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Varios artistas acusan maltrato de reconocida galería CULTURA

Varios artistas acusan maltrato de reconocida galería

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Marco Fajardo
Por : Marco Fajardo Periodista de ciencia, cultura y medio ambiente de El Mostrador
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Felipe Rivas denunció en redes sociales que tras una muestra en Factoría Santa Rosa dejaron sus obras en la calle. Otros artistas también acusan maltratos por parte de la galería dirigida por Carolina Musalem, quien negó las acusaciones. Gremialistas critican falta de normas regulatorias.


Resumen
Síntesis generada con OpenAI
El artista Felipe Rivas denunció maltrato por parte de la galería Factoría Santa Rosa, afirmando que dejaron sus obras en la calle tras una exposición. Otros artistas han acusado prácticas similares y falta de respeto por parte de la directora Carolina Musalem. La situación ha resaltado la informalidad y la falta de regulaciones en las relaciones entre galerías y artistas, generando un llamado a establecer normas claras y buenas prácticas para evitar estos conflictos y mejorar el sistema del arte en Chile.
Desarrollado por El Mostrador

Durante la última semana de junio, el mundo del arte se vio sacudido por este posteo del reconocido artista Felipe Rivas, quien reclamó contra un maltrato –a su juicio– que realizó la galería Factoría Santa Rosa, que es dirigida desde 2010 por la gestora cultural Carolina Musalem Rosselot.

Rivas aseguró que tras una exposición dejaron sus obras literalmente en la puerta del lugar.

“Así terminó mi relación de casi diez años con esta galería en Chile. Dejaron todos mis trabajos afuera, en el pasillo, con la puerta de la galería cerrada con llave y sin nadie que los cuide. No lo podía creer. Tuve que gestionar con urgencia que alguien los fuera a buscar y afortunadamente tuve ayuda de mi hermano. Es muy triste ver que traten así tu obra, por la que uno puso tanto trabajo, tiempo, reflexión y cariño. Aún así, no estoy en contra de las galerías comerciales, al contrario, espero que en Chile haya cada vez más y mejores galerías. Que todo el sistema de arte tanto privado como público sea cada vez mejor. Y que este tipo de prácticas tan frecuentes en la biografía de lxs artistas nos parezcan cada vez más impresentables”, escribió.

Debido a esta situación, Musalem debió dejar la dirección de la asociación Arte & Punto, y fue reemplazada por Benjamín Edwards, de galería TIM, según señaló una fuente del mundo artístico.

Denuncia

Posteriormente, este viernes, el Estudio San Martín, colectivo integrado por Rivas y su colega Jaime San Martín Amador, emitió un comunicado donde además acusaron a la Factoría de quedarse con fondos tras la venta de dos obras expuesta en el marco del proyecto “Sagrada Biblia Artificial” en la feria de arte Zona MACO en México de febrero de este año.

“Lamentablemente hasta el momento, Factoría Santa Rosa sólo nos ha pagado el porcentaje correspondiente de la venta al coleccionista chileno. Escribimos vía mail recordando el pago faltante, pero no obtuvimos respuesta. Hace pocos días la directora de la galería Carolina Musalem nos respondió señalando que somos nosotros los que le debemos dinero, adjuntando una planilla excel que incluye cobros duplicados de cosas que ya pagamos (como la compra de un televisor o la misma producción de obras) y el costo del alojamiento, que la misma galería se había comprometido a cubrir”, señaló el comunicado.

La declaración agregó que esto corresponde a una “mala práctica” por parte de la galería porque genera “un cobro arbitrario, artificial y no consensuado que va en desmedro del trabajo artístico y las confianzas entre artistas y galerías”. “Lo que buscamos con este comunicado es que se solucione este conflicto material y se normalice la situación”.

Otros maltratos

Una fuente del mundo cultural señaló a El Mostrador que no es la primera vez que esto sucede en ese espacio. De hecho, otro artista comentó sobre otra situación similar, ocurrida en 2015.

