Publicidad
Objeciones y vaticinios sobre el “pase cultural” en Chile CULTURA

Objeciones y vaticinios sobre el “pase cultural” en Chile

Publicidad
Lia Alvear Cossio
Por : Lia Alvear Cossio Periodista cultural de la Universidad de Santiago de Chile y Magíster en Ciencias Sociales con mención en Sociología de la Modernización por la Universidad de Chile. Se ha desempeñado como encargada de Comunicaciones en el Centro Cultural La Moneda, la Galería Gabriela Mistral y la Facultad de Artes UC.
Ver Más

“Va a favorecer a la industria cultural hegemónica y privada, antes que a la oferta cultural que la institucionalidad pública promueve”, sentencia el sociólogo y experto en políticas culturales Tomás Peters sobre la iniciativa anunciada por el presidente Gabriel Boric.


Resumen
Síntesis generada con OpenAI
El Pase Cultural en Chile, iniciativa destinada a facilitar el acceso de jóvenes a actividades culturales, ha generado tanto entusiasmo como críticas. Mientras algunos ven en él una oportunidad para democratizar la cultura y fomentar el interés en artes y espectáculos, otros cuestionan su efectividad y sustentabilidad a largo plazo. Las objeciones se centran en el financiamiento, la logística y el impacto real en la participación juvenil. La medida plantea un debate sobre cómo lograr un acceso inclusivo y sostenido a la cultura en el país.
Desarrollado por El Mostrador

El expresidente Sebastián Piñera lo propuso sin éxito durante sus dos periodos de gobierno: un vale para subvencionar el acceso de jóvenes a ciertos bienes y servicios culturales. En esencia, lo mismo que anunció el presidente Gabriel Boric en su tercera Cuenta Pública, el pasado 1 de junio.

Específicamente, el anuncio contempla la entrega única de un “pase cultural” de 50 mil pesos a jóvenes de 18 años que hayan sido o sean estudiantes prioritarios y a adultos mayores de 65 años que reciben Pensión Garantizada Universal. En total, el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio calcula que más de 300 mil personas serán beneficiadas, 107 mil jóvenes y 196 mil adultos mayores.

Desde el ministerio sostienen que el Pase Cultural busca asegurar el acceso y participación activa de las personas a lo largo del país, garantizando así el ejercicio efectivo de sus derechos culturales, y que el presupuesto 2025 —que contempla un aumento histórico— considera 15 mil millones para la implementación de este beneficio.

“El Pase Cultural contribuirá, también, a revitalizar y dinamizar al sector cultural, artístico y patrimonial”, afirman para El Mostrador.

Aunque en su discurso, el presidente solo mencionó el acceso a cines, teatros y librerías, en entrevistas posteriores la ministra Carolina Arredondo también mencionó que este subsidio permitirá el acceso a conciertos, festivales y exposiciones, y la adquisición de libros, revistas y discos.

Desde el Ministerio plantean que “el Pase Cultural está pensado para que pueda satisfacer diversas opciones culturales de manera libre y transversal en todo el país, ya sea a través de formatos físicos o digitales. Así, este Pase no sólo podrá ser usado en cines o librerías, sino que también facilita el acceso a la cultura que construye la propia ciudadanía, por ejemplo, en centros culturales, espacios de itinerancia y ferias, por nombrar algunos ejemplos”.

Actualmente, el Pase Cultural está en la etapa de coordinación con todos los organismos e instituciones que colaborarán en su ejecución. A continuación, se despliegan argumentos que cuestionan su implementación y se presentan algunas de las experiencias internacionales más recientes.

El vale cultural

Durante el primer gobierno de Sebastián Piñera, la iniciativa fue descartada. Los estudios de factibilidad solicitados en 2011 por el entonces Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA) demostraron que el Vale Cultural no era viable: el costo era muy alto y un plan piloto resultaba difícil de ejecutar.

