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La cinta nominada al Oscar que obligó a los brasileños a recordar su dictadura

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Marco Fajardo Caballero
Por : Marco Fajardo Caballero Periodista de ciencia, cultura y medio ambiente de El Mostrador
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“Aún estoy aquí”, vista por cinco millones de personas en Brasil, cuenta la historia de una mujer se hace cargo de su familia tras el secuestro de su esposo por militares. Una familia que el propio director Walter Salles conoció en los 60. “El asesinato de Rubens Paiva me marcó para siempre”, dice.


La película brasileña “Aún estoy aquí” es una de las candidatas al Premio Oscar que se entrega este domingo.

Se trata de la única película latinoamericana en carrera y cuenta la historia real de una mujer que debe asumir las riendas del hogar cuando su esposo, el ingeniero y diputado Rubens Paiva, es secuestrado por las fuerzas de seguridad. Está inspirado en el libro homónimo de Marcelo Rubens Paiva, sobre la historia de su familia.

La cinta, estrenada en el Festival de Venecia, ha sido un éxito en Brasil, con cinco millones de espectadores, en 650 cines en 16 semanas, con el mejor desempeño cinematográfico post pandemia. En el Oscar tiene nada menos que tres nominaciones: Mejor Película, Mejor Película Extranjera y Mejor Actriz, para Fernanda Torres.

Marca el regreso del cineasta Walter Salles (“Diarios de motocicleta”, “Estación Central”, entre otros, tras 13 años sin filmar. Ya fue premiada en Venecia (Mejor Guion Original), Premios Goya (Mejor película Iberoamericana) y los Globos de Oro (Fernanda Torres, como Mejor Actriz).

Es una película sobre el silencio. El silencio de un país que optó por la brutalidad, la truculencia, actuar en silencio, y de una mujer que no tiene respuestas que darles a sus hijos sobre por qué desapareció su padre”, explica la actriz protagónica en una entrevista que es parte de la promoción de la cinta.

Sutil e inteligente

Estrenada en febrero en Chile, la cinta ha sido saludada por la crítica local.

Es una película sutil, inteligente y sensible, que aborda una historia dolorosa sufrida por todo un pueblo, que comparte muchas similitudes con la sangrienta dictadura chilena”, comentó el crítico Juan Marín Bascuñán.

Para Claudio Pereira, director del Festival Internacional de Cine de Viña del Mar, la cinta “no solamente refleja o representa un caso en particular, como el caso de la desaparición de este excongresista, sino que representa la forma en que la policía secreta y la policía del Estado, la policía política del Estado en estas dictaduras, actuaba contra las personas, incluida la tortura psicológica, física y quizás una de las manifestaciones más violentas de todas estas experiencias, que es la desaparición forzada de personas”.

Mi alegría es porque en Brasil la película ha tenido un impacto tremendo, tanto a nivel de público, a nivel de crítica, como a nivel de debate social, cultural y político. Un país que durante años se negó a hacer un reconocimiento a la memoria histórica”, señaló por su parte el cineasta Luis R. Vera.

Dictadura brasileña

La dictadura brasileña duró de 1964 a 1985, tras derrocar al gobierno democrático del presidente João Goulart, quien moriría en 1976 en extrañas circunstancias en Argentina, tras el golpe de Estado en ese país. En 2014, la Comisión Nacional de la Verdad (CNV) elaboró una lista de 421 casos de personas que murieron o desaparecieron por la acción del terrorismo de Estado.

Sin embargo, un lustro después el entonces presidente Jair Bolsonaro negó la existencia de la propia dictadura. Incluso llamó “héroe nacional” a un torturador de la dictadura e invitó a la viuda del militar al Palacio del Planalto.

João Pedro Soares, productor y periodista brasileño, explica a El Mostrador que el cine brasileño ya había producido obras importantes sobre la dictadura militar en el país, que exploraban la brutalidad del régimen con escenas de tortura y dureza estética, para transmitir al público el peso del aire que se cernía sobre Brasil en esa época. La narración presentada en “Aún estoy aquí” se sitúa en este mismo contexto histórico.

Crédito: Getty

“En la película de Walter Salles, el espectador no se encuentra ante una escena de violencia explícita. El drama vivido por la familia Paiva en un contexto de arbitrariedad es retratado con extrema sensibilidad, desde la perspectiva de una mujer que descubre que es viuda y necesita empezar de nuevo”, explica.

A su juicio, la interpretación de Fernanda Torres transmite, en sí misma, todo el peso que Eunice Paiva llevaba sobre sus hombros, además de su extraordinaria resiliencia al no dejarse vencer, ni silenciar, ante la realidad opresiva.