«Carolina Musalem cerró arbitrariamente y antes de tiempo nuestra exposición, sin darnos ninguna explicación, demostrando una total falta de respeto hacia lo acordado y nuestro trabajo. Además, se burló de mi situación familiar y borró todo registro de la exposición de las páginas de la galería, eliminando fotos y notas», recordó el artista Sergio Guzmán.

La exposición surgió cuando Musalem invitó personalmente a Claudia Collao, artista plástica (pintora) y también esposa de Guzmán, a exponer su trabajo en la galería.

Sin embargo, como en ese entonces se organizaban exposiciones de dos artistas, tenía que participar junto a otro pintor seleccionado por la galería y desconocido para ella. Claudia presentó entonces el proyecto expositivo, pero incluyendo a Guzmán como escultor.

“Veníamos de un proyecto exitoso anterior, presentado en la sala Agustín Ross de la municipalidad de Pichilemu a finales del 2014. Por ello, conversamos la posibilidad de incluir también a Marcelo Sánchez en la muestra, ya que la fórmula estaba probada. Carolina accedió y estuvo de acuerdo, ya que nos conocía a los tres. El trato se selló de palabra en la misma galería y acordamos las fechas de la exposición”.

La exposición “Plastic Factor”, junto a otros dos artistas visuales, se llevó a cabo del 1 al 23 de agosto de 2015, aunque en un principio estaba planificada para todo el mes. Guzmán, por su parte, exhibió esculturas.

“En general, fue una mala experiencia. Desde el inicio, después de una concurrida inauguración, donde al llegar no había un cóctel para recibir al público, así que tuvieron que salir rápidamente a comprar comida china y sopaipillas cuando empezó a llegar la gente. Inmediatamente después, a los pocos días, caí con gripe y no pudimos ir a la galería en toda la semana. Vivimos en la precordillera de Santiago y no nos es fácil trasladarnos a Franklin. En la segunda semana, mi madre enfermó y falleció en el transcurso de una semana. Como comprenderán, había razones de fuerza mayor que nos impedían asistir a la factoría”, cuenta Guzmán.

Pasados los funerales, “mi esposa se comunicó con Carolina para organizar una especie de cierre el tercer y último fin de semana, ya que a esas alturas Carolina nos había comunicado que la exposición terminaría una semana antes de lo previsto, no recuerdo el motivo. A lo que la señora Musalem se negó rotundamente y de muy mala manera a dicho evento, que era solo un vino de honor para los invitados por nuestra cuenta, porque, según ella, alguien del público que asistió había fumado marihuana durante la inauguración”.

“Claudia avisó entonces por redes sociales, específicamente por Messenger de Facebook, que esperábamos a los visitantes personalmente para el tercer y último fin de semana de exhibición, pero con “ley seca” y los motivos, lo que generó muchas bromas y burlas al respecto. Este chat privado llegó a oídos de Carolina. Cuando nos presentamos el sábado por la mañana, nos encontramos con la galería cerrada al público y un letrero de ‘Cerrado por duelo’ en la puerta. Sin ninguna explicación, empezamos a hacer llamadas, pero ella no nos contestó. Solo logramos comunicarnos con alguien de su círculo cercano, quien no supo decirnos de qué duelo se trataba. Nos quedó claro que era solo una excusa bastante morbosa, ya que era yo quien realmente estaba de duelo a una semana del fallecimiento de mi madre, quien había estado sentada en su oficina el día de la inauguración, tres semanas antes”.

El día domingo, Claudia Collao recibió un WhatsApp pidiéndole retirar todo el lunes 24 a primera hora. La semana siguiente la galería se mantuvo sin exhibiciones.

“Tanto Carolina como el personal de su galería se refirieron a nosotros como ‘alcohólicos’, desprestigiándonos y humillándonos públicamente con comentarios como que esa era la única galería decente en la que exhibiríamos, o que alguien de nuestras amistades quería quemar la galería. Realmente fue muy desagradable vivir esa situación. Afortunadamente, fuimos invitados a los pocos meses de estos hechos a exponer en el MAM de Chiloé, lo que nos permitió recuperarnos emocional y anímicamente”, aseguró Guzmán.

