Nello Gargiulo, autor: “Chile necesita aprender a dialogar en la diversidad”
El exdirector ejecutivo de la Fundación Raúl Silva Henríquez y representante de los italianos en Chile publica con Ediciones UC Temuco “Crónicas. Desde un Chile en cambio”, donde ofrece una profunda reflexión de lo acontecido en los últimos cinco años.
Nello Gargiulo tiene poco más de 70 años, de los cuales 40 los ha vivido en Chile. Llegó a tierras sudamericanas a los 28 años, oriundo de NapoIi, titulado como doctor en Ciencias Agrarias y siempre vinculado a la Iglesia Católica.
Gargiulo llega para aportar al desarrollo de un movimiento laico conocido como los Focolares en plena dictadura. Terminó quedándose, formando familia y siendo no solo un embajador de la cultura italiana, sino también el director, durante tres décadas, de la Fundación Cardenal Raúl Silva Henríquez, cuyo pensamiento social inspirado en la doctrina de la Iglesia lo impactó profundamente.
Quien es el representante de los italianos en Chile ante organismos del Gobierno de su país y un protector activo de su cultura, manteniéndola viva en su propio cuerpo y en su familia ítalo-chilena, ha forjado una carrera como cronista, aprovechando su vínculo activo con el país, tomando el pulso del acontecer político, económico y social de Chile.
Reflejo de ello son sus textos hoy compilados en “Crónicas. Desde un Chile en cambio”, obra publicada recientemente por Ediciones UC Temuco, donde ofrece una profunda reflexión de lo acontecido en los últimos cinco años, a partir del estallido social, pasando por los cuestionados “30 años”, el fenómeno migratorio o los aprendizajes de la pandemia.
Una obra que cuenta con cuatro grandes apartados: Cultura, Política, Economía y Cardenal Silva Henríquez. Todas las crónicas, que aparecieron en diversos medios nacionales, específicamente en la Revista Humanitas de la Pontificia Universidad Católica o el Diario Financiero, pensando primeramente en profesionales o economistas. Vale aclarar que en el volumen realizado por la casa de estudios de La Araucanía se compilan más textos para llegar a otros públicos, como estudiantes, educadores y la sociedad en general.
“Crónicas. Desde un Chile en cambio” tuvo su primera presentación en Santiago, contando con la presencia de la embajadora de Italia en Chile, Valeria Biagiotti; el rector de la UC Temuco, Aliro Bórquez; así como otras personalidades de la iglesia y la cultura.
—¿Por qué toma la decisión de compilar sus más recientes crónicas en un libro?
—Por mis más de 30 años como director ejecutivo de la Fundación Cardenal Raúl Silva Henríquez, donde me ha tocado estudiar y difundir mucho su pensamiento. Este pensamiento, muy salesiano, tenía una característica propia: Silva Henríquez estaba convencido de que el quehacer de la sociedad debía construirse sobre principios determinados. Toda su vida y obra están impregnadas de los principios de solidaridad y subsidiariedad, que menciono mucho en las crónicas y que han iluminado los textos.
—¿Qué temas aborda en los textos?
—Son artículos escritos en los últimos cinco años. El primero parte en el estallido social. La sociedad chilena ha vivido cambios muy profundos en este periodo. El estallido social es un momento que, por un lado, provocó grandes hechos de violencia, destrucción y vandalismo, pero, al mismo tiempo, invitó a la gran mayoría del pueblo chileno a reflexionar sobre su propia historia y los grandes motivos de desencuentro entre sectores de la ciudadanía.
A pesar de que habían transcurrido 30 años desde la vuelta a la democracia, la cohesión del tejido social estaba atravesada por varias debilidades. Este largo período no había sido suficiente para recuperar una armonía social, aunque el desarrollo y el crecimiento del país eran un hecho notable. Entonces, me pregunté: ¿por qué Chile, en los últimos 40 años, logró reducir la extrema pobreza a menos del 10%, pero, al mismo tiempo, se convirtió en escenario de acontecimientos de destrucción fuera de toda lógica, que encontraron a las fuerzas de orden y seguridad poco preparadas para enfrentarlos? Fue una primavera muy azotada que permanecerá en la memoria histórica del país.
—¿Cómo ilustran sus crónicas estos cambios en la sociedad chilena?
—Creo que hay dos momentos fundamentales que determinan todo. Uno es la pandemia, durante la cual buena parte del programa de los impulsores del estallido social no pudo llevarse a cabo debido a las largas cuarentenas que obligaron a las personas a permanecer en sus casas.
Sin embargo, la pandemia dejó un aprendizaje claro: frente a problemas serios, como los de salud y vida humana, lo público y lo privado deben bajar las tensiones y unirse para reducir el impacto, como ocurrió con el número de muertes. En una sociedad tan polarizada, algunos consideraban que lo público era lo bueno y lo privado lo malo, y viceversa.
