El Salón de Imaginarios de la Casa Central de la Universidad de Chile recibió a Cecilia Zabaleta, artista responsable de la exposición “Diario de a bordo. Cartografía interior”, inspirada en los papeles murales que sirvieron como informativo en el barco de la esperanza: el Winnipeg.
Sombras, siluetas, hilos, mapas, retratos solitarios o multitudes. Esto es parte de los elementos que conforman la muestra “Diario de a bordo. Cartografía interior”, de Cicilia Zabaleta, de técnica mixta y pintura al óleo, que rescata parte de la cotidianidad sobre el trayecto en el mar: amores, familia, mujeres, niñas, niños y hombres, entre otros. Un pedazo de lo retratado en el papel cebolla que empezó a redactarse desde el cuarto día del viaje.
“En el diario muchas veces mencionan a los que quedan, a los que no pudieron venir en el exilio”, cuenta Zabaleta, mientras avanza explicando cada una de las obras en el edificio patrimonial del plantel.
“Para los que venían también eso era una preocupación muy importante, los que quedan”, dice.
Es aquello, lo anterior, la carga emotiva que pesó sobre los hombros de las y los exiliados, pero que enfrentaron de manera conjunta con dignidad.
“Lo importante es quiénes vienen y qué lo sostiene, qué los une dentro de sus diferencias. El diario está todo el tiempo tratando de mantener en alto la moral de las personas y manteniendo la unidad para que llegaran todos unidos a la tierra que los recibe”, ejemplifica la artista.
La historia es también suya, de una nieta de un pasajero vasco a bordo; se convierte así en una motivación personal para reconstruir la historia de su abuelo. Una biografía para sí misma que también es colectiva.
“A la memoria siempre accedemos desde el presente. Creo que es una pregunta hacia dónde va el mundo y lo que está pasando. Inevitablemente es lo que está pasando ahora también. Hoy día podemos ver unas imágenes horribles de la gente sufriendo”, expresa.
Son esas experiencias que crean una grieta, el punto de partida de la exposición que, casi sin querer, exigirán una mirada más profunda: un ejercicio de memoria en torno al exilio y las problemáticas sociales del ayer y el hoy.
– ¿Qué significó para ti trabajar la exposición a raíz del libro “2000 del Winnipeg. Diario de a bordo” de Josu Chueca?
– Fue una experiencia muy bonita e importante para mí. Yo venía hace años trabajando las memorias del exilio republicano en Chile y cuando surge esta posibilidad de trabajar con la investigación que hizo Josu Chueca de los diarios de abordo, fue muy importante para mí y tuve la posibilidad también de recorrer los diarios hoja a hoja, ver la transcripción, porque algunos de los documentos están súper dañados y es difícil leerlos. Y a partir del contenido y la materialidad de este documento, es que trabajé las obras.
– ¿Por qué es importante que la historia del Winnipeg sea recordada a través del arte?
– Es importante que sea recordada así y a través del arte, porque el arte tiene la posibilidad siempre de llegar a través de otros lenguajes, de otras formas, a otros sentires. En el fondo, cuando digo otros sentires, no me refiero solamente al no intelectual o no racional, porque también puede comunicar en diferentes esferas, en diferentes niveles, y puede llegar a otras personas que tal vez no se habían interesado en la historia misma o en el archivo mismo, y sí a través de alguna materialidad, de algún gesto visual pueden conectar con esta historia e investigarla.
– El curador Roberto Fuertes explica en tu exposición Diario de a bordo. Cartografía interior que el hilado rojo es “como seña portadora y vinculante de memorias”. ¿Por qué escogiste que sea roja en esta ocasión?
– En esta ocasión y en otras he trabajado con el hilado rojo, porque el rojo siento que tiene una carga expresiva muy importante. En esta historia en particular, tiene una carga que es política, que tiene que ver con los ideales que han sido truncados, que han sido arrasados, mutilados de alguna manera. Y también tiene que ver con la sangre, con lo que se hereda, con lo que se transmite, a veces desde el silencio, desde las omisiones, desde las historias no contadas. La transmisión se genera igual, se da igual de alguna manera misteriosa y quise transformarlo en una forma visual.
– Tu obra ha estado inspirada en tu historia familiar, las problemáticas sociales y el exilio. ¿Qué es lo que más te ha impresionado de lo que descubres sobre estos temas durante el proceso de creación?
– Los quiebres vitales. Principalmente cuando ocurren estos hechos violentos, como los golpes de Estado, las dictaduras, las guerras que arrasan con las personas en muchos ámbitos: en las ideas, en el ámbito corporal, proyectos de vida, en todas las esferas del ser. Entonces creo que esa parte, la biográfica y el quiebre que significa una guerra, un golpe violento como un golpe militar y el exilio, creo que eso es lo que a mí más me ha me ha motivado y que ha sido bonito también trabajar a partir de él.
– Otro detalle que me llamó la atención de tu obra es que la mayoría tiene colores un poco más oscuros, ¿por qué también esa decisión?
– La cromática, primeramente, tiene que ver con la documentación. Está inspirada en los documentos de archivo del diario a bordo y también en los archivos biográficos de las personas que venían a bordo. Ese es el primer rescate cromático y de la materialidad. El negro quise hacerlo bastante protagónico, porque este viaje es del exilio. Tiene un contrapunto muy fuerte, o sea, es el barco de la esperanza, de la solidaridad, de un trabajo súper bien hecho. De una agrupación que pone todos sus esfuerzos para atraer a los exiliados a Chile. Entonces tiene muchas luces y al mismo tiempo tiene una sombra que es muy profunda, una carga muy fuerte del dolor que traían todas estas personas y que de alguna forma se encerraron en sí mismos para poder sobrevivir, para hacer una nueva vida.
– Dentro de todo este viaje y todo el impacto emocional que significó migrar para las personas del Winnipeg, ¿cuál es la importancia de las actividades culturales que tuvieron lugar durante el viaje?
– Yo creo que uno de los ejes, de los pilares para mantener la moral en alto y mantenerse unidos, activos, felices, esperanzados; las actividades culturales, por ejemplo, había un concierto. Había un piano en el barco, que no es que lo hayan traído los exiliados, estaba en el barco, y había una Diana Pey, una pianista que tocaba. Se formaron tres coros arriba del barco, el coro vasco, el coro gallego, el coro asturiano.
Creo que la cultura fue fundamental en esos encuentros para mantener la moral, para mantenerse unidos, alegres, esperanzados y también para sentir que aquello que dejaban, lo traían de alguna manera, lo portaban.
– ¿Crees que es importante conservar los archivos? ¿Por qué?
– Es muy importante conservar los archivos, son testimonio, no solamente en su contenido, también en su materialidad, cuentan la historia. Son de alguna manera una prueba de verdad de los hechos. Los documentos de archivos son lo que nos sitúa, lo que nos permite entrar, situarnos en ese tiempo-espacio, en el contexto social, político y biográfico de cada una de estas historias.
– ¿Qué consejo le darías a quienes estén interesados en trabajar en torno a la memoria y los documentos?
– Que investiguen, que se metan a los documentos. Los documentos son preciosos, tienen tanto contenido. Tienen mucho que aportarnos. O sea, a partir de los documentos uno puede ir siguiendo pistas. Podemos ir tirando del hilo e ir descubriendo más, más, más. Que se metan, que buceen los archivos y a partir de ellos vayan sacando qué cosas les remueve algo y trabajen con eso.
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