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Ismael Frigerio: pintar el blanco absoluto de la Antártica CULTURA

Ismael Frigerio: pintar el blanco absoluto de la Antártica

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Elisa Montesinos
Por : Elisa Montesinos Periodista y escritora.
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En su más reciente serie, Terra Australis, Blanco sobre Blanco, se adentra en el misterio y la inmensidad de la Antártica, el “último rincón del mundo”. La muestra, que se exhibe en el Centro Cultural de Las Condes hasta el domingo, es fruto de una experiencia que desafió su percepción.


Resumen
Síntesis generada con OpenAI
Ismael Frigerio, artista visual, presenta su proyecto inspirado en la Antártica, titulado “Pintar el blanco absoluto”. La obra refleja su fascinación por los paisajes inexplorados y el desafío de capturar la inmensidad y el vacío del continente helado. Frigerio utiliza el blanco como protagonista en sus pinturas, simbolizando tanto la pureza del entorno como la posibilidad de reflexión y silencio. Su trabajo busca destacar la fragilidad y la belleza de este territorio extremo, promoviendo una mayor conciencia sobre su preservación.
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Ismael Frigerio vivió en la década de los 80 en Nueva York, lo que indudablemente marcó su camino como creador. De regreso en Chile se embarcó en varios proyectos que implicaban viajes registrando la naturaleza.

Así pintó el norte, la zona centro y el extremo sur, incluyendo Tierra del Fuego. Este era su proyecto más desafiante y más difícil de lograr, no solo por la lejanía y por tener que  conseguir los permisos necesarios, sino por la intensidad de los colores. Fueron varios días de enfrentarse al silencio, la soledad, el frío, el clima cambiante, la neblina, el blanco absoluto hasta dejar, una vez más, que el territorio hablara.

Con la ayuda de la Fuerza Aérea de Chile (FACH), recorrió las bases rusa, china y uruguaya, además de la base chilena Eduardo Frei, desde donde sobrevoló los glaciares Collins y Nelson. La experiencia se tradujo en una serie de pinturas que capturan la esencia del blanco antártico, acompañadas por un video realizado junto al cineasta Yanko Rosenmann, que documenta la travesía.

Cicatrices del paisaje

Conversamos en el segundo piso de la casona del Centro Cultural de Las Condes, rodeados por ocho de las pinturas de gran formato que Frigerio pintó tras su viaje a la Antártica. De inmediato llama la atención el blanco, pero a la vez el profundo azul del cielo, y al observar bien, las formas geométricas que se vuelven abstractas. A un costado se aprecia el video que recorre la Antártica desde las alturas. La música de fondo es de Arvo Pärt mezclada con el sonido ambiente registrado en terreno.

– ¿Cómo te enfrentaste a la idea de pintar el blanco absoluto en la Antártica?

Fue un desafío enorme, porque el blanco tiene muchas capas y matices. Las obras están hechas todas en base al blanco, pero tienen como primera capa un gris oscuro, después un gris más claro, y después sobre eso va un blanco empastado, como se empasta la luz en la pintura, gruesa. Entonces le da un carácter especial y hace que vibre y el blanco se venga encima. (Indica una obra y pregunta) ¿Te fijas que el blanco está mucho más adelante que el gris de abajo? Bueno, y el azul lo rescaté del reflejo de la luz en el agua, en el mar. En el video lo puedes comprobar.

– ¿Qué te motivó a hacer este proyecto? ¿Lo venías pensando desde hace mucho?

– La primera vez que volví a Chile me involucré en un proyecto que se llamaba Ceremonias de la memoria, que trataba de recoger en la naturaleza los documentos que te permitan leer la historia del territorio. Yo vivía en Estados Unidos, en Nueva York, y vine al norte de Chile, donde a los 16 años había viajado a dedo. Volví veintidós años después, visité los mismos lugares y empecé a capturar a través del video, porque ya el lápiz no me servía. Tomé registros en video, fotografías, y ahí me involucré con otros soportes para realizar obras. Eso lo he mantenido.

Hice una tremenda exposición en el Museo de las Artes. Se llamó Anatomía monumental. Después hice otro trabajo, un poco más hacia el sur, en la décimo primera región, toda la zona de la Aysén, lo mostré en el Museo de Arte Moderno de Chiloé. Posteriormente, me fui a la Patagonia hacer Terra Australis. Y esta es una obra que está basada en la Antártica de Chile, que es el último punto que no había recorrido, al cual cuesta mucho llegar.

– ¿Tienes una metodología para estos trabajos en el territorio?

– Tengo una metodología de trabajo. No es un guión. Tengo que llegar al lugar y buscar impresiones visuales.Iba acompañado de un camarógrafo y también llevaba mi cámara. Explorábamos buscando la mejor manera de capturar el paisaje. Por ejemplo, si observas en los cuadros la composición, el horizonte siempre está muy alto, algo que también replicamos en el video.

– ¿Qué fue lo que más te impactó visualmente en la Antártica?