El otro momento fue el intento de dar al país una nueva carta constitucional, que sirviera como fundamento, regla y principio de convivencia civil, y orientara el desarrollo hacia un modelo más integrado y equitativo. Este proceso lo analizo en las crónicas desde la mirada de los procesos constituyentes. En ambos casos, las posturas defendidas fueron mayormente unilaterales. Hubo poca disposición para buscar soluciones más allá de las propias posiciones, lo que llevó al fracaso de ambos intentos.
—¿Cómo ve el rol de la sociedad chilena ante estos intentos constitucionales?
—Hay una lectura clave: quien después tuvo que decidir fue el pueblo chileno mediante el voto obligatorio, lo que permitió que se manifestara en su totalidad. En ambos casos, el cuerpo social demostró ser alérgico a todo lo que no garantizaba su libertad. Creo que fue esa búsqueda de libertad lo que llevó al pueblo a rechazar los dos intentos, conducidos por sectores opuestos.
El pueblo chileno dijo que no podía aprobar algo con lo que, mayoritariamente, no estaba de acuerdo. Muchos de estos cambios son sintomáticos. Por ejemplo, después del estallido social, el 80% de la población manifestaba la necesidad de una nueva Constitución, lo que demuestra que la necesidad de un nuevo texto era transversal.
—Frente a esta reflexión, ¿cómo debemos enfrentar esta necesidad de cambio durante la década que vivimos? ¿Qué considera necesario para lograr esos acuerdos sociales transversales?
—Yo soy representante de los italianos en Chile ante organismos del gobierno italiano. Cada mañana leo las noticias de Chile y de Italia, como si ambas realidades fueran una sola en mi interior. Pensar en Chile me lleva a reflexionar sobre la experiencia italiana.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Italia sufrió 20 años de régimen totalitario, lo que llevó a un proceso de liberación. Este 2025 se celebran 80 años de ese hito. Esa liberación significó mirar juntos al pasado, dimensionar el presente y buscar acuerdos. Italia logró una Constitución aprobada por una gran mayoría que hoy sigue siendo la base de su convivencia.
Chile necesita aprender a dialogar en la diversidad, escuchar ideas distintas y educar a los jóvenes en estos valores.
—¿Qué principios deberían estar presentes para avanzar aceptando la diversidad de ideas?
—Son dos los principios fundamentales que deben estar presentes en una carta constitucional de manera equilibrada: solidaridad y subsidiariedad. No puede haber un texto constitucional que ignore estos pilares.
Sin una gran sociedad civil, no puede haber paz garantizada ni equilibrio. En ella están los amortiguadores sociales entre el Estado y el mercado.
—¿Cree posible construir ese camino en medio de un país polarizado?
—Creo que pasarán años hasta que exista una sociedad con capacidad de integración, educada y consciente. Solo así se podrá construir un modelo constitucional inclusivo que satisfaga a todos.
—¿Cómo recibió la invitación de Ediciones UC Temuco para publicar este compilado de reflexiones?
—En el libro hay dos conferencias que desarrollé en la UC Temuco. Agradezco esta invitación del rector Aliro Bórquez, quien acogió mi petición de no limitarse al magisterio diocesano, sino abrirse al pontificio. Pensé que era importante publicar en una universidad de provincia. Carlos Lloró ayudó en la edición, dándole un cuerpo más orgánico.
—Por último, ¿qué similitudes y diferencias encuentra entre Italia y Chile en términos de cultura, sociedad y política?
—En términos de cultura diría que la raíz cristiana es la misma y también la humanista. Los estudios básicos y medios en Chile consideran la historia antigua de Roma, la Edad Media, el Renacimiento y con esto hay un lenguaje común de percepción de la cultura.
La Sociedad Italiana con su larga historia tiene desarrollado el gran sector de la Sociedad Civil que es Organizada y determinante para mantener los equilibrios sociales. Esto pasa aun cuando la política desbanda y nacen gérmenes de populismo o de un patriotismo que pueda asumir rasgos de indiferencia hacia los fenómenos migratorios que hoy tienen un carácter global. La misma Unión Europea hoy pasa por fenómenos de crisis que se deben también a la gran presión migratoria que hace sentir el peso de otras culturas que quieren manifestarse con su libertad al interior de los países que los acogen o que llegan como refugiados.
Por largos años, Chile e Italia han colaborado para tener una fuerte presencia en ambos países de partidos políticos afines tanto inspirados en la cultura laica como la cristiana. Hoy, las cosas han cambiado y habrá que buscar otros ámbitos de colaboración entre ambos países. Sin duda, la cooperación universitaria científica y tecnológica es un buen camino. Así también, el tema de las energías renovables lo está siendo. La política, sin embargo, no debe renunciar a esta tarea que le toca.
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