En su segundo periodo, en cambio, se consideró que, antes de implementar esta promesa de campaña, era más pertinente crear la Unidad de Programación y Públicos, actual Unidad de Públicos y Territorios del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.

El entonces subsecretario de las Culturas y las Artes bajo el segundo gobierno de Sebastián Piñera (2018-2022), Juan Carlos Silva, explica que “no existían los insumos ni los antecedentes para estimar que el Vale Cultural fuera un instrumento de política pública pertinente, que se alineara con los objetivos que se estaban proponiendo. Más que ejecutar con cierto voluntarismo el programa de gobierno, se buscó dilucidar cuáles eran los objetivos que el Vale Cultural perseguía y abordarlos desde otra perspectiva”.

Y es que la oferta cultural de ese entonces no parecía favorable para invertir en un instrumento de estas características, entre otros problemas, por su centralismo. En 2018, un estudio de Editores Chile reveló que de las 355 librerías catastradas a lo largo de todo el país, 184 se encontraban en Santiago, la mayoría de ellas, en el sector oriente y centro de la capital. Por otra parte, según el Catastro de Infraestructura Cultural (Pública y Privada) (2017), de las 157 salas de teatro de programación pagada y gratuita en Chile, 59 estaban ubicadas en la Región Metropolitana. La Región de Aysén no contaba con ninguna.

“Si no tenemos un levantamiento y un análisis claro, con datos fidedignos respecto a cuál es la cantidad de espacios que programan contenido artístico cultural pagado, en el cual se pueda aplicar este instrumento de política pública, vamos a quedar en el aire. Por otra parte, ¿qué ocurrirá con los espacios que ya son financiados por el Ministerio y ahora van a recibir, entre comillas, un segundo subsidio indirecto a través de este vale cultural?”, advierte el exsubsecretario Juan Carlos Silva.

De acuerdo con el Ministerio, el foco de esta política pública no está en los espacios culturales ni en el financiamiento basal de ellos, debido a que estas áreas ya contemplan un crecimiento en el presupuesto 2025. “Un ejemplo de esto es el aumento del 40% de los Fondos Cultura, y el aumento de un 45% del Programa de Apoyo a Organizaciones Culturales Colaboradoras (PAOCC), que tendrá un presupuesto de cerca de $17.000 millones”, afirman desde la cartera.

Objeciones y vaticinios

Diversos estudios han demostrado que existen tres variables estructurales que determinan el consumo cultural de las personas: el capital cultural, el capital económico y la edad. Sin embargo, de acuerdo con el sociólogo y experto en políticas culturales Tomás Peters, la variable más relevante es el capital cultural.

“Todas las prácticas de acceso a la cultura están fuertemente determinadas por las disposiciones culturales heredadas y reforzadas en la primera infancia, tanto en la familia como en la escuela. Lo que hacen este tipo de herramientas es fortalecer las disposiciones culturales ya construidas en el transcurso de la trayectoria biográfica de los individuos y, en el contexto chileno, yo tiendo a pensar que va a suceder lo mismo”, explica el académico de la Universidad de Chile.

Sobre las edades de los beneficiarios, desde el Ministerio explican que se trata de población que podría encontrarse económicamente inactiva. “Quienes cumplen 18 se encuentran en proceso de transición a la vida laboral/profesional/universitaria; mientras que, quienes cumplen 65 se encuentran en el fin de su trayectoria laboral, en edad de jubilación”, especifican.

Otra preocupación de Tomás Peters, ante la inminente implementación de este subsidio, es que refuerce lo que la industria cultural ya ofrece a nivel masivo.

“La evidencia muestra que este tipo de políticas incentivan prácticas que se enfocan en la compra de bienes y servicios mainstream. Las identidades juveniles se construyen en base a los modelos de sociedad que se establecen desde las hegemonías culturales. Por lo tanto, la mayoría de los jóvenes va a elegir las ofertas definidas por la industria cultural y no la oferta alternativa y compleja que la institucionalidad cultural financia”. La experiencia francesa es un ejemplo de ello.

