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Escritora: “El trabajo en casa particular ha sido en gran parte ignorado por discursos feministas”
El libro “Un chal para arroparlas” se origina en la investigación de Verónica Feliu sobre el trabajo doméstico en Chile.La autora lograr construir una protagonista entrañable, humana y lejos de la caricatura de “la nana”, y realizar una crítica a la invisibilización del trabajo femenino.
Hace algunos meses Verónica Feliu (Santiago de Chile, 1961), quien reside en California, viajó al país natal para presentar su primera novela “Un chal para arroparlas” (Akén ediciones).
La protagonista de la novela es Doris, una mujer que por azares de la vida tuvo que desempeñarse como trabajadora de casa particular, y que por otros azares viaja a seguir realizando estas labores a Estados Unidos al entrar ya en la tercera edad.
En 246 páginas, la autora lograr construir una protagonista entrañable, humana y lejos de la caricatura de “la nana”, y realizar una crítica a la invisibilización del trabajo femenino que, según señala, está en la base de la sociedad chilena.
Verónica Feliu se define como chilena por nacimiento y convicción, española por filiación y estadounidense por azar. Estudió Literatura en la Universidad de Chile en los años 80 y obtuvo un doctorado en Literatura de la Universidad de Duke en los Estados Unidos. Vive en Santa Cruz, California hace 27 años, y es profesora de Lengua y Literatura en City College de San Francisco. “Un chal para arroparlas” se origina en su investigación sobre el trabajo doméstico en Chile, y las contradicciones que el tema abre desde la perspectiva feminista.
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Puertas adentro
– ¿Cómo fue el proceso para transitar desde la investigación sobre el trabajo doméstico a la escritura de ficción? ¿Qué aspectos relevantes de tu estudio te sirvieron como base para la creación de la novela y sus personajes?
– La investigación sobre el trabajo doméstico en Chile me tomó varios años. En 2006 entrevisté a trabajadoras del hogar, feministas y sociólogas especialistas en temas laborales y de inmigración. Lo recopilado se podría resumir así: el trabajo doméstico es realizado casi en su totalidad por mujeres que abandonan sus hogares, lugares de origen y muchas veces a sus propias familias e hijos para hacerse cargo de los ajenos, posibilitando así que las mujeres que las contratan se realicen individual y profesionalmente.
A pesar de ello, el trabajo en casa particular ha sido en gran parte ignorado por los discursos feministas, junto con ser denigrado y subvalorado por la sociedad y el Estado. Escuché historias que me remecieron, como la de una trabajadora que contaba con enorme remordimiento el que sus hijos se hubieran criado sin supervisión cayendo en la criminalidad mientras ella se ocupaba de los hijos de otros.
Escuché historias de abuso, de negligencia, y sobre todo de invisibilidad. Al momento de mi investigación, se producía en Chile un aumento de inmigrantes de Perú. Las mujeres peruanas llegaban solas a trabajar “puertas adentro” aunque muchas poseían educación superior.
Solo existía una institución, auspiciada por la Iglesia católica, que se ocupaba de atenderlas y colocarlas en casas particulares. Los sindicatos como SINTRACAP (Sindicato de Trabajadoras de Casa Particular) o la ANECAP (Asociación Nacional de Empleadas de Casa Particular) me dieron otra perspectiva: la de la solidaridad, las casas de acogida para trabajadoras maltratadas, la amistad y el apoyo entre mujeres que se sienten muy solas y sin posibilidades de imaginar otro futuro.
De esos relatos, y también inspirada en las mujeres que trabajaron en la casa de mis padres, surgió Doris. Mi formación en literatura me posibilitó la transición del ensayo a la ficción. Por mucho tiempo, la historia de Doris me dio vueltas en la cabeza y cuando comencé a escribirla tanto ella como los personajes con los que interactúa fueron cobrando vida. Poco a poco me fui desprendiendo de “mi voz académica” para dejar a la literatura ganar terreno. Abandonar mi necesidad de explicar y justificar fue una tarea enormemente gratificante y liberadora.
