
Díaz Eterovic acusa censura del Mineduc por calificar como “no recomendables” libros políticos
Su novela “Imágenes de la muerte” es uno de los textos “no recomendados” para las bibliotecas escolares. La secretaría de Estado negó que haya censura. La SECH cuestionó las exclusiones de varios textos vinculados a la temática de los derechos humanos.
El escritor Ramón Díaz Eterovic (Punta Arenas, 1956) es uno de varios autores que se han visto afectados por lo que califican como exclusión de sus libros políticos por parte del Ministerio de Educación (Mineduc).
Díaz Eterovic es un autor de larga trayectoria y en su caso se vio afectada su novela Imágenes de la muerte (LOM, 2022), libro sobre el estallido social, que recibió del Mineduc el calificativo de “no recomendado”.
En él, “dos madres desoladas recurren a los servicios del detective Heredia para que descubra el destino de sus hijos desaparecidos en medio de la revuelta. Un muchacho de una barriada marginal y un fotógrafo son las víctimas”.
Su libro no fue el único excluido. Otras obras afectadas fueron La manito muerta: relatos cortos de una larga dictadura, de Daniel Silberman A., y Camino cerrado, de Paula Ilabaca (sobre un femicidio), entre otros.

Denuncia
La situación fue denunciada en una reciente columna de opinión en El Mostrador titulada “Censuras y exclusiones en las bibliotecas públicas”, publicada por los editores Paulo Slachevsky y Silvia Aguilera, quienes pidieron por Ley de Transparencia explicaciones por la negativa de la secretaría de Estado a adquirir varios libros sobre la dictadura militar y el estallido social que, a su juicio, era cuestionable.
“Desde hace algún tiempo venimos constatando que en las bibliotecas escolares los libros que contribuyen a la reflexión crítica sobre los temas de nuestra sociedad, son marginados de la selección pública. Ya sean estos testimonios, ensayos o literatura, son títulos que no entran en los anaqueles públicos, impidiendo la circulación de la reflexión y creación de sus autores, al mismo tiempo que se niega a las nuevas generaciones la posibilidad de conocer y pasar por el corazón los dolores de la humanidad, los atropellos a la dignidad humana”, señalaron los editores en su texto.
Los editores apuntaron al Centro de Lectura y Biblioteca Escolar (CRA), dependiente la Unidad de Currículum y Evaluación del Mineduc, cuyos evaluadores todos los años realizan una selección para las bibliotecas escolares.
Su importancia no es menor. Según cifras del Mineduc, hoy existen 8.920 bibliotecas escolares de educación básica y 2.823 de enseñanza media: 11.743 bibliotecas escolares que corresponden a 9.569 establecimientos a nivel nacional que, a lo largo de estos 30 años, “han levantado y robustecido sus bibliotecas escolares como espacios de encuentro y aprendizaje”, en palabras de la entidad.
Desde 2001 existe un total de 13.167.681 ejemplares distribuidos de forma acumulada, aumentando la cantidad de libros por estudiante a 5,2, que, desde los reportes de 2009, correspondían a 1,6 en básica y 1,5 en media. A fines del año 2013 el índice promedio de libros por estudiantes en Chile era de 4,2 (3,892 para básica y 4,885 para media). Hoy, esta cifra de 5,26 nos acerca al estándar nacional de 6 libros por estudiante.

La historia de Chile
Díaz Eterovic cuenta que muchas de sus novelas están vinculadas a la historia política y social de Chile y varias de ellas se sitúan en la época de la dictadura militar del general Augusto Pinochet (1973-1990), a través de relatos que abordan crímenes y diversos atropellos a los derechos humanos ocurridos en el período.
Un ejemplo es La ciudad está triste (LOM, 2013), una obra que dio inicio en 1987 a la saga del detective Heredia, que hoy lleva 20 novelas, y que relata el caso de una muchacha universitaria que es secuestrada por agentes de seguridad del régimen militar.