“Éste es el gran activo del director Walter Salles y de todo el equipo del filme: exponer la barbarie y su perversidad con delicadeza“.

Crédito: Cedida

Candidatura inédita

Es la primera vez que una película brasileña compite por el Oscar a Mejor Película, y la nominación a Mejor Película Extranjera repite un logro del propio Walter Salles en 1999.

En aquella ocasión, compitió con “Central do Brasil”, que tenía como actriz principal nada menos que a la madre de Torres, Fernanda Montenegro, una leyenda de la dramaturgia nacional. La madre de Fernanda fue la única brasileña nominada al Oscar hasta entonces.

“Estos datos dan una idea de la importancia de nominar una película brasileña al Oscar en tres categorías. Y el timing en que ocurren los acontecimientos hace que todo sea más interesante. La película que revive la memoria de la dictadura militar brasileña gana esta visibilidad en un momento en que vientos autoritarios vuelven a soplar en todo el mundo, incluso en el país donde se realiza la ceremonia”, explica.

Y destaca que mientras se filmaban las escenas de la película, en 2022, algunos militares estaban planeando un golpe de Estado que incluía el asesinato del presidente electo Luiz Inácio Lula da Silva.

Por eso, “Aún estoy aqui” reaviva la importancia de construir recuerdos del pasado para no repetirlo en el presente, remata.

El director Walter Salles durante la filmación. Crédito: Cedida

Walter Salles y la familia Paiva

El propio director releva que conoció a la familia Paiva en 1969, según revela en otra entrevista que es parte de la promoción de la cinta.

“Vinieron a vivir a Río, ciudad a donde yo regresaba después de cinco años en el extranjero. Entonces pasé parte de mi adolescencia en la casa que habían alquilado en Leblon y que está en el centro de ‘Aún estoy aquí’. Por allí pasaban amigos de la familia, periodistas, músicos y también niños más pequeños”.

Una cosa particular es que “no había distinción entre adultos, adolescentes y niños”.

“Fue así como pude escuchar acalorados debates sobre la situación política durante la dictadura, fue allí donde conocí a personas que me han impactado hasta el día de hoy, donde descubrí (el movimiento cultural) Tropicália, por ejemplo. La casa Paiva, como el cine, de otra manera, me permitió comprender que el mundo era mucho más amplio de lo que podía imaginar a partir de la realidad de mi propia familia”, recuerda.

Crédito: Cedida

Los afectos

Agrega que uno de sus recuerdos más fuertes cuando era adolescente es el de una casa donde las puertas y ventanas siempre estaban abiertas, donde se reunían grupos de diferentes edades. Esta posibilidad le resultaba sorprendente en un país bajo dictadura.

“Además, los afectos en esta familia eran diferentes a los que conocía en la mía. Para la adolescente que era, este contraste era sorprendente”.

Salles “no es sólo un gran cineasta, es un gran ser humano, sensible, con una mirada muy empática. Vio algo en mi familia que ni siquiera nosotros veíamos: una alegría, una libertad, una casa con mucha música, un movimiento de entrada y salida“, confirma el autor del libro homónimo en material promocional del film.

Vio esta casa y sobre eso quería filmar. Quería filmar esta casa que es prácticamente un personaje de la película y cuyo proyecto de vida fue interrumpido por una violencia absurda cometida por el Estado, que invadió la casa y arrestó a mi padre, a mi madre, a mi hermana. Creo que este punto de vista de la película es realmente genial, porque muestra cómo una familia puede ser víctima de un conflicto político que muchas veces ni siquiera tiene mucho sentido, como la Guerra Fría, por ejemplo. En el caso brasileño, aquí nadie quería dar un golpe comunista. Eran simplemente nacionalistas expulsados ​​del poder, a pesar de haber sido elegidos en 1964, porque querían hacer cosas básicas, como reformas básicas e incluso una reforma agraria”, explica.

Para el cineasta, la historia de Paiva era la de un proyecto de país que fue “brutalmente interrumpido”.

En la casa de Rubens y Eunice palpitaba el deseo de un país libre, con una identidad independiente, esencialmente brasileña. En ese momento estaba surgiendo una nueva arquitectura con Niemeyer y Lúcio Costa, una nueva música con Caetano, Gal y Gil, una nueva literatura con Clarice Lispector y Lygia Fagundes Telles, un Cinema Novo con Nelson Pereira dos Santos y Glauber Rocha, Lygia Clark, Oiticica y Gerchman en las artes visuales… Para la familia Paiva, vivir según estos criterios era una forma de resistencia”.

