Acaba de publicar “Mausoleo en el desierto”, protagonizada por dos detectives, uno más conservador y otro más progresista, sobre una investigación de un cartel de droga nortino que hace desaparecer los cuerpos en el desierto.
El escritor Ignacio Fritz acaba de publicar “Mausoleo en el desierto”, una novela enmarcada en el género negro.
Sus protagonistas son dos detectives de la PDI deben trabajar juntos: Ulises Garbelotti, detective viejo, de rígida forma de ser, y Nicholas Varella, joven, abierto de mente, que difiere en varios aspectos con su compañero de armas y de trabajo, sobre todo en su modo de ver y vivir.
Esta novela, publicada en la colección “La otra orilla” de editorial PAN, se presenta el conservadurismo machista y el liberalismo progresista, encarnado en ambos detectives que chocan con consecuencias fatales.
Fritz, escritor de culto que ha desarrollado diversos géneros considerados de nicho, en Mausoleos en el desierto, novela negra y despiadada y, en cierta forma, vanguardista, con prosa culta neobarroca busca sorprender y entretener al lector.
Si bien el relato se enmarca en una investigación de un Cartel de droga nortino que hace desaparecer los cuerpos en el desierto de Atacama, el verdadero y principal dilema consiste en lo que sucede cuando se transgreden los límites y se pierde el respeto: esto demostrado en la relación de ambos detectives.
– ¿Qué te inspiró a escribir Mausoleos en el desierto? ¿Hubo algún evento o experiencia en particular que haya influido en la creación de esta novela?
– Constantemente estoy siendo influenciado por la vida misma, directa o indirectamente. Si bien es una historia de ficción, hay en sus personajes un zeitgeist, un “espíritu de la época”. Supongo que los dos personajes representados en los detectives representan un “antes” y un “después”, muy de ahora. Es como los que estaban a favor y los que estaban en contra del 18-O.
– En la novela, los personajes de Ulises Garbelotti y Nicholas Varella representan dos visiones muy distintas del mundo. ¿Cómo decidiste que estos personajes fueran tan opuestos y qué querías lograr con este contraste?
– Quería exponer las dos caras del tablero. Me pareció interesante exponer a estos personajes, sin tildarlos de buenos o malos, sino mostrándolos con todas sus dimensiones, de acuerdo a mi propia manera de imaginarlos, de representármelos. Ambos son una némesis, que no hubiese pasado a mayores si ambos no hubiesen proseguido en una insistencia entre infantil y boba. Eso le costó la vida a ambos: uno de ellos de parte de los delincuentes y el otro bajo su propia vara. El contraste entre ambos da enjundia al relato y cómo todo se va al traste si no hay un “rayado de cancha” previo. Si se hubiesen respetado ambos detectives, no hubiese habido novela, pero ellos estarían vivos. ¿Dónde? No sé.
– El desierto de Atacama juega un papel crucial en la trama. ¿Qué simboliza el desierto en la novela y cómo contribuye al desarrollo de la historia?
– Se trata del desierto más árido del mundo, un peladero. Significa soledad y vastedad, sequía, adaptación y tristeza. Instalar la idea del desierto y los mausoleos, la idea de que hay personas enterradas allí, me parecía tremendo. El mar y el desierto siempre han sido buenos escenarios para la novelística. La idea de Atacama significaba también, para mí, silencio e impunidad.
– El estilo de tu prosa en esta novela es descrito como neobarroco. ¿Qué te atrajo de este estilo y cómo crees que enriquece la narrativa de Mausoleos en el desierto?
– Como escritor, tengo un imperativo ideológico, personal, con todo tipo de palabras del castellano. Me encanta revivir términos en desuso, que obligan a buscar en el diccionario. Me obsesionan los refranes, los latinismos, todo lo que signifique un lenguaje en constante renovación y revitalización. Soy muy obsesivo con mi lenguaje, entre sincopado y recargado, lleno de vida para mí.
– Tu obra ha sido comparada con la de Roberto Bolaño en términos de intensidad y estilo. ¿Cómo te sientes acerca de estas comparaciones y qué crees que diferencia a tu trabajo del de Bolaño?
– Bolaño estaba de moda en la época en que comencé a publicar. En lo personal, me halaga que me comparen con Bolaño, pero yo soy Ignacio Fritz y no Bolaño, y mi trabajo está más acorde a estos tiempos de inmediatez. También, yo hago literatura de nicho, debo tener un puñado de seguidores y nunca me he ganado el Herralde. Sí, con Bolaño podemos tomarnos la literatura como algo “personal”, pero no lo veo como algo de vida o muerte… Aunque, no sé. Puede que sí, depende de cómo me haya levantado en la mañana.
– ¿Qué papel crees que juega la literatura en la sociedad actual y cómo esperas que tu trabajo contribuya a ese rol?
– La buena literatura debe dar cabida a todo tipo de literatura para el mercado. A mí en lo personal me gustan los libros que sacan las telarañas del cerebro, como diría Paco Ignacio Taibo II. Sin embargo, los libros que remueven el statu quo pueden ser peligrosos. Siempre los libros terminan quemándose en un estado totalitario, o lo que sucede en Fahrenheit 451, de Bradbury. La literatura, los libros, son una compañía tremenda, lo demás son excusas. Ojalá que hayan muchos libros publicados, de todo tipo.
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