
Director de obra acusada de xenofobia: “Jamás ha sido la intención estigmatizar a una nacionalidad”
La escritora venezolana Mayí Eloísa Martínez criticó que en el montaje “Morir (o no morir)”, dirigida por Marco Espinoza y exhibida en la Universidad de Chile, el personaje de la “asesina” fuera el único en toda la obra en hablar con un acento caribeño.
El académico y sub director del Departamento de Teatro de la Universidad de Chile, Marco Espinoza, rechazó acusaciones de xenofobia por un montaje exhibido en la Casa de Bello.
La obra “Morir (o no morir)”, adaptación del montaje homónimo del español Sergi Belbel, fue exhibida hasta el pasado 22 de marzo en la Sala Sergio Aguirre del Departamento de Teatro de la Facultad de Artes. Co dirigida por Rodrigo Valenzuela Rojas, fue protagonizada por estudiantes de Actuación Teatral y Diseño Teatral.
Este miércoles, la escritora venezolana Mayí Eloísa Martínez, residente en Chile hace una década, publicó una columna de opinión en El Mostrador, donde criticó que el personaje de la “asesina” fuera el único en toda la obra en hablar con un acento caribeño.

Crédito: Cedida
– ¿Cómo surgió la idea de montar esta obra y por qué fue elegida?
– La idea de montar la obra “Morir (o no morir)” de Sergi Belbel surgió como parte de la primera práctica profesional de los estudiantes de segundo año de la carrera de Actuación y Diseño Teatral del Departamento de Teatro de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, enmarcado en la asignatura Taller de Puesta en Escena. Este proyecto no solo es una oportunidad de aplicar los conocimientos adquiridos durante su formación, sino que también les permite explorar y trabajar en un contexto universitario, en el que las decisiones artísticas son parte fundamental del proceso de aprendizaje.
La obra fue elegida por su capacidad para tratar temas universales y existenciales como la muerte, las decisiones y las consecuencias que estas tienen en la vida de las personas. Además, se consideró importante adaptarla a un contexto chileno contemporáneo, lo que permitió una mayor identificación con los personajes y el relato. Esta adaptación no solo modificó un personaje, sino que también permitió enriquecer la obra, haciendo que los personajes fueran más diversos y cercanos a la realidad social del país, lo que es una característica fundamental del trabajo realizado en un espacio universitario.
También, es importante resaltar cómo este tipo de proyectos permite a los estudiantes enfrentarse a la toma de decisiones en la dirección de una obra. El rol del director, las intervenciones en el texto y la adaptación de la obra a un nuevo contexto son partes fundamentales de este proceso, que les permite entender de manera práctica los desafíos de trabajar en equipo, decidir sobre el rumbo artístico y, finalmente, llevar a cabo una visión compartida en escena.
En resumen, esta obra no solo es una práctica profesional dentro del entorno universitario, sino que también se convierte en una reflexión sobre lo que vivimos como sociedad, a la vez que ofrece a los estudiantes la posibilidad de involucrarse en la creación de un proyecto artístico y de adaptarlo a un contexto más cercano a ellos.

– Es una obra antigua. ¿Quién estuvo a cargo de la adaptación de la obra?
– La obra “Morir (o no morir)”, originalmente titulada “Morir (un instante antes de morir)”, fue escrita en 1994 por el dramaturgo catalán Sergi Belbel. Este texto ha sido reconocido por su profundidad al abordar temas como la finitud humana y las decisiones que pueden alterar el curso de nuestras vidas.
La adaptación y traducción escénica de esta obra estuvo a cargo del equipo docente del Departamento de Teatro de la Universidad de Chile, en colaboración con los estudiantes de segundo año de las carreras de Actuación y Diseño Teatral. Este enfoque colaborativo permitió que los estudiantes no solo se involucraran en la interpretación y el diseño, sino que también participaran activamente en la creación y adaptación del montaje, enriqueciendo su proceso formativo y promoviendo un aprendizaje integral.
– En el caso del personaje de la “asesina”, ¿quien decidió caracterizarla como “caribeña” y por qué?
– La decisión de la caracterización del personaje en cuestión, fue tomada de manera consensuada entre la dirección, la actriz y el equipo creativo, tras una reflexión profunda e informada sobre el impacto y la implicancia de esta elección. En un primer momento, la nacionalidad del personaje fue un tema de debate, se discutió y hasta se puso en duda, ya que se probaron diversas versiones del rol antes de llegar a esta decisión final. Este proceso de prueba y reflexión forma parte del aprendizaje y la formación de los estudiantes en un contexto universitario, donde no solo se trata de interpretar un texto, sino también de involucrarse en el proceso creativo en su totalidad, aprendiendo a tomar decisiones, y como menciona la directora de SITI COMPANY, Anne Bogart, en su texto “La Preparación del director”, “toda decisión artística implica una violencia”.
Es importante repetir que este tipo de decisiones no fueron tomadas de manera arbitraria, no fue un “error” ni menos que “no nos percatamos” o “no nos importó” aquello. La obra fue adaptada a un contexto más cercano a la realidad chilena, lo que incluyó, no solo la modificación de este personaje, sino de muchos otros, estableciendo la creación de diversos estereotipos: sexo genéricos y disidentes, abusadoras, adictos, arribistas, adineradas y pobres, manejando la distancia crítica para genera la “risa reflexiva”, como menciona Edward Wright, tan propia de la necesidad de un teatro cuestionador de la realidad y al mismo tiempo crítico.

