Ricardo Sumalavia es autor de “Mientras huya el cuerpo”, una novela policial que emparenta la ficción y el relato de su escritura, publicada en Chile por la editorial Los Perros Románticos en 2023.
“Yo muero, Lisi, preso y desterrado; / pero si fue mi muerte la partida, /de puro muerto, estoy de mí olvidado”, Francisco de Quevedo.
Ricardo Sumalavia nació en Lima en 1968. Es doctor en Letras por la Universidad de Burdeos. Vivió en Corea del Sur y Francia. Fue profesor visitante en la Universidad Dankook y actualmente se desempeña como profesor de literatura coreana y director del Centro de Estudios Orientales de la Pontificia Universidad Católica de Perú. Ha publicado los volúmenes de cuentos “Habitaciones” (1993) y “Retratos familiares” (2001), los libros de microrrelatos “Enciclopedia mínima” (2004) y “Enciclopedia plástica” (2016), y las novelas “Mientras huya el cuerpo” (2012), “No somos nosotros” (2017), “Historia de un brazo” (2019) y “Croac y el nuevo fin del mundo” (2022).
Conversamos a propósito de “Mientras huya el cuerpo”, una novela policial que emparenta la ficción y el relato de su escritura, publicada en Chile por la editorial Los Perros Románticos en 2023 y “Croac y el nuevo fin del mundo”, un conjunto de historias increíbles protagonizadas por una rana, en clave irónica y humorística, que espera pronta edición en nuestro país, luego de ser publicada en Perú por Seix Barral.
-Soy curioso de los epígrafes como gesto, como pista o indicio de algo, motivado o azaroso, ¿cuál es el alcance o la interpretación de la cita de Francisco Quevedo en “Mientras huya el cuerpo” o del poema de Roberto Juarroz en “Croac y el nuevo fin del mundo”?
En el caso del epígrafe tomado de Quevedo, me interesó la connotación al olvido del cuerpo una vez muerto, la fragilidad del ser y su contingencia. En el caso del poema de Roberto Juarroz, pude haber colocado cualquier poema de él. Lo admiro tremendamente como poeta. Y me atrae de su poesía, entre muchas razones, su aproximación a los estudios budistas. Y partir de allí me fascina su desconfianza del lenguaje en tanto manifestación expresa, su puesta en tensión de los cuerpos y todo lo nominado. También hay ironía en sus poemas. Creo que todos estos elementos, de alguna manera, están en mi novela. Claro, me permití intervenir el poema de Juarroz para entrar en su propuesta lúdica.
–La novela policial se publicó originalmente en 2012, ¿cómo fue esa reedición con Los Perros Románticos? ¿Qué permaneció y qué cambió?
Está tal cual. Bueno, ahora se han eliminado las obvias erratas aparecidas en ediciones anteriores. Pero que contenga las mismas palabras no significa que sea el mismo libro. Ya lo sabemos por Borges y su cuento “Pierre Menard, autor del Quijote”. El contexto, doce años después, es otro. Son otros lectores. La noción del cuerpo se ha modificado tremendamente. Los elementos autoficcionales son leídos ahora bajo otros códigos. La propia noción de novela y la ficcionalidad se han eclipsado nuevamente. Me parece que esto permite nuevas lecturas de mi novela. Por supuesto, la edición de Los Perros Románticos permite llegar a lectores con intereses específicos sobre la novela criminal, sobre novelas metaliterarias y, también, la violencia de género.
-Este libro es, quizá, el reverso narrativo de “Historia de un brazo” o “Croac…”, más en los códigos de la realidad, aunque quizá no tanto, ¿qué trayectorias tiene, hay algo que los emparente? ¿Hay algún vínculo respecto a tus otras producciones?
Considero que el vínculo fundamental es la fragmentariedad. Todas estas novelas captan, intervienen, modifican el mundo desde lo fragmentario. Esto produce, a mi entender, una mirada calidoscópica de lo que asumimos como realidad. Es una manera de romper el espejo y tratar de ver nuestros nuevos reflejos. En este sentido, no veo mis novelas como reversos entre sí, sino como una suerte de realidades paralelas, metaversos, distintas dimensiones emparentadas.
Pero también debo decir que cronológicamente fueron escritas en etapas específicas de mi vida y que en cada uno de estos libros hay una suerte ajuste de cuentas de turno. Primero escribí “Mientras huya el cuerpo”, en Francia, y quería saldar deudas con mi visión de la realidad peruana, y de la literatura misma, de los años noventa e inicios del dos mil. “Historia de un brazo” se escribió como un reencuentro con Lima. Recién había vuelto a mi ciudad, después de diez años, y me urgía reconectarme con los espacios a mi alrededor, y con mi familia. “Croac y el nuevo fin del mundo” empecé a escribirlo poco antes de la pandemia y, de pronto, ante lo sucedido, lo que asumía por lógico se quebró y es así que la irreverencia y el disparate cobraron protagonismo en el libro. Si existía la posibilidad de muerte, mi muerte, y la de todos o muchos, o del planeta entero, quise que esa destrucción venga acompañada de una sonora carcajada. Una risa reveladora.
-Mitad ensayo, mitad narrativa. La historia de Apolo pero al mismo tiempo el proceso de escritura en torno a Apolo, el personaje, en la forma de reflexiones, digresiones, fragmentos, recuerdos, como un guiño a lo que hace por ejemplo Laurent Binet en libros como “HHhH” y que amplia, en tu caso, el universo narrativo y metaliterario de esta novela policial. ¿Hay influencias? ¿Cuál fue el desafío de escribir un libro de estas características? ¿Qué es lo que se incluye y qué se omite? ¿Cómo vas estableciendo los bordes y la organización?
