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Normativa insuficiente permitió choque entre ESO y AES Andes CULTURA|CIENCIA

Normativa insuficiente permitió choque entre ESO y AES Andes

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Marco Fajardo Caballero
Por : Marco Fajardo Caballero Periodista de ciencia, cultura y medio ambiente de El Mostrador
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La comunidad científica ligada a las astronomía exige una regulación más estricta y la reubicación del proyecto foltovoltaico de AES Andes. Mientras tanto el debate se intensifica en la antesala del Light Summit 2025, donde expertos abordarán el impacto de la iluminación.


Resumen
Síntesis generada con OpenAI
La comunidad científica ligada a las astronomía exige una regulación más estricta y la reubicación del proyecto foltovoltaico de AES Andes. Mientras el debate se intensifica en la antesala del Light Summit 2025, donde expertos abordarán el impacto de la iluminación.
Desarrollado por El Mostrador

Una normativa deficiente permitió que el conflicto entre el sistema de observatorio del Observatorio Europeo Austral (ESO) y la empresa AES Andes escalara para poner en peligro el máximo sitial de Chile en el mundo astronómico.

La firma energética busca instalar el proyecto INNA a escasos cinco kilómetros del observatorio Paranal, en la región de Antofagasta, lo que según ESO generaría tal cantidad de contaminación lumínica que afectaría visiblemente la capacidad de observación de su sistema, dado que la distancia ideal es de entre 50 y 100 kilómetros.

Además impactaría en el cercano Cerro Armazones, que alberga la construcción del Extremely Large Telescope (ELT) de ESO, el telescopio más grande del mundo de su tipo, que terminará de construirse en 2028.

“Chile es el número uno mundial en calidad de cielo por estos sitios. En cuanto uno aumente dos, tres veces la contaminación lumínica, sacamos a Chile del ranking de lugares con las mejores calidades del cielo. Y esto tiene una implicación muy fuerte. Esto significa que cuando los siguientes megaproyectos internacionales busquen un lugar en el mundo para colocar sus telescopios, no van a considerar a Chile, porque ya no va a tener esas calidades que uno necesita”, alerta la astrofísica española Itziar Gregorio-Monsalvo, representante de ESO en Chile.

Norma única

Chile posee una normativa de contaminación lumínica que es pionera en América Latina, pero aún así es insuficiente en este caso.

“La normativa actual de Chile, si no es la más rigurosa, seguro se posiciona dentro de las más exigentes en la materia. La ampliación del ámbito de aplicación a todo el país supone un desafío enorme, tanto para la industria, como para los encargados y dueños del alumbrado, pues significa que se tendrá que hacer una adecuación de todos los sistemas de alumbrado de exterior existentes con diferentes plazos de ejecución dependiendo del tipo de zona en que se emplacen”, destaca Pedro Galleguillos, responsable técnico y CEO de Laboratorio de fotometría LAMBDA Chile, también es investigador en luminotecnia por la Universidad Nacional de Túcuman de Argentina.

No es la primera vez que los astrónomos tienen problemas de contaminación lumínica. El caso más clásico es el del Observatorio del Monte Wilson en Estados Unidos, que en los años 30 entró en crisis por el crecimiento de la vecina ciudad de Los Angeles.

Se espera que la polémica sea uno de los ejes de debate en Chile será sede del LIGHT SUMMIT 2025, el mayor evento sobre iluminación sostenible en Latinoamérica, el 5 y 6 de mayo en el Teatro La Cúpula, Parque O’Higgins. Allí habrá conferencias, talleres y sesiones de networking con los principales referentes del mundo de la iluminación y el medio ambiente.

Origen

La representante de ESO en Chile señala que el contacto con AES Andes es de larga data, y que estaban al tanto del proyecto energético.

“La empresa AES Andes se nos aproximó hace varios años, cuando todavía era la empresa AES Gener. Y nos habló de un proyecto fotovoltaico y de energía eólica más pequeño que el proyecto INNA, bastante más pequeño. Y ya entonces el observatorio les hizo notar las preocupaciones por la posible contaminación lumínica, también por la posibilidad de que metiese mucho polvo a la atmósfera en la fase de construcción”, dice.

