la reserva y su alta capacidad para colonizar nuevos ambientes hacen que su invasión sea inminente. El transporte constante de especies exóticas al área a través de embarcaciones menores y mayores, sumado a la baja capacidad de fiscalización, aumenta la magnitud de esta amenaza”.
Además agrega:
“La amenaza de los cultivos de salmónidos y mitílidos en la RNK se refiere a los impactos negativos actuales y potenciales que ambas actividades acuícolas generan en el ecosistema marino. Estos impactos incluyen la modificación del paisaje, el exceso de materia orgánica y nutrientes, la contaminación química, escapes de salmones, entre otros”.
Asimismo, “la calidad del agua, la productividad primaria y la biodiversidad se ven afectadas por el ingreso de nutrientes disueltos en el agua y los desechos generados por estos cultivos. Además, el uso de productos farmacéuticos para el tratamiento de enfermedades de los peces de cultivo puede provocar efectos negativos en el ecosistema marino. Los impactos sobre el fondo marino y la biodiversidad bentónica están relacionados con la sedimentación y acumulación de materia orgánica, y los escapes de peces desde balsas jaulas producen distintos impactos ecológicos sobre el ecosistema marino”.
Adicionalmente, el Plan indica explícitamente que “se espera que no se aprueben nuevas concesiones acuícolas ni que haya un incremento productivo de las concesiones ya otorgadas dentro de la RNK”.
No es todo.
Indica también que “el foco principal es subir los estándares bajo los cuales operan en la actualidad los centros acuícolas al interior de áreas protegidas”.
“Lo anterior podría implicar tanto la modificación de algunas normativas, así como la posible elaboración de protocolos para evaluación de impacto al interior de áreas protegidas. Adicionalmente, es importante trabajar en conjunto entre las instituciones públicas y la industria el mejoramiento de los planes de abandono de aquellas zonas incluidas dentro de la Reserva Nacional Kawésqar, incluyendo la posibilidad de restaurar el fondo marino en aquellos lugares donde haya sido degradado”.
Finalmente, en la sección de metas, indica que “desde la entrada en vigencia del Plan de Manejo no ingresan nuevos centros de acuicultura al PNK y la RNK”.
Según Greenpeace, sobre la base del análisis de datos de Subpesca, en la Región de Magallanes, hay un total de 134 concesiones salmoneras aprobadas y 83 en estado de trámite. De estas, 67 concesiones aprobadas de salmones y 55 en estado de trámite, están ubicadas en la Reserva Nacional Kawésqar.
De acuerdo al análisis de datos de Subpesca en sus Informes Ambientales para la Acuicultura (INFAS), entre abril del año 2010 y julio del año 2023, se evidencia que un 49% de los centros ubicados al interior de la Reserva Nacional Kawésqar han presentado condiciones de anaerobia dentro del marco de sus operaciones, esto es equivalente a un total de 33 centros, donde incluso existe un centro que ha arrojado anaerobia en 9 ocasiones.
Además, existen 9 proyectos de relocalización de centros (que actualmente están en el Parque Nacional Alberto de Agostini) a la Reserva Nacional Kawésqar en la zona de isla Clarence. La zona propuesta para la relocalización es el seno Pedro. En este seno, la mitad de sus aguas corresponden al Parque Nacional Alberto de Agostini, y la otra mitad a la Reserva Nacional Kawésqar. Dichas solicitudes corresponden a la empresa Nova Austral.
El biólogo marino Claudio Carocca advierte que “los impactos de la actividad industrial salmonicultora no están realmente evaluados ni cuantificados”. Sin embargo, apunta a los más evidentes.
“Los daños se ven en los fondos marinos, en el empobrecimiento de los mismos. En la aparición de otras especies parásitas y epífitas, así como hongos, bacterias y virus. Enfermedades que afectan a los peces y que aún no se sabe si afectan a otras especies fuera de la balsa jaula son algunos de los impactos biológicos”, afirma.
A eso se suma, a su juicio, que las embarcaciones que operan para la industria también son vectores del contagio de ciertos patógenos y/o enfermedades, con sus aguas de lastre y por estar en contacto con el centro de cultivo mismo.
También menciona “el daño a la columna de agua, con cambios en su temperatura, nutrientes, oxígeno disuelto”, que afecta a las especies que la habitan, como microalgas, larvas y plancton en general.
“Es sabido que para el óptimo funcionamiento del centro de cultivo; se requiere de alimento que va al mar, el que no se consume va al fondo junto con las fecas. El uso de antibióticos por vacunas o vía oral para combatir enfermedades, así como baños para sacarles los piojos, son parte del metabolismo de los peces, el que hacen estando en el agua, por lo tanto también van al mar”.
En este marco, una de las entidades que rechaza a las salmoneras es Comunidad Kawésqar Grupos Familiares Nómades del Mar.
Su representante, Leticia Caro, al ser consulta sobre el Plan de Manejo, señala que le hubiese gustado que fuese más estricto, “sobre todo porque si bien los salmones son incompatibles, esto no es suficiente para que las concesiones otorgadas dejen de operar”.
“Todos sabemos el grave problema que producen y la contaminación sin precedentes que se extiende a lo largo de sus 67 centros. Somos una comunidad que respeta el mar, el territorio, las memorias, (pero) lamentablemente no hemos podido hacer nada hasta el momento con la situación actual”.
Actualmente, “vamos en la segunda etapa del proceso de consulta indígena”. “Sin embargo, este ha estado marcado por el intervencionismo industrial salmonero y político, lo que vulnera nuestros derechos de participación. Las industrias no se pueden inmiscuir en las decisiones de los pueblos indígenas, tampoco los políticos ni nadie que no pertenezca al pueblo consultado”.