– El trabajo doméstico ha sido ampliamente abordado en la literatura chilena y también en el cine. Sin embargo, agregas una nueva artista que es el tema de la migración vinculado al trabajo de “asesora del hogar”. ¿Qué lecturas te inspiraron durante tu proceso creativo?
– La representación de la “nana” en muchas obras y películas chilenas y latinoamericanas me suele producir cierto escozor. O es un personaje secundario o alguien difícil de entender, de comportamiento errático e, incluso, criminal. Creo que ello responde a la esencia del trabajo doméstico.
A pesar de las largas jornadas laborales, existe poca comunicación real con la trabajadora y los límites y reglas muchas veces se trazan verbalmente sobre un precario orden de cosas: un contrato que oculta, a través del lenguaje amoroso (familia, lealtad, bondad, servicio, cuidado), una realidad social, económica y cultural desequilibrada y disfuncional. No solo su trabajo es invisible, también lo es su cultura, su conocimiento, su inmenso aporte a la sociedad.
Las palabras “nana”, “chica”, “criada”, “muchacha”, “chacha” (en México o España) la convierten en un ser eternamente infantil, ligado a esa área de la producción (la doméstica) que sigue sin tener el lugar y el reconocimiento que le corresponde pues continúa siendo responsabilidad exclusiva de las mujeres. Sin embargo, he oído infinitas veces en Chile que para las familias con hijos, especialmente si ambos padres trabajan, o en los hogares monoparentales, la vida sería intolerable sin la asistencia de una empleada.
La gran paradoja es que los hijos muchas veces pasan más tiempo con su “nana” que con sus padres y reciben desde muy pequeños su visión, su lenguaje y su sabiduría. Los lazos que se fundan en esa relación están en la base de la sociedad chilena y de los países latinoamericanos que perpetúan este orden de cosas heredado de la colonia.
Me gustaría mencionar a tres autores que han dejado una huella muy profunda en mi formación literaria y también en mi visión de mundo. Ellos son (sin ningún orden): los mexicanos Elena Poniatowska y Marcos (“el sub” o, más recientemente, subcomandante Galeano) y el uruguayo Eduardo Galeano. Lo que recojo de mi lectura de sus obras es una mirada que rompe maravillosamente con el concepto de “hablar por los otros”, al conseguir con su escritura “hablar con los otros”. Para hablar “con” necesitamos aprender a escuchar.
Mi escritura nace de esa necesidad. A mí no me interesa robarme la voz de otros, ni tampoco contar mi vida. Me interesan las historias menos contadas. Y trato (ojalá lo haya conseguido), inspirada en estos escritores, de practicar la empatía, usando mi voz para escuchar, no para silenciar. Kazuo Ishiguro es también un autor que ha tenido un gran impacto en mí.
Escapar del clasismo chileno
– Varios subtemas solo son posibles de trabajar a partir de la propia experiencia de migración, del vivir entre culturas y lenguas. ¿Qué tan complejo es construir personajes que se sitúan en este cruce de idiomas e idiosincrasias?
– Cuando pensaba en Doris y en su vida determiné que la mejor manera de contarla era “trayéndomela más cerca”. En mi intento por “escuchar” su historia, decidí que necesitaba sacarla de Chile por un tiempo. Quise darle la oportunidad de alejarse del entorno en el que se sentía atrapada para entender su pasado, reconectarlo con su presente y cicatrizar heridas al sentirse con la fortaleza de enfrentarlas y cuestionarlas.