Fue este Brasil posible, original e independiente el que fue interrumpido por el golpe militar, según Salles. Para él, el secuestro y asesinato de Rubens Paiva son consecuencia de la violencia estatal que comenzó en el país en 1964 y se agravó a partir de 1968.

Crédito: Cedida

Marcado para siempre

El asesinato de Rubens Paiva me marcó para siempre“, es otra de las cosas que revela Salles.

Luego, la publicación del libro de Marcelo sobre sus padres y el relato de la reconstrucción de la memoria familiar por parte de su madre lo conmovió profundamente.

Es un registro de madurez, de una belleza profunda y desgarradora, en el que Marcelo reconoce que su madre había sido la heroína silenciosa de su familia”.

Aún así, admite que el libro, publicado en 2015, no fue suficiente para despertar la certeza de que debía dirigir la película.

“La cercanía con la familia, la comprensión de que la reconstrucción del pasado depende de diferentes fragmentos de memoria de cada persona que vivió estos hechos, me hicieron reflexionar mucho antes de iniciar esta aventura, hace siete años. Lo que finalmente me liberó fue que Marcelo siguió el desarrollo del guión escrito por Murilo Hauser y Heitor Lorega. Esta colaboración estuvo marcada por su mirada aguda y exigente, pero también por su capacidad para mantener cierta distancia, ya que también era escritor y guionista”, afirma.

Fue necesaria una cierta inmersión para hacer toda la investigación sobre los años 70 y llegar al guión final. A esto se suma el hecho de que el cine brasileño prácticamente se detuvo durante cuatro años. Dicho esto, esta película requirió una madurez que probablemente no tenía al inicio del proceso. El tiempo, la espera, la lenta reconstrucción de la vida de esta familia, todo ello exigía un proceso de decantación para comprender mejor”.

Crédito: Cedida

La nueva realidad

Salles además aborda por qué este tema no fue abordado antes, pasado medio siglo.

Mi generación llegó al cine después de 21 años de dictadura militar, de 1964 a 1985. Muchas historias no pudieron contarse durante esos años plomizos. Habría sido lógico abordarlos, pero el desastre del gobierno de Collor a principios de los años 1990 nos obligó a enfrentar la realidad inmediata de un país nuevamente en crisis”, explica, algo que hizo con  “Tierra Extranjera” y luego “Central do Brasil”.

Crédito: Agencia Brasil

Después, cuando la extrema derecha comenzó a ganar fuerza en Brasil, “quedó claro cuán frágil era nuestra memoria de los años de dictadura militar”.

Proponer reflexiones sobre este período me pareció vital para comprender mejor el trauma vivido y no repetir los mismos errores del pasado“, afirma.

Para él, en su película “el Estado invade el corazón de una familia, decide quién vivirá o quién morirá, hace desaparecer un cuerpo”, a lo que se suma que en 2021 Bolsonaro entregó medallas de honor a los torturadores de esa época.

“Esta película, que comenzó a desarrollarse antes de estos años terribles, lamentablemente parece ser no sólo una película sobre un pasado remoto, sino también una película sobre los peligros de las nuevas formas de autoritarismo que están presentes en Brasil y en el mundo”, dice Salles.

Crédito: BBC

Memoria

Para Marcelo Rubens Paiva, es importante que haya un debate sobre el legado de la tortura, el legado del abuso, el abuso de autoridad y la injusticia social.

“El gobierno también tiene el deber de rescatar la memoria, y hasta el día de hoy seguimos luchando por un museo que cuente esta historia, como el Museo de Derechos Humanos de Chile. Pero el arte, la literatura, el cine y el teatro también tienen ese papel”, dice.

Rubens cree que “tenemos que volver a hablar de esto porque el mundo está conociendo nuevos regímenes autoritarios y personas que prefieren cambiar democracia por dictadura”.

Aquí en Brasil hay gente que defiende la intervención militar y el regreso del AI-5 (un decreto de 1968 que endureció la dictadura), pero no es sólo aquí, está en todo el mundo”, alerta, y apunta a países como Italia, donde la ultraderecha está en el poder, a Alemania, donde el partido de extrema derecha acaba de salir segundo en los comicios, a Francia, “donde la derecha ha crecido mucho”, a Estados Unidos, “donde Trump es una amenaza para la democracia”, incluso en Rusia, Turquía y la propia Argentina.

Ees necesario volver a hablar de la necesidad de valorar la democracia. Creo que el papel de la película es un poco así”, concluye.

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