Agrega que después esta empresa, sabiendo estas consecuencias, envió el proyecto y ese proyecto se aprobó.

“Poquito después nos contactaron para intentar pasar una línea de transmisión por los territorios de la ESO, donde nosotros tenemos colocados los telescopios. Y ahí estuvimos conversando con ellos también. Les dijimos que no podíamos hacer eso porque esos territorios están dedicados a proyectos astronómicos. No se puede hacer”.

Ya en el 2024, se enteraron del famoso proyecto INNA, “que es un proyecto mucho más grande, que contempla no solamente una planta fotovoltaica y una planta eólica, sino también un puerto, una desalinizadora y una planta de producción de hidrógeno y de amoníaco”.

“Y esto ocurrió en un evento público en Taltal, donde el antiguo representante de la ESO estaba. Y ahí levantó la mano y dijo, oigan, ¿y la contaminación lumínica la han tenido en cuenta? Y fue desde entonces, desde septiembre más o menos del año pasado, reiniciamos las conversaciones con ellos para intentar modelar todo el proyecto que tenían de luminarias externas para ver cuál era el impacto sobre la contaminación lumínica”.

A final de diciembre, con los resultados en mano de los modelos teóricos de contaminación lumínica, “tuvimos otra reunión con ellos, donde les contamos qué es lo que habíamos hecho y cuáles eran los resultados y el impacto tan nefasto que iban a tener sobre el observatorio. Dijeron, gracias. Y a los pocos días, enviaron el proyecto”.

Entre medio, 39 Premios Nacionales pidieron la reubicación del proyecto. Además, el presidente de la Academia Nacional de Ciencias, Sergio Lavandero, Premio Nacional de Ciencias Naturales 2022, publicó una carta en la prestigiosa revista Nature para alertar sobre el impacto del megaproyecto.

Y aunque la empresa ha ofrecido medidas de mitigación, la representante de la ESO señala que, tal como está el proyecto, esta no es posible por sus dimensiones.

Según Gregorio-Monsalvo, la norma de contaminación lumínica ahora mismo no contempla la sumatoria de distintos proyectos que se coloquen cerca del área, sino que regula proyecto a proyecto.

“Básicamente entran en el proceso de evaluación ambiental un proyecto y evalúan el proyecto tal y como está ahora. No evalúan, por ejemplo, el modelo de negocio a futuro, si va a atraer más o menos industrias, cuánto van a contaminar esas industrias… Eso también hay que tenerlo en cuenta. ¿Cuánto de contaminación tenemos ahora? ¿Y la sumatoria de las industrias que están colocadas alrededor del observatorio? Y a futuro, ¿cuál es la proyección?”, se pregunta.

Normativa

Actualmente, el Decreto Supremo n.º 1 de 2022 del Ministerio del Medio Ambiente establece una norma para la emisión de luminosidad artificial generada por el alumbrado exterior.

La norma fue redactada por el Ministerio del Medio Ambiente y en su etapa de redacción participaron científicos de diferentes áreas.

“La normativa actual ha sido elaborada a partir de la revisión del decreto anterior, y este, a su vez, fue elaborado de un documento previo. Todos han ido incorporando aspectos con el fin de mejorar su aplicación y mitigar el problema. La responsabilidad principal de su elaboración recae en el Ministerio del Medio Ambiente, sin embargo, en su redacción hemos participado múltiples profesionales provenientes de diversas áreas aportando desde nuestra expertiz en diversas reuniones y comités técnicos”, señala Galleguillos.

Asimismo, hay un segundo decreto, correspondiente a las áreas de interés científico para la astronomía. Estas fueron propuestas por científicos y el decreto lo promulgó el Ministerio de Ciencias.

Por otra parte, en 2024 el Servicio de Evaluación Ambiental (SEA), publicó una guía de criterios para definir si un proyecto era susceptible de afectar el brillo del cielo para la astronomía, pero los parámetros ahí expuestos no se condicen con las necesidades que tienen los observatorios científicos, según ESO.

Dicha norma proporciona protección específica para las Áreas Astronómicas identificadas, como las comunas de Taltal (que incluye Paranal y CTAO-S) y Antofagasta (Armazones).