Otra, como Nunca enamores a un forastero, trata desde la ficción el atentado cometido contra una iglesia en Punta Arenas (también de 2013), mientras La oscura memoria de las armas (2017) aborda el silencio e impunidad que de muchas maneras ha rodeado a los culpables de violaciones a los derechos humanos.
“Mis novelas negras o policíacas son una crónica de la sociedad chilena desde el punto de vista de su relación con la criminalidad, la verdad y la justicia. Y dentro de eso, y al mirar la historia de los últimos cincuenta años, he recreado crímenes y puesto el acento en las desigualdades latentes en nuestro país”, comenta el autor.
“En mis novelas existen crímenes reales y ficticios. Y sobre todo hay una exploración en las inequidades y desigualdades relacionadas con problemas ambientales, maltrato de emigrantes, corrupción en iglesias y sectas religiosas, robos en ministerios públicos, feminicidios, tráficos de drogas y de menores, maltrato de adultos mayores”, agrega.
Para él, se trata de “combinar ficciones detectivescas con hechos reales en historias que generen interés y al mismo tiempo provoquen reflexiones sobre la sociedad en la que vivimos”.

En el país hay casi 12 mil bibliotecas escolares. Crédito: Mineduc.
¿Censura en democracia?
Y aunque nunca ha experimentado censura de sus textos en democracia, en esta “sí han estado las omisiones y los silencios en actividades y textos de prensa”.
“El viejo principio de lo que no se escribe o no se habla, no existe“, dice.
Eso sí, a Díaz Eterovic le interesa aclarar que no es el único afectado en lo denunciado por los directores de la editorial LOM.
“Se me nombra a mí en el artículo que ellos escribieron, pero hay otros autores y autoras de libros que forman parte del catálogo de esa editorial”.
Para la Corporación Letras de Chile, estos procesos de selección “están mediados por comités técnicos que priorizan criterios de usabilidad escolar, a menudo desde una mirada desconectada de las realidades de la educación pública“.
“A eso se suman presupuestos reducidos, precios elevados del libro en Chile, y una lógica evaluativa marcada por estándares como el Simce, donde el tipo de preguntas se piensan para ser contestadas sin que intervenga un pensamiento crítico, sino más bien preguntas dirigidas a verificar que las y los estudiantes leyeron los textos, empobreciendo así el espacio para el desarrollo de habilidades que se pueden potenciar con una lectura más analítica”.
Pobres argumentos
Respecto a la novela de Díaz Eterovic, unas de las explicaciones del Mineduc es que “el contenido del texto no es recomendable para el nivel y la temática requiere de una mediación y diálogo considerando que los libros para la biblioteca deben estar en estanterías abiertas a los usuarios”.
“Me parece un argumento muy general y endeble. No se desarrolla ninguna idea de peso respecto a por qué no es recomendable el libro”, responde.
Para el autor es obvio pensar que el acceso a cualquier libro disponible pase por la mediación de un bibliotecario o profesor, y celebra que los libros “estén en estanterías abiertas a los usuarios”.
Esto, porque “me ha tocado visitar colegios donde los libros enviados por el Mineduc están en estantes cerrados o en cajas de cartón para ‘que no se maltraten por el uso’, como me han manifestado en más de una oportunidad“.
Díaz Eterovic suele visitar liceos donde conversa con alumnos de enseñanza media, quienes han leído previamente sus libros, “y nunca he sentido ni he sabido que se sintieran incómodos con los temas tratados, entre otras cosas porque de alguna manera son conocidos por los estudiantes”.
“En general han leído los libros con gusto e interés y, por lo mismo, participan con entusiasmo en la instancia de conversación y diálogo que sostengo con ellos. Los alumnos hacen preguntas y opinan sobre lo leído. Ningún profesor me ha dicho que mis libros no son apropiados para sus alumnos y, desde luego, con anticipación a mis visitas, los han analizado en las aulas”, cuenta.
