Manuel Castillo Huber es el chileno-alemán que dirigió “El monstruo de la fortuna”, el film protagonizado por la actriz chilena Olga Matte, con guión de César Farah. Estará en el Festival Internacional de Cortometrajes de Vitacura, que se realizará entre el 25 de noviembre y el 2 de diciembre.
Manuel Castillo Huber (Múnich, 1983) es el director del cortometraje “El monstruo de la fortuna”, un cortometraje que apunta al Goya e importantes conexiones con Chile.
No es sólo por su director, hijo de padres chilenos. También por la actriz Olga Matte y el guionista de la obra, el académico y escritor César Farah.
La cinta de apenas 20 minutos transcurre en Madrid 1635. La reina Isabel de Borbón (Olga Matte) invita al escritor Calderón de la Barca (Raúl Prieto) a sus aposentos para hacerle un encargo muy peligroso para él. El film retrata una relación secreta, una mujer intelectual y liberal para su época y un escritor que intenta escalar socialmente; una reina que busca dejar su herencia en el tiempo, y la tensión sexual entre ambos.
Por lo pronto, “El monstruo de la fortuna” se alista para presentarse en el VitaFest –el Festival Internacional de Cortometrajes de Vitacura– que se realizará entre el 25 de noviembre y el 2 de diciembre.
Castillo vendrá a Chile para presentar el film. Esta será su segunda visita a Chile, tras una primera en 2018. Su abuelo materno, alemán, migró a Chile en la década de los años 30. Allí nacieron los padres -ambos ya fallecidos- de Manuel.
“Mi padre era militar, y cuando llegó el golpe de Estado de Pinochet, las cosas empezaron a ponerse muy feas y mi padre tomó la decisión de coger sus maletas y de exiliarse en Europa con sus hijos y su esposa, para no ser partícipe de todo lo que estaba sucediendo”, cuenta. Por eso él nació en Alemania, aunque reside desde hace varios años en Madrid.
Este film llega tras obtener los Premios Pávez, donde fue reconocido por Mejor Dirección de Arte y Mejor Actor.
“Nos interesaba hablar sobre personajes o historias silenciadas, también por nuestra propia experiencia, por ser del colectivo LGTBI, por sentirnos en algún momento también silenciados. Y llegó este guión a mis manos de César Farah, de esta mujer silenciada en el arte”, cuenta Castillo a El Mostrador.
“Me parecía un reto fascinante como director meterme en una máquina del tiempo, retroceder 500 años y crear todo este universo, meternos en el Siglo de Oro”.
El film tiene, además del guión, dos elementos claves que le dan credibilidad: el escenario y los actores.
Para el escenario, el director eligió el Hospital de Tavera, de la ciudad de Toledo. Es un hospital del siglo XVI, que tenía muebles originales y cuadros de la época.
Inicialmente “me pareció un sitio muy oscuro y no me atraía. La luz que tenía y los muebles eran muy deprimentes de alguna manera”. Pero su directora de arte, Gloria Ribas, lo convenció de que era lo indicado, “porque ese es el Barroco, vivían en esa oscuridad, vivían en esos lugares, tan fríos donde apenas las luces la luz atravesaba las paredes”.
“El monstruo de la fortuna” fue inicialmente una obra de teatro, que tuvo apenas una función en el 2020 en Madrid, ya entonces con el guión de Farah.
“Yo había hecho esta pieza corta en teatro con María Olga Matte en el 2020, pero llegó la pandemia y solo pudimos estrenarla un día. Fue épica esa noche, vinieron muchos amigos. Y fue cuando tomé la decisión de querer rodar en cine. Entonces tenía muy claro que María Olga, que era una actriz que había estado desde el principio, tenía que ser la reina, porque quien mejor que ella para interpretar a esa reina tan explosiva”, recuerda.
Para el papel del poeta, Castillo buscaba un actor que tuviera más experiencia en cine, en el lenguaje cinematográfico, y que también tuviera una trayectoria larga en teatro. Y entonces encontró a Raúl Prieto.
“Le mandé el guión, le propuse que íbamos a ensayar durante un mes, casi como una obra de teatro. Y él me dijo, ‘mira, yo no hago cortometrajes, porque me requiere mucho tiempo, pero me gusta mucho la historia, así que cuenta conmigo’. Entonces estaba rodando una película, estaba rodando una serie diaria, o sea, estaba con 3.000 proyectos a la vez, pero aún así encontró el tiempo y encontró la dedicación, y se entregó con cuerpo y alma” al proyecto.
Sin duda hacer una cinta de época fue todo un desafío. ¿Cómo hablaban estos personajes hace quinientos años? ¿Qué ropas vestían?