Empecé a escribir la novela al poco tiempo de instalarme en la ciudad de Burdeos. Las primeras páginas las redacté el 2006 y terminé de escribirla el 2010. Curiosamente ese año se publicó “HHhH”, de Laurent Binet. Por esta cuestión de fechas, es obvio que no hay influencias, pero sí hay algo quizás más importante: compartir las mismas preocupaciones en la construcción de la novela. Podría ser hasta algo generacional. Muchos escritores crecimos con paradigmas establecidos en el siglo XX que fueron muy útiles, desde su legitimidad o hasta de su disidencia, pero que en el nuevo siglo las fronteras de lo real o lo ficcional, quedó claro (o eso creo) se diluyeron. Ahora predomina la percepción. Por lo tanto, esa percepción de lo real es plural, diversa, y si lo aplicamos a la ficción, se propicia una suerte de ficción en grado dos, o más: ficcionalizamos la ficción. Ojo, estas miradas y propuestas ya se escribieron antes, pero desde la marginalidad, ahora, lo sabemos, la periferia y el centro se alternan o yuxtaponen.
-En tu libro mencionas la diferencia entre la novela policiaca latinoamericana y la oriental respecto al sexo. ¿Qué otras diferencias adviertes? Cuéntanos un poco más, considerando que viviste en Corea del Sur y haces clases de literatura coreana.
El policial coreano se ha vuelto más sicológico. En realidad, va más hacia el thriller. Se fija más en el criminal que en el investigador o en el proceso mismo de la investigación. Sus criminales padecen ciertas sicopatologías, y estas son, de alguna manera, consecuencia y símbolo de una sociedad ultradesarrollada, pero cuyo coste social produce grandes desigualdades. En el caso latinoamericano, vamos, más bien, hacia reflexiones sobre el dominio de la corrupción en los diferentes estamentos del estado. Desconfiamos cada vez más de nuestras instituciones y esto produce una tierra de nadie.
-Hablas de la historia contemporánea de Perú, la época de Fujimori, la corrupción policial como contexto, también el barrio, un almacén de abarrotes, la casa de una abuela, ¿cuánto de la memoria personal y de la memoria social está presente? ¿Hay dificultades o bien oportunidades cuando se trata de narrar desde lo que se conoce?
En ambas formas de memorias hay distorsiones. Y está bien que sea así. La memoria personal puede encontrar sustento, legitimidad, en la memoria social, y viceversa. Cada una con sus respectivos intereses, pero justamente es por esos intereses que se produce la distorsión. Planteado así, yo lo veo como una oportunidad narrativa. Se puede hablar de la época de Fujimori desde múltiples aristas. En mi novela se hace desde personajes comunes que, espero, van cobrando dimensión en su articulación con lo que pasa en el Estado.
-En “Croac…”, ¿cómo logras el equilibrio, si lo hay, entre la fantasía, el humor y la crítica social? ¿Qué es posible contar, hay un límite autoimpuesto?
Obviamente no hay fórmulas para equilibrar todos esos elementos. Sin embargo, en el caso particular de esta novela, traté de crear, proponer, una nueva lógica a partir de giros y rupturas. Esto, por supuesto, produce asombro, pero también risa. La crítica social también se articuló en esta dinámica Y no hay límites. Si hubo una regla, esta fue no aceptar reglas. La escritura de este libro tuvo como consigna celebrar la contradicción.
-Mencionas, en “Mientras huya el cuerpo”, algunas clasificaciones sobre la escritura y los tipos de escritores. Aunque consideramos (me sumo) que “las clasificaciones son arbitrarias e insuficientes”, ¿crees que “Croac…” puede ubicarse en los “escritores Emma Zunz”, que plantean sus ficciones como máscaras de otras historias?
Estoy de acuerdo contigo. Incluso, cada vez más me inclino a pensar que toda la literatura, o casi toda, muestra una historia que encubre otra, u otras. Ricardo Piglia ya lo decía cuando hablaba sobre el cuento. Pero creo que vamos más allá. Todo lo que decimos es la máscara de otra cosa. ¿Por qué? Porque el lenguaje es maravillosamente insuficiente.
-En términos de tu carrera literaria, ¿qué significa entrar con tus libros en el mercado chileno, ese arribo a los lectores de esta parte del mundo?
Vivimos la ilusión de que las redes sociales y todas las plataformas digitales nos permiten una mejor comunicación. No es tan cierto. Ya sabemos que todo está determinado por algoritmos. Vivimos en tribus virtuales. Salir de esas tribus y conocer otras no es nada fácil. En ese terreno, las editoriales independientes, como Los Perros Románticos, cumplen una función importantísima: tienden puentes entre algoritmos literarios distintos. Así, llegar a Chile me encanta. Conozco a muchos autores chilenos y sus estéticas me estimulan todo el tiempo.
-¿Qué se viene por delante? ¿En qué proyecto estás trabajando?
Este año publiqué en Lima un breve libro llamado “Enciclopedia vacía / El gran sueño”. Es un conjunto de microrrelatos, una treintena, que los escribí pensando en un libro que se estructurará más como un poemario. Todavía no sé exactamente qué significa esto, pero me estoy dejando llevar por esas emociones. Son textos con una fuerte impronta surrealista. Quizás por esa razón no lo racionalizo, actúo en creación.
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