En el cruce de fronteras y culturas es donde Doris y yo nos encontramos. En la dificultad de hablar otra lengua, en la experiencia de vivir “en la casa de otros”, de manera figurativa y geográfica. El exilio, o el desplazamiento, tiene ese doble efecto: nos descoloca y nos vuelve vulnerables obligándonos a navegar lo desconocido sin las herramientas que tienen los lugareños; pero, al mismo tiempo, nos proporciona la capacidad de mirar desde ese lugar híbrido del que hablaba la autora chicana Gloria Anzaldúa, integrando múltiples conocimientos y perspectivas.
– ¿Qué nos puedes contar sobre este proceso de ir escarbando y descubriendo aspectos de la cultura chilena y su clasismo? Los personajes provenientes de Chile están en otro escenario y sin embargo, de alguna manera no logran desasirse del todo de las desigualdades sociales que persisten en nuestro país.
– Me llama la atención cómo aún hoy, cuando la sociedad chilena ha pasado por cambios tan profundos, la mención de “la nana” -así, sin nombre ni apellido- sigue siendo recurrente en las conversaciones. Cuando lo oigo pienso en esos personajes que entran y salen de escena sin un papel aparente, solo para decir algo tangencial. Mi intención en la novela no es hacer un cuadro de costumbres, sin embargo todas las interacciones de Doris con el mundo pasan inevitablemente por las diferencias de clase. Ellas se filtran tanto en lo que oye como en lo que se le oculta con poco disimulo. En Chile, el apellido, el lugar donde nacemos, el colegio al que vamos, el acento y el color de la piel todavía fijan el destino de los individuos y Doris no ha podido escapar de esa determinación.
El negocio de la inmigración
– Con los años que llevas viviendo en Estados Unidos qué opinas sobre la promesa del país como territorio que ofrece la posibilidad de reinventarse. ¿Es una promesa real o solo un cliché?
– Yo provengo de una familia de migrantes. Mis padres, abuelos y bisabuelos se trasladaron más de una vez cruzando océanos y cordilleras. Yo crecí y me formé en tres países distintos. Mis hijos viven lejos del lugar donde nacieron. La migración es inherente al ser humano, sin embargo hoy tiene un cariz muy diferente debido a su masificación provocada por la crisis climática, los conflictos armados y las inmensas desigualdades entre los extremadamente ricos y los muy pobres. Los inmigrantes, en muchas partes del mundo, están siendo utilizados por razones políticas con el único objetivo de ganar adeptos para causas que no tienen nada que ver con los intereses de los votantes.
Estados Unidos es un país formado por inmigrantes y es cierto que es un crisol de culturas y gentes. Las personas que migran suelen seguir trazados que otros abrieron antes. Son tendencias repetitivas de historias que se transmiten por generaciones dentro de las familias y las comunidades. Pero la inmigración también es un negocio de inmensas ganancias, no para los que migran sino para quienes se benefician de su dolor, su trabajo y sus sacrificios. Se habla de la “inmigración ilegal” sin abordar el verdadero significado de la ilegalidad sistemática que se sustenta del traspaso de vidas.
Pero la posibilidad de reinventarse no es un cliché. No somos nunca más quienes éramos ni somos quienes habríamos llegado a ser de habernos quedado en nuestro país de origen. No nos parecemos ni a los que encontramos en el nuevo lugar ni a los que dejamos atrás. Formamos otras familias con aquellos que tienen experiencias similares a las nuestras, cambiamos nuestro modo de hablar y de posicionarnos en el mundo. Ese “no lugar” para mí es un espacio privilegiado de conocimiento y de autoconocimiento.
– ¿Qué recorrido hará la novela y cuáles son tus próximos proyectos literarios?
– Mi novela “Un chal para arroparlas” fue distinguida entre los tres libros que cautivaron a “Hablemos escritoras” con sede en Austin, Texas. Estuvo en la Feria del Libro de Viña del Mar y la editorial prepara otras actividades para marzo.
Ahora estoy en el proceso de escribir una nueva novela situada en otra época en el género del diario personal. Solo deseo que los días tengan más horas y que mi trabajo académico no me las consuma todas.