“Sinceramente esto solamente se puede hacer con un equipo que tenga una delicadeza, que tenga una sensibilidad y que realmente tenga un conocimiento de su trabajo impresionante. Yo he tenido un equipo con el que podría haber rodado una película, una serie. Yo dije, voy a tomármelo como si fuera a rodar una película, no como si fuera un cortometraje, una película que se pueda estrenar en cualquier sitio, que va a estar en los cines, porque creo que era la única manera de enfrentarse a este reto”, comenta.
“Tuve la suerte de contar con los profesionales más impresionantes del cine español, gente que estaba rodando películas con Pedro Almodóvar, con Wes Anderson, con gente que me decía, ‘pues mira, tengo el tiempo, me convence tu historia, me convence tu idea, voy a apostar por ti’. Entonces fue primero eso, el ver que esta gente quería apostar por nuestro proyecto, que ya era también un subidón de decir, entonces vamos bien encaminados. Vamos a hacerlo bien”.
También el guión fue fundamental.
“César lo escribió para hacer la obra de teatro y cuando yo lo leí, enseguida me fascinó, con las primeras palabras. Y luego también el susto de cómo cómo enfrentarse a un guión de época. Pero la verdad es que César, aparte que es un experto, como novelista también le encanta escribir de época y tiene mucha destreza”.
Él destaca de Farah su capacidad de escribir de “encontrar realmente los lados oscuros de los personajes, y los secretos que los impulsan. Entonces el guión estaba tan bien hilado, con ese sentido de humor tan fino, era tan inteligente, que realmente no hacía faltan cambio para la versión cinematográfica. Hemos hecho cambios minúsculos”.
El personaje de la reina, por cierto, tiene un particular sentido del humor, está siempre jugando entre lo sarcástico y la sensualidad. Pero hay mucho más que eso en la historia.
El cineasta cuenta que conectó con la historia también por un tema personal: su madre siempre quiso ser actriz, pero el padre de ella, el abuelo del cineasta, se opuso.
“No lo permitió, le quitó toda esperanza de dedicarse al arte, de ser creativa. Prácticamente la educó para ser mujer, ama de casa y madre”, cuenta.
Y he aquí la conexión con el personaje de la reina, también una “mujer silenciada”, algo que “en general sigue siendo un tema actual”.
“La reina decía, ‘nosotras las reinas sólo servimos para parir hijos varones, ni siquiera para parir hijas mujeres’. Entonces sentí que había una conexión muy profunda y eso fue para mí también un impulso para contar esta historia, un impulso para hablar de cómo esta reina, a través del arte, encuentra su gran desahogo, de transforma todo lo que vive, toda esta maldad, toda esta Corte eclesiástica, oscura, totalmente misógina. Cómo ella transforma esto en creatividad, y a través de su creatividad consigue al menos ahí dejar su herencia en el tiempo”.
“A lo mejor pensamos que ha habido un gran artista hombre, y a lo mejor detrás de este artista hombre había una mujer y no era el hombre, sino era la mujer que no podía mostrarse como mujer, que se tenía que ocultar, y que finalmente se quedó ahí, en el olvido, y de la que no se sabe nada entonces”.
Para Castillo la cinta es, en ese sentido, también, una forma de remarcar la importancia del arte.
“El arte nos sigue ayudando a seguir evolucionando, a desconectar. Estuvo claro cómo, en la pandemia, el cine y la televisión nos ayudó a desconectar y a superar un tiempo tan complicado. Y luego, sobre todo, también un tema tan actual de que si no somos conscientes de lo que pasó en el pasado, nos va a costar mucho en cambiar las cosas en el presente”, analiza.
“Eso nos puede llevar a una reflexión, a no dar las cosas por hecho, de que se pueden volver a repetir las cosas del pasado”.
Antes Castillo había dirigido -y protagonizado- otro cortometraje (“Ahí, dentro”) que también transcurría en un escenario cerrado, y donde también los personajes eran un hombre y una mujer, aunque en ese caso era una pareja. ¿Hay alguna similitud entre ambas obras?
“Yo creo que lo que lo que sí se puede encontrar es un símil entre lo que no se dicen los personajes, en lo que está oculto, en lo que nunca se llega a decirse, pero que se ve, se palpa, que está en ellos. Una cosa de lo que a mí como espectador me fascina es cuando veo a unos personajes y digo, ‘por favor, que lo digan’, y no lo terminan diciendo nunca. Y estás todo el tiempo de esta manera, no lo quiero llamar el patetismo humano, pero sí la incapacidad de expresarnos”.
Así es en “El monstruo de la fortuna”, “porque es época de protocolo”, o en “Ahí, dentro”, donde los protagonistas son “dos actores amigos que después de hacer el amor utilizan la intimidad para confesarse cosas que no se han dicho antes, cosas que de otra manera, en otro contexto, no se atreverían a contar”.
En el caso de su más reciente film, “aunque tú estás escuchando lo que se están diciendo, a la vez también hay un subtexto, hay algo enterrado, un deseo enterrado que no terminan de deshacer nunca”.
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