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“Memorias de un caracol”: la vida solo podemos entenderla al revés CULTURA

“Memorias de un caracol”: la vida solo podemos entenderla al revés

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Después de 15 años, el director australiano Adam Elliot regresa con otro largometraje. Tras el éxito de “Mary and Max”, con su nueva película “Memorias de un caracol” logra una nominación al Oscar y se consolida como un nombre destacado dentro de la animación independiente.


Ambientada en Australia en los años 70, la película narra la historia de Grace, una niña solitaria que colecciona figuras decorativas de caracoles. La muerte de un familiar cuando era pequeña la obliga a separarse de su hermano mellizo Gilbert, lo que la sumerge en un espiral de ansiedad y angustia. Sin embargo, su vida da un giro cuando conoce a Pinky, una excéntrica anciana con quien forjará una profunda amistad que transformará su mundo.

“Memorias de un caracol” es una animación hermosa y melancólica, no apta para niños, aunque sus protagonistas lo sean. La película aborda temas complejos, entre otros, la soledad, la muerte, el paso del tiempo, la depresión, el abandono, la amistad, la resiliencia y la pérdida. A su vez, invita a una reflexión profunda desde un relato sensible y conmovedor.

Este filme es una experiencia devastadora, capaz de triturar el alma. Es una película de lágrimas, pero en el mejor de los sentidos. Una sucesión de desgracias se despliega ante el espectador pero sin perder su narrativa esperanzadora y profundamente humana. El relato está impregnado de miseria, pero es esa misma miseria, que se presenta con un tono nostálgico, la que hace que la historia se vuelva aún más conmovedora. Me sorprende la habilidad del director Adam Elliot para abordar el dolor desde un lugar de compasión y ternura, creando una atmósfera única. Además, lo sombrío de la historia se equilibra con toques de comedia negra, que hacen que el espectador transite entre la risa y el llanto. El guion es ingenioso y revela gran creatividad.


La animación de esta película es singular, siguiendo el estilo característico de los anteriores proyectos de Adam Elliot. Es una animación grotesca, bizarra e incluso podría decirse que no es visualmente agradable en una primera mirada. Sin embargo, dentro de toda esa deformidad animada se esconde una belleza oscura, fascinante y seductora. Elliot utiliza la técnica de stop motion, que crea la ilusión de movimiento a través de una serie de fotografías. Su trabajo guarda una notable semejanza con el de Jan Svankmajer, maestro checo del stop motion, lo que no sería sorprendente, ya que es posible que Svankmajer sea una de las principales influencias de Elliot. La película tardó ocho años en completarse, utilizando 135 mil fotogramas. Para dar vida a la historia de Grace, se dibujaron más de 1.600 storyboards y cientos de diseños de personajes y utilería, todo hecho por un equipo de solo siete animadores. Es una película sumamente independiente, que no recurre al CGI en ningún momento, e incluso las lágrimas que aparecen en pantalla fueron hechas con lubricante.

Una de las frases que más representa el tono de la película es: “La vida solo podemos entenderla al revés, pero debemos vivirla hacia adelante”. La película es una tragicomedia profundamente dramática, llena de metáforas, historias creativas, personajes extravagantes y frases poéticas que dejan una huella imborrable en la memoria. Aunque en el fondo la película transmite una visión sincera y optimista sobre la vida, no deja de ser, a su vez, una experiencia triste y desgarradora.

Antes de ser nominado al Oscar por “Memorias de un caracol”, Adam Elliot ya había ganado el Oscar en 2004 por su corto “Harvie Krumpet”. De hecho, en una de las escenas de “Memorias de un caracol”, hay un cameo del protagonista de este corto. Se puede deducir que las obras de Elliot transcurren dentro del mismo universo. Sin embargo, la película que lo catapultó al reconocimiento internacional fue la increíble “Mary and Max”, que, a pesar de ser una de las mejores películas animadas de su año, lamentablemente no recibió una nominación al Oscar. 

 

A lo largo de su carrera, Elliot ha mantenido una línea constante en cuanto a sus temáticas y estilo, caracterizados por la animación stop motion, el uso de plastilina, personajes imperfectos y la exploración de temas profundos y emotivos. Esta cinta era, sin duda, mi favorita entre las nominadas al Oscar en la categoría de película animada. Aunque era claro que no iba a ganar. Finalmente, la ganadora fue la animación letona “Flow”, un triunfo que, de todas formas, representa un paso importante en la reivindicación del cine independiente frente al poder de las grandes corporaciones como Disney y DreamWorks. Por eso, películas como “Memorias de un caracol” o “Flow” merecen ser vistas en las salas de cine, ya que, además de ser magníficas experiencias visuales, representan una animación de calidad hecha con más pasión que con dinero, y eso es algo que debemos seguir promoviendo.

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