En julio de 2021, a solo dos meses de la implementación del programa Pass Culture en Francia, que otorga, entre otros beneficios, un bono de 300 euros a jóvenes de 18 años, los libros representaron más del 75% de todas las compras. Para sorpresa de pocos, aproximadamente dos tercios de esos libros eran manga, un formato de historieta japonesa que ya era muy popular entre los jóvenes franceses. Tal fue el impacto que el subsidio recibió el apodo de ‘Pass Manga’.

En suma, Tomás Peters es enfático: “El pase cultural va a favorecer a la industria cultural hegemónica y privada, antes que a la oferta cultural promovida por la institucionalidad pública. No es una política que ayude a revertir o a hacer frente complejamente el fenómeno de la desigualdad cultural. Así como tampoco va a reforzar, proteger o hacer más sostenible el ecosistema de la cultura en Chile”, sentencia.

Experiencias internacionales

Sí, la experiencia internacional ha demostrado que la inversión detrás de este tipo de iniciativas ayuda a dinamizar económicamente al sector cultural, sobre todo en la primera etapa.

Entre 2016 y 2021, casi 1,6 millones de jóvenes italianos descargaron la aplicación 18app y gastaron más de 730 millones de euros. Un 83% de esa suma fue gastada en libros, en tanto que un 14% en música digital, física y conciertos. El otro 3% fue gastado en entradas de museos, exposiciones, cursos de música, cursos de idiomas, entradas a espacios culturales, etc. Sin embargo, para 2021, uno de cada tres jóvenes no utilizaba el beneficio, mientras que otro grupo iba a tiendas donde intercambiaban sus Bonus Cultura de 500 euros, por dinero en efectivo o bienes como videojuegos y consolas.

A partir de este año, y porque para el actual Gobierno italiano esta iniciativa resultaba económicamente insostenible, el Bonus Cultura dejó de ser universal y para acceder a él, los jóvenes deberán demostrar una situación económica vulnerable y obtener la tarjeta de la cultura o haber obtenido puntaje máximo en el examen final de sus estudios secundarios y así obtener la tarjeta del mérito.

En el caso francés, la evaluación más reciente es un informe de la Inspección General de Asuntos Culturales, publicado en julio de 2024. El documento confirmó los augurios de los expertos en industrias culturales: por una parte, este subsidio a la demanda no ha alentado la curiosidad de los jóvenes por nuevas prácticas culturales; y por otra, las desigualdades territoriales y la reproducción del capital cultural heredado han persistido.

Sin embargo, comparar estas experiencias con la realidad chilena puede resultar infructuoso. Por ejemplo, la gran mayoría de exposiciones de artes visuales en Chile son de acceso gratuito, tanto en museos públicos como en galerías privadas. Algunas excepciones en Santiago son el Centro Cultural La Moneda, el Museo de Artes Visuales MAVI UC y el Museo Chileno de Arte Precolombino, todos con alguna franja de gratuidad semanal o mensual.

De acuerdo con Juan Carlos Silva, no son experiencias replicables a nuestra realidad.

“Hoy en día, tenemos problemas mucho más urgentes como que la institucionalidad o el sector artístico cultural se entienda de una manera concreta en lo que a su participación, acceso y consumo se refiere”.

Por su parte, Tomás Peters concluye: “La obsolescencia programada de este tipo de políticas hacen que tengan un reconocimiento temporal breve, un impacto social decreciente y que su utilización responda a una idea tradicional de democratización cultural que vincula el acceso cultural con los derechos culturales, pero que es altamente superficial en el contexto de las políticas culturales”.

Inscríbete en el Newsletter Cultívate de El Mostrador, súmate a nuestra comunidad para contarte lo más interesante del mundo de la cultura, ciencia y tecnología.

Publicidad

Tendencias