“La normativa actual regula, de forma aislada, las emisiones de cada proyecto, sin tomar en cuenta el efecto acumulativo de múltiples proyectos. Esto es, es una norma de emisión asociada a fuentes específicas, en particular luminarias o alumbrado exterior, pero no una norma de calidad de los cielos que permitan mantener y proteger las condiciones actuales de oscuridad”, insisten desde ESO.

Agregan que los criterios del Servicio de Evaluación Ambiental (SEA) para evaluar la afectación de proyectos relativos a las Áreas Astronómicas establecen un valor del 10% como límite aceptable para la contaminación lumínica artificial.

“Este valor está muy por encima de la contaminación lumínica actual”, señala ESO.

“Este proyecto INA pretende atraer al área otras industrias que van a usar este puerto para exportar también sus productos. Y es un proyecto a muchas décadas, a por lo menos 4 o 45 años, creo, entre la construcción y el cierre. Entonces, es un problema que tenemos que mirar no solamente ahora, sino de cara al futuro, a 50, a 60 años”, alerta su representante.

Trayectoria de ley

En Chile, la norma de contaminación lumínica existe desde el año 1998, se actualizó en 2014 y ahora en 2024.

“En esta última actualización destaca que tiene un alcance nacional al reconocer el impacto que tiene la luz artificial en la salud y la biodiversidad. Además, fija áreas de protección especial en donde la norma tiene estándares más altos, y una de estas zonas corresponde a las áreas de interés científico para la observación astronómica”, explica Daniela González, director ejecutiva de la Fundación Cielos de Chile.

Esta normativa señala restricciones respecto a la dirección, intensidad y radiancia espectral de las luminarias. En las áreas de interés para la astronomía el contenido de luz azul es un aspecto importante y por eso se limita a un 1%.

Además, en 2019 se modificó la ley de bases del medio ambiente y se incluyó que los proyectos que se localicen cerca de áreas astronómicas deben demostrar su impacto lumínico a través de una evaluación de impacto ambiental.

“La regulación actual se hace cargo de varios aspectos y ha endurecido los criterios de admisibilidad de fuentes de luz utilizadas en el alumbrado de exteriores, estableciendo limites en varios aspectos, tales como: la emisión de flujo luminoso hacia el hemisferio superior; también, en la tonalidad de la luz emitida por estas fuentes (su emisión espectral, principalmente, evitando emisión en tonalidades azules); asimismo, por reflexión de la luz en las superficies que se iluminan; también, en el nivel de brillo de avisos y letreros luminosos e iluminados; además de restricciones del horario de funcionamiento de algunos tipos de instalaciones de alumbrado de exterior como, por ejemplo, recintos deportivos”, destaca  Galleguillos.

“Estos límites son aplicados con mayor o menor rigurosidad, dependiendo de la calificación que tengan las distintas zonas del territorio nacional, distinguiendo entre: áreas de protección de la biodiversidad, zonas de reproducción asociadas a los planes RECOGE del MMA, y áreas astronómicas; del resto del territorio nacional”.

Impacto de proyecto de AES Gener

En cuanto al proyecto INNA, González destaca que se encuentra actualmente en evaluación ambiental.

“Corresponde a los organismos que revisan estos proyectos determinar si cumple con la normativa ambiental. Nosotros como Fundación Cielos de Chile haremos llegar nuestras observaciones dentro del proceso de participación ciudadana, pues vemos omisiones y falta de datos respecto al componente lumínico”, comenta González.

Para Galleguillos, “desde la perspectiva luminotécnica, el proyecto mencionado pareciera cumplir con todas las exigencias técnicas normadas en la actualidad”.

No obstante, a su juicio se debe considerar que, pese a ello, se habla de una zona donde actualmente no existe ningún tipo de iluminación artificial significativa, y que, en adición, su ejecución se proyecta muy cerca de donde se emplazan importantes centros astronómicos, por lo que cualquier aporte de luz, por más mínimo que sea, significa una pérdida de condición de calidad de cielo nocturno o aumento del brillo de éste.

