Muerte e identidad: músico Nicolás Echiburú lanza disco “Procesiones”
El álbum explora temas como la muerte, la identidad y la memoria a través de una mezcla única de folclor, música docta y sonidos electrónicos. Cada canción conecta con su historia personal y su contexto social.
El pasado 16 de diciembre se lanzó oficialmente en plataformas el debut de Intro Versos, proyecto solista del músico Nicolás Echiburú. Se trata de Procesiones, un disco compuesto por siete canciones, donde los géneros musicales fluyen y se deforman como en un vórtice.
Es un disco que da la sensación de no parecerse a nada y a muchas cosas a la vez. Pero no todo es indescifrable en este álbum: aunque se presente como vanguardia, no escatima en dar claves para que cualquiera pueda asimilarlo, pues el hilo conductor de esta música es la melodía de la voz, cantable, fácil de seguir, y con una fuerte influencia folclórica.
“El tema central es la muerte. En Bienvenida aparece una voz dolida y confundida, porque perdió a alguien cercano, y finalmente encuentra algo de paz en darse cuenta de algo tan simple como el ciclo de la vida: donde estaba enterrada esa persona empiezan a crecer ‘hojas de la primavera’. En Explicación y Animita, hablo del tema desde una esfera más social, sobre la rabia ante asesinatos políticos, o sobre la memoria colectiva frente a esos hechos. Extranjera es un poema de Gabriela Mistral, que retrata a una mujer errante, que al final muere sin nunca sentirse parte de un lugar, posiblemente es ella misma imaginando su muerte”, explica el músico.
El otro tema presente en el disco es la identidad.
“Una razón por la que a mi proyecto musical le puse Intro Versos es por lo introvertido, porque la idea es esbozar temas muy personales en las canciones, como esas experiencias que mencionaba. Ropavejero fue una forma de entender cómo estaba redefiniendo quién era yo, cuando empecé a hacer mi vida adulta, viendo de otra manera esa herencia ‘sicológica’ que le deja a uno la historia familiar, entonces hablo de tomar ropas de otras vidas ‘viejas’ y darles un sentido nuevo”, agrega.
Procesiones es una secuencia donde todo se conecta, y que invita a escucharse en orden. Así lo marcan los dos primeros títulos: Epígrafe –una breve introducción instrumental–, y Bienvenida. Las letras tienen temas en común: reflexiones sobre la muerte, la identidad, la memoria o el abuso de poder.
Musicalmente, esos temas se representan mediante referencias a géneros de nuestra música de raíz, conocidos por su carácter reflexivo, como el canto a lo poeta, y las procesiones de bailes chinos, de donde salen melodías que aparecen en varios momentos. Asimismo, el final de cada pista se concatena con el inicio de la siguiente, y la última canción, Extranjera, es una pieza larga que resume las texturas del álbum y remata con una dramática conclusión.
El músico relata que el proceso de creación del álbum duró siete años, entre 2017 y 2024.
“Resultó así porque me lo tomé con mucha calma, y el tiempo me ayudó a tener perspectiva de cómo iba a realizar el concepto que tenía desde el inicio. A veces igual, simplemente no daba el tiempo, por trabajar y estudiar”, dice.
“Siempre quise grabar un disco de forma autónoma, porque así lo hicieron otros músicos que han sido influyentes para mí, y siempre sentí que era posible, aunque haya costado años y esfuerzo. Grabé en distintos lugares donde he vivido, o donde amigos, o hasta en una escuela en Argentina donde hice un curso de producción musical. Aprendí mucho por ensayo y error, en algunas canciones hice varias versiones. También colaboraron colegas, gente cercana y talentosa, en guitarra, bronces, contrabajo, viola y violín”, explica.
El artista explica que distintas vivencias lo inspiraron a crear las canciones.
“Escribí Explicación después de que mataron a Camilo Catrillanca el 2018, y la canción alude a eso, sobre todo a los responsables, por eso se menciona a la ‘carabina’, al ‘paco’ o a los ‘mejores tiempos’ en referencia al eslogan del gobierno de Piñera. En septiembre de 2019 empecé a hacer Animita. Tenía solo una idea vaga, la melodía y el título; después vino el Estallido o Revuelta Social y toda esa brutalidad que hacía eco a la dictadura -el toque de queda, las torturas, los asesinatos- y fue bastante claro el sentido que tendría la canción”, asegura.