El estallido
En lo que respecta a su novela Imágenes de la muerte, que es uno de los textos “no recomendados”, aventura que tal vez la razón “esté en que el tema del libro está relacionado con la revuelta social del año 2019, sobre la cual al interior de nuestra sociedad se ha provocado una evidente distorsión, llegándose incluso al uso de expresiones que descalifican sin distingos a todas las personas que apoyaron y participaron en las movilizaciones”.
“Se ha generado un proceso comunicacional que invisibiliza la revuelta y sus causas, o la deja reducida a sus aspectos violentos. Mi visión de los hechos entrega otros matices que los proporcionados por medios controlados por poderes económicos de sobra conocidos”, remata.
¿Cómo explica la censura del Mineduc a temáticas de derechos humanos planteada por los editores, si además actualmente tiene un ministro comunista?
“Imagino que alguien está evaluando los textos con criterios de los que las editoriales y sus autores saben poco, pero que, por lo expresado en esta entrevista, me parecen cuestionables. Imagino también que no es el ministro el responsable directo de esos criterios, ya que lo supongo preocupado de temas de gestión más medulares y no de un procedimiento destinado a la compra de libros“, analiza.
El autor sí espera “que por un asunto de total transparencia ordene la revisión del procedimiento y la difusión de los criterios que se aplican y de quienes son los responsables de las compras en sus distintos niveles de gestión. Sería bueno saber si el problema afecta a una o más editoriales y a qué libros les ha aplicado la calificación de no recomendables y sus razones de fondo”.
Para él es clave que el público –especialmente los jóvenes– acceda a contenidos sobre la dictadura.
“La importancia tiene que ver con el conocimiento de la historia, sin censuras, blanqueamientos ni medias verdades, y luego con la elaboración de un pensamiento propio y sólido respecto a lo que aconteció en la dictadura y en los años posteriores. Una reflexión que ponga en el centro el respeto de los derechos humanos”, asegura.

Isabel Gómez, presidenta de la SECH. Crédito: SECH
Críticas
La situación fue criticada por varias entidades.
“La falta de impulso a libros sobre memoria, dictadura o conflictos sociales recientes es, en ese sentido, tanto un efecto como una causa: no se priorizan porque no se leen y no se leen porque no se enseñan, porque no ‘sirven para las notas’ y porque tampoco ocupan un lugar central en el debate público”, manifestaron desde la Corporación Letras de Chile.
“No sé si hablar de censura propiamente tal, lo que sí creo es que debe existir un mayor cuidado en la elección de quiénes hacen esa evaluación sobre los textos que se van a integrar a las bibliotecas escolares”, señaló Isabel Gómez, presidenta de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH).
“Para esta selección se requiere de personas con un gran bagaje cultural, conscientes de que bajo su responsabilidad está el que los textos de nuestra variada y rica literatura nacional sean integrados a las bibliotecas escolares, especialmente aquellos cuya temática sea la memoria, la defensa de los derechos humanos y la libertad de expresión. Creo que efectivamente ahí hay una deuda pendiente posdictadura y que adolece también de otras materias que dan cuenta de un currículum educacional bastante pobre y claramente insuficiente para hacerles frente a estas materias. Sin duda, necesitamos superar la visión tecnocrática, que aún existe en ciertos sectores y que en nada aporta para ampliar el debate y, sobre todo, sensibilizar”, manifestó Gómez.
“El problema, lamentablemente, no se reduce solo a una posible política tácita de exclusión. Lo anterior es parte de un entramado más complejo que involucra decisiones presupuestarias, rigideces del modelo de gestión pública, desconocimiento del sistema educativo público por parte de quienes definen criterios de selección, y una baja valoración social y política de la lectura y la cultura en general”, sostuvo al respecto la Corporación Letras de Chile.