Ella reclama que “los impactos de la salmonicultura son tremendos: fondos marinos muertos, anoxia, disminución de especies nativas, contaminación de playas y cursos de agua, sobreproducción, derrames de petróleo, entre otros, impactos en la soberanía alimentaria”. Sin olvidar el “intervencionismo en los asuntos indígenas, la fractura social cultural” y lo que califica derechamente de “etnocidio”.
Para las organizaciones ambientales, el Plan de Manejo sin duda es importante.
“Consideramos que es importante que exista uno. En ese contexto es muy relevante proteger ecosistemas y no permitir actividades económicas industriales, como es la salmonicultura, al interior de la Reserva”, señala Flavia Liberona, bióloga y directora ejecutiva de Fundación Terram.
“Básicamente para Fundación Terram es importante que se respete la legislación vigente y, en ese sentido, la existencia de planes de manejo como también la legislación vigente. Es importante señalar que los ecosistemas de la Reserva Nacional Kawésqar son poco conocidos y, por ello, es importante desarrollar investigación científica y evaluar el impacto ambiental de la salmonicultura”, agrega.
Para Estefania González, subdirectora de campañas de Greenpeace, “hoy día lo que dice el Plan de Manejo, que nosotros creemos que es mejorable, es que efectivamente se identifica a la industria salmonera como una de las amenazas que hay sobre la reserva”.
“Las concesiones que ya están operando dentro de la reserva no dan para más, porque los ecosistemas están sumamente afectados, y tenemos un montón de empresas operando dentro de esta área protegida, que tienen sobreproducciones, daño a los fondos marinos”, advierte.
Para González, un Plan de Manejo que se ajusta a derechos tiene que no permitir más concesiones, porque con las que ya están en el fondo el ecosistema no da para más y eso afecta a la propia industria. Y con respecto a las que ya están, cuando se venza el periodo por el cual están otorgadas esas concesiones, a su juicio, debiesen hacerse planes de recuperación de este tipo de lugares.
Sin embargo, desde la industria se defienden. El presidente de la Asociación de Salmonicultores de Magallanes lo hace con cifras, al señalar que “es un problema acotado territorialmente, ya que la salmonicultura ocupa menos del 0,08% de la reserva”.
Odebret asegura que, según la Ley de Pesca, “el cultivo de salmón es compatible con las Reservas Nacionales en la medida que no afecte sus objetos de conservación; por ello resulta tan importante el Plan de Manejo, pues ahí se establecen los objetos de conservación, la zonificación, las amenazas y las medidas para el control”.
Sin embargo, acusa que el plan contiene normas que, al menos en el borrador, “fueron elaboradas de manera poco transparente, poco participativa y que tienen una justificación deficiente”.
“Tiene muchas falencias metodológicas. Por ejemplo, entre los objetos de conservación se encuentra el borde costero, los fiordos y canales y el fondo marino, todas definiciones tan genéricas que imposibilitan definir medidas de conservación precisas e indicadores adecuados de efectividad, provocando que las eventuales amenazas a los objetos de conservación y sus medidas de control también sean genéricas. Es una suerte de Parque Marino disfrazado de Reserva Nacional”, apostilla.
“Un ejemplo más directo, es que se argumenta que la salmonicultura es una amenaza, pero son más bien opiniones, no hay datos concretos. Se omite que la industria en la región usa solo el 0,04% de antibióticos del total del país o que solo representa el 2% de los escapes de salmón. Entonces, sin mayor precisión, deciden que la salmonicultura, pese a ocupar menos del 1% de la reserva, no podrá renovar las concesiones vigentes y mucho menos la continuidad de la evaluación de las solicitudes en trámite”.
Asimismo, al menos en el borrador del Plan de Manejo, “Conaf se atribuye facultades que la ley no le confiere”, asegura.
En el caso de su aprobación, “deberemos iniciar un plan de cierre, llevando las inversiones a prácticamente cero, reduciendo de manera gradual más de 4 mil puestos de trabajo y, al término del periodo, más de USD$ 600 millones dejarán de ingresar al país por concepto de exportaciones, reduciendo significativamente el PIB regional”.
“Tal como está propuesto el Plan de Manejo, significa que luego de cinco cosechas de salmón, como máximo, el 50% de las concesiones de la región no serán renovadas, haciendo inviable la operación en la zona”.
“Desde nuestra perspectiva esto no tiene sentido ambiental, social ni económico, por ello es nuestra responsabilidad acudir a todas las instancias que nos permite la ley para impedir que este plan sea implementado”, remata.
Para la exconvencional Margarita Vargas, si mantienen operaciones en el territorio, “la industria salmonera debiera preocuparse por avanzar en el deber de debida diligencia que implica el respeto de los derechos humanos en toda la cadena de suministro, desde donde se extrae la materia prima y, con ello, el respeto de los pueblos indígenas en el territorio que operan y tener tratos justos”.
Todo ello, “en igualdad de condiciones y no privilegios ni negocios mediante tratos directos con las comunidades indígenas locales, porque ahí es que generan frustración en las personas, comunidades o emprendedores que igual quisieran tener oportunidades de hacer negocios en las diferentes industrias en igualdad de condiciones y trato justo”.
“Muchos de nosotros no nos oponemos al desarrollo económico, solo buscamos avanzar en un desarrollo sostenible en pleno equilibrio con la naturaleza y juntos esforzarnos en equilibrar la explotación de recursos con la sostenibilidad. Pero el lema es ‘divide para gobernar’. No me cabe la menor duda de que la industria de los salmoneros mantienen información importante y científica respecto del territorio donde operan y podrían haberlo puesto a disposición para este proceso, y no querer obstaculizar una oportunidad para poder avanzar, y en el cual otros han querido aportar a la futura administración y/o conservación de los parques”, concluye.