
Editora francesa y colonialismo: “No se puede reparar, pero sí tratar de revisar y repensar”
Nathalie Chapuis, editora de la obra “El Espíritu de los Hombres de Tierra del Fuego” y actual presidenta de Atelier Editorial Xavier Barral, vino a Chile en el marco de la inauguración de una muestra del fotógrafo alemán Martin Gusinde con retratos de miembros de pueblos patagónicos.
Este viernes se inauguró la exposición “Voces de la Patagonia. Memoria Ancestral” en el CECREA de Castro, en Chiloé, una muestra que reúne 37 piezas de una colección de 147 imágenes de los pueblos Selk’nam, Kawésqar y Yámanas.
Las imágenes fueron registradas a principios del siglo XX por el sacerdote alemán Martín Gusinde (1886-1969) y son el vivo testimonio de una cultura ancestral.
Esta exposición forma parte de una colección de imágenes adquiridas por Francisca Cortés Solari, fundadora y presidenta ejecutiva de Filantropía Cortés Solari al Atelier Xavier Barral, en 2019.

Francisca Cortés Solari, fundadora y presidenta ejecutiva de Filantropía Cortés Solari, en la revisión de imágenes de Gusinde. Crédito: Fundación Meri.
Visita a Chile
En el marco de la inauguración vino a Chile la historiadora de arte y diseñadora Nathalie Chapuis, editora de la obra “El Espíritu de los Hombres de Tierra del Fuego” y actual presidenta de Atelier Editorial Xavier Barral.
Chapuis manifiesta estar muy contenta de estar en Chile, en su primera visita a América Latina. La casa editorial para la cual trabaja tiene una publicación sobre el fotógrafo chileno Sergio Larraín, así que ya había un vínculo con nuestro país.
Ella cuenta que las imágenes expuestas en este caso fueron recuperadas por Xavier Barral y Chapuis tras un largo trabajo desde un monasterio de la comunidad salesiana cerca de Colonia, a partir de 2013.
En ese sentido, para ella es importante, de cierta manera, “hacer esta devolución simbólica y darles estas imágenes a Chile”.

Crédito: Martin Gusinde/Fundación Meri
La editorial
La casa editora de Chapuis se especializa en una fotografía, “pero no cualquier tipo de fotografía”.
“Nos interesa la fotografía que tiene algo que decir. ¿Qué dice esa fotografía del mundo? ¿Qué dice esa fotografía de la historia, y la cultura? ¿Qué dice de un país?”, explica.
“Podría llamar la atención que una casa de edición francesa se interesara (en las imágenes de Gusinde). Hicimos un trabajo de rescate de archivos que estaban, de hecho, en Alemania, en muy mal estado de conservación. Un trabajo, en el fondo, de conservación, digitalización. Era muy importante, pero no lo veíamos sólo en la mirada francesa, sino como una salvaguarda para la humanidad de un patrimonio”, dice.
“Primero está la publicación del libro con el rescate de archivos, pero también un compromiso de digitalización de las placas de vidrio y también de los negativos de gelatina que estaban también pronto a desaparecer. Había que, en el fondo, salvarlos”.