“Lo más determinante fue lo que me tocó el 2022, cuando falleció mi pareja de ese entonces. Ahí realmente cobró sentido lo que venía haciendo, en cuanto a la temática del disco. Puse grabaciones de su risa en la primera canción (Epígrafe), que es como una dedicatoria. Ahora el álbum se trata de ella. Quiero pensar que este trabajo terminado es como las ‘hojas de la primavera’ de las que había escrito en el tema con que empezó todo”, agrega.
Tomando como base lo anterior, se arma la atmósfera sonora: sensaciones contrastantes; una mezcla de folclor con armonías y ritmos de la música docta del siglo XX, y con sonidos electrónicos; una energía que fluctúa entre lo ambiental y lo rockero; y posibilidades inesperadas para la instrumentación, como unir un clavecín, un sintetizador tipo minimoog, y flautas de chinos (Bienvenida), usar objetos caseros como percusiones, combinar una marimba, un rhodes, un címbalo y batería (Ropavejero), o tocar con una uñeta de guitarra las cuerdas del piano, para luego procesarlas electrónicamente (Epígrafe).
Canción a canción:
– Epígrafe: El LP abre con el sobrecogedor crescendo de un muro de sonido, que desemboca en una sonoridad espacial y calma de la que emerge una sencilla melodía de procesión.
– Bienvenida: Le sigue una especie de canto a lo poeta, pero con instrumentos electrónicos que imitan los toquidos de un guitarrón chileno, y una voz limpia y melancólica que presenta poemas en décimas, sobre el duelo por la pérdida de un ser querido. La canción es intensa en su mayor parte, pero hacia el final se despejan los instrumentos para dejar sola a la voz, mientras el duelo se vuelve reconciliación – “Bienvenida al fin va a ser / mi canto que un adiós era” –.
– Ropavejero: más suave la que la anterior, continúa con la voz a capela, y sutilmente se van sumando un rhodes, una marimba, un bajo y percusiones. Comienza con un carácter etéreo que recuerda al canto gregoriano, con unos toques de jazz modal. Poco a poco se va dibujando el ritmo hasta el coro, donde se revela como una tonada chilena.
– Explicación: Es una canción de protesta que alude al conflicto mapuche y critica la violencia policial y a la clase política. La voz es acompañada por un conjunto de cámara, que pese a ser acústico, tiene una potencia rockera. La música tiene ritmos de cueca, pasados por tiempos y armonías que hacen eco de Stravinsky, especialmente en las partes instrumentales, como la introducción. Es una de las canciones más breves y sin embargo está llena de contrastes bien conducidos. Destaca su final sumamente explosivo y enérgico.
– Procesión: Pieza instrumental, completamente electroacústica. El momento más etéreo del disco, con un inicio intrigante, oscuro y meditativo. La columna vertebral, en todo caso, sigue siendo la voz, solo que sampleada, de un alférez en una procesión de bailes chinos, que guía al oyente por extrañas atmósferas, hasta que el canto queda solo, para pronunciar la única frase que se deja entender: “te sacamos en procesión…”.
– Animita: Al extremo opuesto de la pista anterior, está llevada solo por una guitarra y la voz, siendo la canción más tranquila y, quizás, la más íntima y emotiva. La letra habla sobre los detenidos desaparecidos y la importancia de la Memoria. El guitarrista (invitado) Erik Marroquín despliega un manejo elegante de su instrumento. De manera órganica, alterna colores y dinámicas en el momento justo. Lo mismo puede decirse del canto, que aquí tiene espacio para lucir todos sus matices.
– Extranjera: en un estilo similar a La Poderosa Muerte, de Los Jaivas, pero en este caso, con un poema de Gabriela Mistral, esta canción pasa por varios momentos a lo largo de sus 9 minutos. El texto habla de una persona que está siempre buscando su lugar, hasta que finalmente encuentra “una muerte callada y extranjera”. Así la música es una búsqueda inquieta, donde la armonía y los estilos no quedan mucho tiempo fijos. Aquí el componente folclórico no viene desde lo chileno, sino de la música afro peruana (con el cajón como uno de los protagonistas), de la rumba, del flamenco, y del son cubano. Destaca la aparición de un trío de saxofón, trombón y trompeta, que da brillo nuevo a los colores del álbum. En el clímax, el canto se vuelve coral, y la armonía se va perdiendo gradualmente hasta hacerse atonal, y al momento de la “muerte”, todo queda suspendido en un acorde de las notas más graves del piano, que parece nunca terminar de apagarse.
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