Consultado sobre si son habituales este tipo de situación en el mundo de las artes visuales, concluye que “por suerte, tanto yo como mi esposa jamás hemos vuelto a sufrir nada parecido”.

Maltrato laboral

Eso no es todo. Musalem además tuvo problemas con una exempleada, Catalina Rozas, también artista, que acusó no solo maltrato sino también precariedad laboral, que incluso denunció ante la Justicia.

Varios detalles figuran en el Anexo de Reclamo N° 1318/2021/13204 de fecha 03/11/2021, en el marco de un Acta de Actuación Remota de Conciliación de la Dirección del Trabajo, específicamente la Unidad de Conciliación del Centro de Conciliación y Mediación de la Región Metropolitana Poniente.

Allí, Rozas declara que prestó servicios entre el 20 de noviembre de 2020 hasta el 20 de octubre de 2021 en calidad de anfitriona los fines de semana en galería Factoría Santa Rosa. Y del 1 de marzo al 20 de octubre 2021, prestó servicio como Asistente de dirección.

“También fui asistente de la postulación a la bienal de Venecia que realizó la galería junto con el artista Carlos Arias; postulación que quedó preseleccionada”, señala a El Mostrador.

“Ella necesitaba que hiciera boletas de honorarios, porque el ministerio se las reembolsaba. Se me hizo contrato de prestación de servicios a honorarios; lo chistoso es que el papel lo firmé algo así como un mes antes de ser desvinculada, ya que lo necesitaban para una redención con el ministerio. Al mismo tiempo estuve insistiendo en que se me hiciera contrato indefinido, lo cual se me tramitó por meses. Estuve en contacto con Marcela Palumbo Courbis, Analista Laboral de JR Consultores, pero la directora de la galería y su asistente frente al ministerio por el PAOCC, Francisca Rojas Pohlhammer, no me entregaban la información que me solicitaba Marcela. Era una situación desesperante en la que solo encontraba respuestas complacientes, pero ningún acto concreto, y así pasaron los meses hasta que me desvincularon”, recuerda.

Despido

Se le informó que no volvería al trabajo vía mensaje de texto a través whatsapp, durante el mismo horario de trabajo, por lo que hizo abandono de la oficina. En ese momento no se le indicó causal y motivo de su despido, solo se me indicó días después, por mensaje escrito vía WhatsApp, que el motivo era por “abandono de labores”.

Entre los maltratos sufridos enumera “gritos, exabruptos, cero respeto con los horarios, llamadas a las seis de la mañana, no respeto de mis días libres, acusaciones infundadas, pésimo trato, cambios de tono de voz inesperados, atribuciones de errores, no pago de horas extras, no pago de imposiciones”.

Luego de lo sucedido, después de contactarse con todas las instituciones que pudo (Inspección del trabajo y MINCAP) y de un desgaste emocional de casi un año, Rozas decidió aceptar el monto de $500,000 que le ofrecía Musalem para saldar la deuda, la cual alcanzaba el total de $911.740 bruto.

Fin de vínculo laboral

El día en que debía firmar ante notario el documento de dicho pago, para su sorpresa se le solicitó firmar un segundo documento, una declaración simple que rectifica una boleta de honorarios emitida por ella el 29 de diciembre de 2020, en la cual se señala que realizó trabajos que Rozas nunca hizo, y que se le señaló que el pago del monto aceptado ($500.000) dependía estrictamente de que ella firmara este segundo documento. “En esta instancia se me puso en una situación de coacción, bajo la cual decidí firmar para ya finiquitar, por fin, toda relación con la Sra. Musalem”, señala.

Agrega que además se contactó con representantes del ministerio con el fin de informarles sobre las irregularidades dentro del proyecto PAOCC en el cual participó durante el año 2021.