Crédito: Martin Gusinde/Fundación Meri
El encuentro con la obra de Gusinde
¿Cómo llegaron ellos a toparse con Gusinde?
Chapuis cuenta que Barral en su juventud fue marino. Y una vez, tras cruzar el Cabo de Hornos, en un pequeño museo en Puerto Williams, se encontró con esas imágenes que, en el fondo, le hicieron sentido y durante muchos años como que dieron vuelta en su cabeza, “quedó fascinado”.
Veinte años después, al visitar el Museo Antropológico de París, se encontró con dos de las imágenes que había visto y las reconoció. Eran de Martín Gusinde. Barral habló enctonces con el curador de la muestra para consultarle el origen de las fotografías, y éste le dijo que provenían de un archivo del Anthropos Institute, ubicado en la localidad de Sankt Augustin, cerca de Colonia, en Alemania.
Gusinde, además de fotógrafo, era sacerdote y no tenía hijos. Donó su archivo fotográfico a una orden sacerdotal salesiana en un monasterio en Alemania, cerca de Colonia. Y allí viajaron Chapuis y Barral, en 2013.
“El archivo que tenía este monasterio era de cerca de 1.200 imágenes repartidas entre placas de vidrio y negativos de gelatina, películas de gelatina. Y pasamos varios días observando todo este archivo de 1.200 imágenes que, básicamente, estaban guardadas sin ningún cuidado en una caja de madera”.
Entonces allí solicitaron poder llevarse el archivo de todas las imágenes porque, “claramente se estaban deteriorando e iban a desaparecer”. Y le pidieron el permiso a esta orden para llevarse este archivo a París para digitalizarlo.
Quedaron fascinados por la belleza de lo que se encontraron, sin saber muy bien qué lectura tenían que darle, y cómo continuar con lo que tenían en las manos.

Crédito: Martin Gusinde/Fundación Meri
La investigación
“Había una necesidad de investigar, en el fondo, de cuál era la historia detrás de esas imágenes”, porque “si bien podría parecer tan lejano, en el fondo, todos los pueblos de la Patagonia, del continente europeo, había algo de universal en eso”.
Y también surgió la intención, efectivamente, “de entregar y conectar con Chile” por estas imágenes “que tiene que ver con esta conexión primigenia de los pueblos más antiguos, esa conexión más universal, relacionada más a escala de humanidad”.
La investigación partió en tres ejes. Primero se contactaron justamente con un especialista del Museo Quai Branly para que los ayudara y los asesorara en el fondo en la investigación, y después con otra persona que en el fondo era especialista sobre toda la historia de los pueblos de la Patagonia. Y por último contactaron una autora chilena que había justamente hecho una tesis sobre la historia de los pueblos de la Patagonia.
Todo ello desembocó en una exposición que fue exhibida en el Festival de Fotografía de Arlés, junto con la publicación de un libro en francés, en alemán y en español, en 2015. Y tuvo mucho éxito.
“No solo que las imágenes eran bellas y enigmáticas, sino también por esta cosa primigenia de civilizaciones antiguas, esa curiosidad, inquietud que producen”.
A raíz del éxito de la exposición y del libro, empezaron a ser contactados por fundaciones chilenas para, en el fondo, conocer la historia detrás del trabajo que habían hecho con estos archivos. Así fue como la Fundación Meri adquirió algunas de estas impresiones y empezó a participar en el desarrollo del proyecto que se presenta ahora en Chiloé.

Crédito: Fundación Meri
La historia de Gusinde
Chapuis además destaca la historia de Gusinde para explicar la singularidad de su trabajo, a partir de su arribo a Chile en 1912.
“Es interesante cómo, siendo sacerdote, se acerca al territorio y al lugar que llega, muy interesado por cuestiones de la antropología. Él busca por ejemplo aprender castellano, a su vez le enseña alemán a sus estudiantes. Entonces hay una perspectiva de buscar integrarse, de buscar realmente conocer más de una perspectiva como meramente colonial”, cuenta Chapuis.
“Él quería aprender y conocer. Él está en Santiago y parte solo a la Patagonia, lo que en ese momento era una tremenda travesía. Y él parte con su cámara de fotos, totalmente consciente de las condiciones climáticas, de la Patagonia, del viento, la lluvia, también consciente de las misiones anglicanas o anglosajonas que ya existían, pero plenamente al tanto también que son pueblos que están a punto de desaparecer. Entonces parte con esa determinación”, relata.
“Y va haciendo viajes, de hecho se da el trabajo de aprender el yagán y se da cuenta en uno de esos viajes del abandono en que están estos pueblos. Y siente esa urgencia de literalmente fijar la historia en esas imágenes. Y la especificidad. Es súper importante el contexto histórico de la antropología en el fondo europea que es contemporánea a ese periodo, donde son retratos bastante particulares, retratos vamos a decir más fijos, más de estudio”.

