Estuvo en el Festival de Cine de Valdivia, que termina hoy, presentando la película “Animalia Paradoxa”. “El cine para mí es como un sueño, es algo que es paradójico, es algo que puede ser divertido, extraño y aparentemente simple pero también muy profundo y contrastante y contradictorio”, dice.
Un ser que no es completamente humano ni tampoco anfibio en un mundo postapocalíptico busca agua para sobrevivir entre ruinas y otras criaturas fantásticas, se trata de la nueva película del cineasta chileno-estadounidense Niles Atallah. Sobrevivir en un mundo destruido, comer, alimentarse, defenderse, adaptarse o morir, Animalia Paradoxa utiliza la ciencia ficción para hablar de la violencia y un futuro poco prometedor del mundo como lo conocemos hoy.
En esta película, Niles Atallah crea un mundo extraño, que transitan entre lo onírico y lo pesadillesco, al igual que en sus otras obras, presenta situaciones tremendamente imaginativas, donde la película pasa a ser un objeto cinematográfico. La utilización de distintas técnicas de filmación hace difícil clasificar la obra dentro de las denominaciones corrientes, pero, esa es, justamente, la visión sobre el arte que defiende el cineasta.
“Yo no me identifico tanto con cineastas que quieren y deciden hacer películas de género como si eso fuera un fin en sí mismo, me parece que los géneros y el cine son una herramienta y los géneros del cine son categorías artificiales que hemos creado dentro de un espectro de lenguaje cinematográfico mucho más matizado y profundo de lo que usualmente se utiliza. Y, creo que uno de los riesgos de la creación de géneros cinematográficos es que se va, de alguna forma, solidificando y simplificando lo potencial”, explica Atallah desde el Festival de Cine de Valdivia (FicValdivia), donde presentó Animalia Paradoxa.
“En términos artísticos y en lo que significan para la reflexión humana, los géneros, son simplificaciones que son más bien dañinas, de alguna forma va aplanando y alineando discursos”, agrega.
El cineasta defiende un cine que va en contra de las lógicas de la gran industria del cine, no solo en su contenido, sino que también en la manera que están hechas las películas.
“El cine para mí es como un sueño, es algo que es paradójico, es algo que puede ser divertido, extraño y aparentemente simple pero también muy profundo y contrastante y contradictorio”, dice.
En el caso de Animalia Paradoxa, el mundo que presenta Atallah está complementamente destruido, la protagonista circula entre escombros y desechos. Aunque, la película transcurre en un escenario futuro, la locación principal es un lugar real, se trata del Centro Arte Alameda, un importante centro cultural que quedó prácticamente en ruinas luego de un incendio que ocurrió el 27 de diciembre de 2019, en el marco de las protestas del Estallido Social.
“En esta película el apocalipsis ofrece una forma de mirarnos y eso claramente está vinculado a una situación política no solamente en Chile”, expresa el cineasta.
Hasta el día de hoy, el centro cultural no ha podido volver a su lugar de origen por falta de financiamiento, los escombros no han sido removidos, se pueden ver afiches de películas quemados, la sala de proyección completamente destruida y desde el techo cuelga el material plástico derretido a causa de las llamas.
Si bien testigos acusan que cayó sobre el lugar una bomba lacrimógena lanzada por Carabineros en el contexto de las manifestaciones, la Fiscalía decidió cerrar la investigación porque, tras los peritajes realizados, no se pudo establecer ni la causa del incendio ni quién pudo participar en él, según informó una fuente del Ministerio Público.
“Espero que sirva como un Caballo de Troya”, el cineasta explica que la ficción da pista hacía nuestra propia destrucción e invita a pensar sobre la capacidad de imaginación y lo importante que es. “Un mundo sin imaginario creo que es el final, es el verdadero apocalipsis”, dice.
Atallah cuenta que la película se la imaginó antes del 18 de octubre de 2019 y que la grabaron al final de la pandemia, “filmamos la película en las huellas de ese lugar de cine que para mí es muy simbólico y significativo, hoy creo que dialoga con lo que está pasando en Palestina”.
En ese sentido, cree que “Animalia Paradoxa es una película profundamente política”.
“Es una película más política que muchos documentales que tienen contenido político, que están hechas de una forma más estándar, que que pueden alinearse con un discurso donde se pueden exhibir en Netflix, Amazon y en grandes plataformas que hablan al espectador como como si fuera una persona con poca capacidad de análisis y con poca inteligencia”, afirma.
“No es posible manifestar la realidad en términos narrativos de una forma coherente”, manifiesta Atallah. Es por eso, que muchas veces sus películas no se pueden clasificar.
“Creo que las narrativas coherentes son sospechosas, películas que aparentemente son políticas y subversivas, pero que proponen realidades simples y coherentes me parecen películas que proponen realidades fascistas, tiránicas y autoritarias, hay que sospechar de ellas”, asegura.
Bajo la productora Diluvio, Atallah ha trabajo en proyectos cinematográficos chileno que son coherentes con su visión de cine. En el día a día hace clases en distintas escuelas de cine, el resto del tiempo está en su taller donde experimenta con distintos materiales.
“Vivo principalmente haciendo clases y de vez en cuando ganamos fondos y hacemos películas con esos fondos, pero yo voy al taller todos los días”, explica.
En 2017 estrenó Rey, donde cuenta la historia de un abogado francés que llegó al sur Chile en 1858 con el objetivo de unificar las fuerzas del pueblo Mapuche y fundar el reino autónomo de La Araucanía y la Patagonia. También, estuvo a cargo de la producción de La Casa lobo, de la dupla León y Cociña, fue director de fotografía del documental Lemebel de Joanna Reposi Garibaldi y realizó la post-producción del cortometraje Bestia de Hugo Covarrubias.
En ese sentido, cree que es muy importante “formar comunidad y crear redes de apoyo, tanto creativamente como en la práctica, es una forma de hacer cine con menos recursos, con modelos de producción distintos de las formas hegemónicas de producción”.
“El cine está tan anclado en prácticas industriales que mucha gente no pregunta o no se imaginan otras formas de poder crear películas. A mí me parece algo que eso habla de lo fácil que es colonizar nuestros imaginarios y eso es la cosa más preocupante que que enfrentamos yo creo como seres humanos”, opina.
En la misma línea, cuenta que “los estudiantes de cine o cineastas no se imaginan cómo pueden hacer películas sin gigantes infraestructuras de producción, recursos y fondos, siendo que todos tenemos cámaras en nuestros bolsillos. Hay una pobreza abrumante en los imaginarios de muchos cineastas, teniendo estas máquinas en sus bolsillos, no se imaginan cómo utilizarlas para hacer lo que hacen, para crear películas”.
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