La Antártica tiene una luz incandescente que no he visto en ningún otro lugar. El azul profundo de los hielos es impresionante. Me explicaron que ese azul se forma por la presión de cientos de años sobre el glaciar. Además, el clima es extremadamente cambiante: llueve, nieva, y de repente hay sol. Eso fue algo que intenté capturar en las pinturas, esa dualidad entre la luz y el clima que cambia constantemente. También me sorprendió lo poco intervenido que está el paisaje; no hay cicatrices humanas como en otras partes de Chile, aquí las cicatrices las deja el clima.

Puesta de luna a las cinco de la mañana

– ¿Qué referencias artísticas llevabas contigo al iniciar este proyecto?

– Te hablé de Malévich. Él es el gran ejemplo de la abstracción en la pintura, tiene una obra en que el blanco está puesto en dos sentidos. Entonces, cuando tú te mueves, el blanco se ve diferente y cambia de color. Indudablemente el blanco es el color absoluto y para mí fue un trabajo ir y capturar eso. Trabajé con un matado de tela; tú ensucias la tela, la manchas con algunos tonos grises y después vas cubriendo con el blanco. Y en todas las pinturas puse ese azul, que es un azul del reflejo antártico. Está hecho con azul ultramar y blanco. Es un trabajo muy simple de pintar, aunque parece complicado por las imágenes, por la forma. Igual, en esta pintura estuve cerca de un mes trabajando (muestra una). Si tú te acercas, las capas pictóricas son muchas.

– ¿Cómo fue la experiencia de desplazarte por la Antártica?

La FACH nos pasó motos de nieve, un jeep con orugas y hasta un helicóptero para poder movernos. Siempre íbamos acompañados de un teniente, porque es muy fácil perderse. Pudimos visitar la base rusa, la china y la uruguaya, además de la chilena. Cada lugar tenía algo diferente que ofrecernos en términos visuales. Pero lo más impactante fue el sobrevuelo sobre el glaciar Collins y la isla Rey Jorge. Abrimos las puertas del helicóptero para poder filmar y registrar desde arriba. Fue un homenaje a ese viaje, y esa experiencia quedó plasmada tanto en las pinturas como en el video.

– En las pinturas se ven elementos naturales, geográficos, pero también formas abstractas.

– Sí, claro. Está hecho así. El más similar es el de allá, el que más seguí. Pero todos estos otros son prácticamente inventados (muestra las pinturas). Tienen una base, pero sobre la base están trabajados.

– Otra cosa interesante es que a veces cuando hay mucha neblina, se ve borroso, ¿verdad?

– Claro, eso es una intención. Ese está fuera de foco (apunta hacia una obra).

– Imagino que allá, al estar ahí, ver puro blanco, pingüino, lluvia, la visión se agudiza.

– Te cambia. Te pone más sensible para captar estas cosas, y después tú empiezas a ver los diferentes blancos. Lo que menos vimos fue pingüinos. Primero fuimos a la base rusa, que es colindante a la chilena. Nos fuimos caminando por la playa. Toda la mañana. Entonces, en la playa de repente mirabas y veías unos ojos en el agua. La foca con las foquitas chicas. Nos habían dicho, no se vayan a acercar porque te pega un aletazo, te muerde y te saca el brazo. Y después estábamos filmando y sentimos huit huit huiu… Los pingüinos curiosos. No saben quién es uno. Y como el hombre nunca los ha atacado, se acercan a ver qué es esta cosa que hay aquí. Había un pingüino a tres metros y todos los pingüinitos atrás. La que va es la hembra y el que protege a los pingüinos atrás, al fondo, es el macho. Genial. Fue una experiencia única. Además que fuimos en enero y el día era todo el tiempo. Incluso tenemos grabada una puesta de luna a las cinco de la mañana. Impresionante.

–  ¿Y para ver eso se quedaban toda la noche despiertos o se levantaban a las cinco de la mañana?

– Era muy curioso porque en realidad no nos acostábamos nunca. De repente te tendías y te quedabas dormido porque no había hora. Lo que sí marcaba la hora –y en eso fue muy generosa la Fach– era la comida. Nos daban desayuno, almuerzo y cena. Eso era un marcador de horario. Pero en realidad, por el sol, se pierde la referencia.

– ¿Y podían salir a cualquier hora?

–  Acompañados podíamos salir a cualquier hora, pero solo había algunos lugares donde nos autorizaban ir solos. Por ejemplo, lo que estaba cerca era el observatorio del aeropuerto.

Entonces, nos íbamos caminando y hacíamos señas de que estábamos ahí para que supieran los tenientes. Porque el celular funcionaba solo en algunos lados, pero no todo el tiempo.

Y lo otro entretenido es que cuando llegamos a Rusia, el celular cambiaba la hora; te ponía la hora de Rusia. Después en China, la hora de China. 

– ¿Cuántos días estuvieron en total?

– Ocho o nueve, ya no me acuerdo. Tuvimos un largo día sin noches.

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