Martin Gusinde. Crédito: Museo Nacional de Historia Natural.
Para ella, lo que distingue a Gusinde “es que él se pone a fotografiar los momentos realmente del día a día y del cotidiano y no ya ese retrato más estructural y fijo propio de la antropología europea de ese periodo”.
Subraya que si bien Martin Guessing no tenía una formación como fotógrafo, en el fondo ese cotidiano en el que busca integrarse, que va a aprender los idiomas y que va a poder en el fondo integrarse, lo va a llevar incluso a ser invitado a ceremonias.
“Por eso hay una intimidad en sus imágenes, un cotidiano, una ceremonia en la cual puede lograr registrar, pero siempre con darse cuenta, se estaba dando cuenta lo que estaba pasando bajo sus ojos, de esto que estaba en vía de desaparecer. Y por otro lado, como ejemplo, esa idea de esa integración, el aprender los idiomas, el vivir el cotidiano, no hacer en el fondo esta antropología que iba a sacar una foto y se iba, esa verdadera necesidad de aprender el territorio y conocer la cultura, lo hizo puramente si se ve reflejada esa intimidad en sus imágenes”.
En ese sentido, en Gusinde “no hay como condescendencia, no hay esa mirada como superior, es igual en el fondo”.
Este enfoque resulta aún más notable tomando en cuenta que Gusinde, de niño, había sido visitante de los “zoológicos humanos”, una suerte de feria de individuos de pueblos indígenas de América y África que habían sido muy populares en Europa a fines del siglo 20, y que incluían a personas de los pueblos patagónicos.
“Le marcó su memoria que cuando él tenía 12 años, justamente vio esos desfiles de los distintos especímenes, con distintas pieles, con distintos ropajes, algo que parecía tan lejano, tan exótico. Entonces a los 12 años lo marcó ese contexto y esa banalidad, en el fondo. Queda tan como conmocionado y fascinado que habla con su profesor y le pide justamente que le cuente más sobre estos pueblos y estos lugares, y este profesor a su vez lo pone en contacto con un antropólogo que en el fondo le cuenta un poco de la historia de estos pueblos, que parecen tan lejanos de otros mundos”, relata.
En el contexto de estos “zoológicos humanos”, donde las personas podían ver a miembros de estos pueblos nómades con camellos al lado, “en la misma jerarquía, él se sensibiliza con ese tema y se queda haciendo esa pregunta, quiere saber, quiere conocer esos pueblos que parecen tan lejanos, estaba intrigado en el fondo. A inicios del siglo XX, Europa, América Latina, en otro contexto de transporte, las distancias eran enormes, entonces el concepto de lejanía es tanto más importante”.

Crédito: Fundación Meri
Reflexión y memoria
Finalmente, al ser consultada sobre qué reflexión merecen sucesos como los “zoológicos humanos”, Chapuis dice que actualmente hay un trabajo de memoria, y que ella, siendo europea, es súper consciente de que Francia tiene un “tremendo” pasado de colonialismo y colonización.
“Gracias a personas como Gusinde es posible darse cuenta desde esa perspectiva cómo otros pueblos tenían mucho que enseñarles también a los europeos”.
En ese sentido, hechos como la restitución de bienes culturales de los pueblos originarios por parte de museos europeos “tiene que ver también con trabajos de revisión y reconstitución de esta mirada imperialista europea, de un autocuestionamiento también”.
“No estoy segura de que pueda haber una reparación, no hay reparación posible absoluta, pero sí un trabajo de revisión y restitución desde la investigación, desde la ciencia, como el ejemplo de muchos museos, como un gesto que buscan hacer también con mucha humildad y mucha modestia. Sabiendo que no se puede reparar, pero sí tratar de revisar y repensar”, concluye.
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