“En ese sentido, pienso que la discusión no debería ir en cuanto al cumplimiento normativo, sino relacionada al impacto global -no solo lumínico- que éste genere en la zona versus los potenciales beneficios que podría generar. Por lo tanto, el análisis se debería ponderar, en mi opinión, hacia la relevancia que tienen los cielos de Chile en esa zona, no solo como ventana al universo, sino como patrimonio cultural de la humanidad”.

Norma insuficiente

Al ser consultada sobre si es suficiente la normativa actual, González expresa que la norma lumínica actual es una norma de emisión, por ende regula la fuente de contaminación que en este caso son las luminarias.

“Es un gran avance y somos el único país que tiene una norma lumínica de alcance nacional. Sin embargo, es necesario avanzar hacia una norma secundaria que calidad de brillo del cielo, asegurando que se preserve la calidad de los cielos con fines científicos”.

Galleguillos destaca que la normativa actual es la más rigurosa que ha tenido el país desde que se regula en esta materia.

Aún así, “quizás, para este caso, no es suficiente, ya que requiere de un análisis concurrente”.

“Sin embargo, no creo que el problema sea de la norma; en mi opinión, las normas y regulaciones deben aplicarse en criterio y contexto, al igual que la elaboración de proyectos. Es decir, las normas se diseñan para dar respuestas y/o soluciones a problemas específicos aplicables en múltiples y diversas situaciones y, si bien sería ideal, es muy difícil poder elaborar un marco normativo especifico para cada caso, pero es aquí donde toman relevancia las instancias de evaluación técnicas y objetivas previas a la instalación y/o ejecución de proyectos -ejecutados por SEA y/o SEIA- y la apertura de los encargados a modificar y/o replantear dichos proyectos en base a los resultados de dichas evaluaciones”.

Única a nivel internacional

Cuando se compara esta normativa con otras a nivel internacional, González expresa que “somos el único país que cuenta con una normativa nacional que suscita mucho interés a nivel internacional”.

“Asimismo, es importante recordar que desde el año 2019 la luz artificial está reconocidas como un contaminante dentro de la legislación chilena. Avanzar hacia una norma de calidad del brillo del cielo nos haría pioneros en este tema, pero es un rol que nos toca tomar el liderazgo por la excepcionalidad de los cielos del norte del país para la actividad astronómica. Estamos hablando de los últimos cielos prístinos del mundo, lo que requiere de medidas adicionales a las que existan en cualquier parte del mundo”, dice González.

Para ella, en Chile, dado que la norma lumínica entró en vigencia en octubre del año pasado, recién se están viendo los impactos de su implementación.

“Como parte de nuestro trabajo dentro de la Fundación Cielos de Chile revisamos los proyectos que se someten a evaluación ambiental y vemos un tremendo desconocimiento de la norma y de su aplicación”, comenta.

Ella destaca que cuantificar y modelar los efectos de la contaminación lumínica es complejo, “y vemos que los equipos y servicios de los organismos regionales no cuentan con las capacidades y entrenamiento suficiente para desarrollar estas tareas, por lo que nos preocupa que los efectos en términos de contaminación lumínica de estos grandes mega proyectos sea subdimensionado”.

En ese marco, desde ESO señalan que a pesar de que AES Andes los ha contactado varias veces para trabajar en mitigación, “nosotros, a partir de los modelos teóricos, hemos dado una respuesta muy clara: no existe mitigación posible si se quedan donde están”.

“No tiene en cuenta que va a haber 500 personas viviendo allí de continuo, 24 horas al día, y que esa gente necesita vivir dentro de edificios donde va a haber luz de noche, estructuras que van a reflejar la luz de esas luminarias, etc. Entonces, el mensaje a la empresa siempre ha sido bien claro: no podemos mitigar más”.

Para la representante de ESO, la única mitigación posible es moverse a una distancia de seguridad “y nosotros estamos muy abiertos a seguir colaborando si se considera el movimiento del proyecto INNA a una distancia de seguridad, por supuesto, para mitigar lo máximo posible, pero siempre y cuando el proyecto se mueva, porque no existe mitigación de las leyes naturales, básicamente”.