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– ¿Cree que hay “xenofobia” en esta obra”? ¿Ha tenido alguna experiencia personal con este tema?
– Quiero negar tajantemente que esta propuesta pretende ser xenofóbica. Cada decisión en el proceso creativo tiene un impacto y genera una reacción, y ese es el caso aquí.
Me llama profundamente la atención que se repare en la violencia del personaje extranjero, pero no en las razones que tienen muchos inmigrantes para desarrollar labores ajenas a sus deseos, como el caso del sicariato. Esta es una realidad que existe en diversos países y que el teatro tiene el deber de visibilizar, por incómoda que sea. El teatro no tiene la función de esconder estas problemáticas, sino de ponerlas sobre la mesa para que podamos reflexionar como sociedad. El teatro, como espejo de la sociedad, debe tener la responsabilidad de reflejar lo que está pasando, aunque no siempre sea lo que deseamos ver.
Jamás ha sido la intención estigmatizar a una nacionalidad o a los inmigrantes en general. Lo que se pretende es mantener la integridad del teatro, evitando la “higienización ideológica, poética y estética”, lo cual implica que no debemos evitar mostrar las complejidades de la realidad por miedo a ofender. El arte, y en particular el teatro, debe ser un espacio de libertad, donde se pueda abordar la verdad, incluso cuando esta incomoda.
Todo esto me hace pensar, a mayor escala, en lo que “se puede o no se puede hacer” en el teatro. La columna de Catherine Millet publicado en The Clinic, plantea un punto crucial sobre la censura en el arte y la cultura: la dictadura de lo que se siente. Según Millet, la censura en el ámbito artístico, muchas veces impulsada por grupos que parecen ser ideológicamente afines, atenta contra la libertad de expresión al intentar imponer un único punto de vista sobre lo que se puede o no mostrar. Al igual que en los ejemplos que menciona, como las reacciones contra obras de artistas, la censura por “sentimientos” lleva a una limitación del debate y la reflexión que debe promover el arte.
– ¿Que opina de la columna de la autora venezolana sobre la obra? ¿Le parece justificada?
– Me parece fantástico que se exponga el tema. Me parece muy provechoso que la autora tenga el espacio para poder expresar las sensaciones y comentarios respecto de lo visto. La reflexión de estas temáticas es absolutamente necesaria para poder comprender este cambio de paradigma y cosmovisión que está habitando el ser humano de los últimos tiempos. Y como nadie se acostó medieval y despertó renacentista, es necesario abrir espacios de debate y discusión para poder comprendernos, más aún en las artes, donde hablar de verdades absolutas es ilusorio.
– ¿Ha recibido otros comentarios en este sentido?
– No. Y creo que, si el público que se ríe en las funciones de las decisiones de la creación de estos personajes, lo hacen no porque sean ignorantes, fascistas o xenófobos, sino porque creo fervientemente que el público, en su gran mayoría, logra entender la distancia crítica con la que se presenta el trabajo.
– ¿Ha enfrentado anteriormente como director polémicas similares en su trabajo?
– Mi trabajo como director es incomodar. Por eso siempre las temáticas de mis obras tienden a desterritorializar la figura de la víctima y el victimario. Tanto en obras con temáticas LGBTIQ+, pedofilia, tortura y exterminio en dictadura, machismo y dogmas religiosos, mi intención ha sido cuestionar lo que tenemos por aprendido como hombres civilizados, situándome en el pensamiento crítico a las instituciones, dogmas y creencias. Pero nunca había existido una polémica similar en mi trabajo creativo.
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