“Las irregularidades a las que me refiero corresponden a infracciones al Código del Trabajo, no pago de impuestos por boleta de honorarios, no reembolso a sus trabajadores por pago de gastos por parte de la empresa -gastos cuyas facturas entiendo fueron rendidas-, entre otros. Tuvimos una reunión vía telemática en la cual expuse con documentos toda la situación que vi, y solo recibí como respuesta de que esto era ‘un problema entre privados’ y que los documentos rendidos por las organizaciones son aceptados de buena fe por lo que no podían ponerlos en duda”.

Finalmente, al ser consultada sobre si vio maltratos a otros artistas, lo confirma y dice que fue testigo de “maltrato verbal, vía mail y maltrato a sus propias obras, incluso obra mía”. Rozas participó en el evento “Persa del Arte” con una obra realizada en aluminio plegado y pintado con poliuretano. “Cuando fui a buscarla, luego de mi desvinculación, la encontré con siendo ocupada como apoyo de otra obra, sin el menor resguardo”.

“Básicamente, la directora de la galería trataba bien a quienes eran útiles para ella. Si dejabas de serle útil te despreciaba y tenía cero consideración contigo. También trataba mejor a los artistas que ‘venían del barrio alto’ o si ya eras una artista medianamente reconocido o un ‘artista emergente promesa'”.

Finalmente, en otras galerías “no he tenido otras experiencias de maltrato similares, pero es habitual la informalidad, el trabajo sin ningún tipo de contrato, sin el pago de imposiciones”.

Informalidad

Efectivamente, el problema –según comentan desde el mundo de las artes visuales– es que en el trato entre galerías y artistas hay mucha informalidad. En efecto, no hay ninguna norma que regule el trato entre ambos: todo queda sujeto a los contratos particulares que firman las partes, donde fijan, por ejemplo, qué porcentaje se lleva cada uno en el caso de la venta de una pieza. El tema es que muchas veces hay fondos públicos involucrados, lo que obviamente se presta para abusos.

Así lo expresó Arturo Duclós, presidente de la asociación Creaimagen.

«Pienso que falta formalizar las relaciones entre los artistas y los distintos agentes del sistema, llámense museos, galerías, corporaciones, ProChile o quien sea. No se puede crear un sistema con este nivel de hippismo. Hoy las responsabilidades son compartidas, tanto por los artistas como por los distintos niveles de agenciamiento. Es urgente ordenar el estado del arte para avanzar hacia una madurez del sistema», señaló.

En término similares se manifestó Javier González, presidente de Arte Contemporáneo Asociado (ACA).

“Es una lástima que las relaciones entre artistas y galeristas lleguen a tensionarse de esta manera. Somos actores de un sistema frágil. Sería esperable que estas colaboraciones (artista – galería) arrojase procesos de trabajo que beneficien a todas las partes”.

González atribuyó este tipo de situaciones “a que el medio es precario”.

“Existen muchas expectativas y deseos involucrados, las inversiones (de ambas partes) son altas y no siempre los resultados son los esperados. En la medida que existan regulaciones claras, buenas prácticas, transparencia en las comunicaciones; pero también, y de manera importante, si el sistema no se encontrara tan precarizado, creemos, este tipo de roces serían asuntos extraordinarios”.

Para evitar estas situaciones a futuro, para González sería “positivo que existiesen estándares que regulen las relaciones entre trabajadores de la cultura, en este caso entre artistas y galerías. Que esté estipulado con claridad qué se espera de ambas partes: compromisos, pagos, porcentajes, plazos, derechos y deberes, etc”.

“Es complejo cuando existen zonas grises que abren la posibilidad para negociaciones personales y con parámetros poco claros, no sujetos a alguna norma o estándar, esto genera tensiones y rupturas entre agentes del sistema”.

En tanto, la Asociación de Galerías de Arte Contemporáneo (AGAC) prefirió no comentar el tema, ya que la Factoría se retiró de la AGAC hace varios años. La propia Musalem, en tanto, consultada por las acusaciones de Rivas y otros artistas, así como de maltrato laboral, señaló a El Mostrador que no iba a responder a «falsas acusaciones».

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