Prevención

Finalmente, en cuanto a cómo se pueden prevenir este tipo de problemas en el futuro, a juicio de la representante de ESO, ahora, a nivel normativo, “se necesita otra capa de protección que ahora mismo no tenemos y está relacionada con mantener la calidad de estos cielos que son prístinos, que son los más oscuros del planeta. Eso es lo que nos está faltando”.

“Necesitaríamos en ese sentido dos cosas. Uno es empezar a trabajar en una norma secundaria de calidad que pueda proteger la calidad de estos lugares. Y, en segundo lugar, establecer de momento un área de exclusión a partir de la cual no se puede instalar ningún proyecto industrial que no esté relacionado con astronomía”, dice la representante de ESO.

Esta distancia depende del proyecto en sí. ¿Por qué? Porque va a ir aumentando según se van acercando el observatorio la contaminación lumínica, dice.

“Entonces, si es un proyecto grande hay que colocarlo bien lejos. Si es un proyecto pequeño se puede colocar un poco más cerca. Hasta ahora hemos tenido suerte, porque si bien hemos notado que el número de industrias de distinto índole se ha ido aproximando al observatorio y están empezando a contaminar cada vez más, están a una distancia de seguridad que son 50 kilómetros. Por eso hablamos y también porque los modelos teóricos a partir de las luminarias del proyecto INNA nos indican que a partir de 50 kilómetros en las condiciones actuales de cielo, ahí se empieza a ver cómo se mitiga esta contaminación lumínica y cuando te llevas el proyecto a 100 kilómetros desaparece prácticamente la contaminación lumínica es casi inapreciable”.

González señala que es necesaria mayor difusión de los efectos de la contaminación lumínica y con avanzar en términos legislativos.

“Hemos solicitado al Ministerio del Medio Ambiente que se avance en la redacción de una norma secundaria de calidad del brillo del cielo, pero esto es un proceso que nos tomará años. Mientras tanto, y dado el importante números de proyectos que proyectan vecinos a las áreas astronómicas, urge que se revisen los criterios de susceptibilidad de impacto”, afirma González.

“La guía del SEA toma como referencia un tope del 10% de afectación a la calidad el brillo del cielo, y cada titular asume que cada proyecto puede llegar a ese límite. Ese límite y esa interpretación es fatal, pues una afectación de menos de un 1% de la calidad del brillo del cielo en total ya resta competitividad a las grandes inversiones en ciencia y tecnología que operan en el país, y ponen en riesgo el liderazgo de Chile en estos temas”, dice la directora ejecutiva de la Fundación Cielos de Chile.

Sustentabilidad

Para Galleguillos, se debe considerar que, pese a que la normativa actual tiene una impronta vinculada a la sustentabilidad ambiental general, su origen o principal motor siempre ha sido el ámbito astronómico y la preservación de la calidad de los cielos de Chile para estos fines.

A su juicio, precisamente, el desarrollo de normativas que regulen la contaminación lumínica han sido el respaldo que el Estado de Chile ha entregado a la comunidad astronómica para que ésta confíe e invierta en la construcción de los megaproyectos que actualmente se encuentran en ejecución y que permitirían que Chile concentre cerca del 70% de la capacidad astronómica a nivel mundial.

“Por lo que, desde esa mirada, en los más de 25 años que tenemos de normativa en el país, por supuesto que producto del crecimiento propio de las ciudades, de nuestra demografía, de los cambios tecnológicos, de la explotación minera etc, si han existido problemas, y esto es algo que con mucha certeza también ha pasado en otros países que cuentan con este tipo de regulación. Lo importante es lograr ejecutar proyectos que apunten hacia un crecimiento económico, mejorar la eficiencia energética y, por supuesto, sean sustentables”, resalta.

El investigador cree que todas las normativas y regulaciones son perfectibles en el tiempo.

“No sé si existe una normativa ideal, pues siempre este tipo de documentos deben ser revisados y actualizados a contextos y ámbitos específicos. En mi opinión, para evitar este tipo de problemas no solamente se debe pensar en la regulación, sino que debe existir una correspondencia entre distintas partes donde al menos sea evidente una conciencia ambiental, diseño de iluminación, educación de calidad y por supuesto normativas actualizadas”, concluye.

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