La entidad además recordó que se vivió algo parecido en un concurso para las becas de creación del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, en el año 2018. Ese año se presentó un proyecto de cuentos precisamente del género negro, pero la razón para dar 75 puntos, en la escala de 100, fue que los contenidos de la obra, los temas abordados, tenían que ver con la violencia en las parejas y que estos estaban tratados con “poca delicadeza”.
Reacciones
Este medio además consultó por la situación a varias asociaciones editoriales, entre ellas, la Cooperativa de La Furia (independientes), la Asociación de Editoriales de Chile (medianas) y la Corporación del Libro (transnacionales), pero ninguna se quiso manifestar. Tampoco el Observatorio del Libro.
En cuanto al Mineduc, aseguró que no existe ningún tipo de censura en el proceso de evaluación y adquisición de libros en el CRA.
“Los recursos llegan al programa tras una convocatoria al mercado editorial y desde ese momento son evaluados de acuerdo a pautas y criterios que buscan, por sobre todo, que los libros que lleguen a las bibliotecas escolares del país tengan pertenencia curricular, apoyen la implementación del currículum y fomenten el gozo por la lectura”, aseguró la secretaría de Estado.
“En ese sentido, el programa busca que los libros sobre temas como derechos humanos cumplan con criterios de adecuación curricular y de pertinencia etaria en concordancia a sus potenciales lectores. Muchos de los libros que se publican sobre estos temas tienen como foco al público adulto. Sin embargo, hay grandes ejemplos de autores y editoriales que han trabajado los derechos humanos para lectores juveniles y han sido incluidos en los catálogos. Entre ellos se encuentran ‘Al sur de la Alameda’, de Lola Larra; ‘Silencio en el estadio’, de Álvaro Soffia; ‘La composición’, de Antonio Skármeta; ‘Matilde’, de Carola Martínez Arroyo; ‘Había una vez un pájaro’, de Alejandra Costamagna; o ‘Derechos Humanos’, de Yayo Herrero y Luis Demano, por nombrar algunos”.
Además destacó que el programa no envía colecciones únicas a los establecimientos, sino que cada uno escoge los libros que desea para su biblioteca a partir de un catálogo de libros que se construye año a año.
Proceso de selección
Al ser consultado sobre el proceso de selección, el Mineduc informó que los libros llegan al programa luego de una consulta al mercado editorial, donde se invita a todos los actores del mundo del libro a enviar títulos publicados durante el año anterior y donde también se definen temas prioritarios relacionados con el desarrollo del currículum escolar.
Luego, los libros pasan por un proceso de evaluación de varias etapas, en el que participan actores internos, tales como profesionales de las áreas de Desarrollo Curricular y Bibliotecas Escolares, y externos, agrupados en un Centro Evaluador, contratados por el ministerio para este fin. Este último, bajo las instrucciones del programa, organiza a profesionales expertos para evaluar los recursos, indicó la secretaría de Estado.
Luego de haber consolidado una selección final, se conforma un catálogo de libros, el cual recomienda los recursos por curso y asignatura, y a partir del cual los establecimientos pueden elegir los libros que deseen según las necesidades educativas y de lectura de sus comunidades. Cada catálogo incluye cientos de libros, con sus reseñas, temas, y nivel educacional y asignatura sugerida.
La versión de 2025, por ejemplo, está compuesta por 468 títulos. Estas características convierten al Catálogo del Centro de Lectura y Biblioteca Escolar (CRA) en una publicación única en su tipo en el país, destacan. “Por esta razón, los catálogos son publicados en la página web del programa y son de libre acceso, porque sabemos que son un documento de interés para las comunidades educativas con subvención pública, pero también para los establecimientos privados y para otras instituciones”.
“Desde sus inicios, el programa ha contado con diversos procesos de evaluación de libros, los que han buscado asegurar la calidad y pertinencia curricular de los títulos que se ponen a disposición de los establecimientos educativos. En 2017, el programa decidió fortalecer el sistema de evaluación de libros y construyó 18 pautas de evaluación, tarea que estuvo a cargo de equipos de la Unidad de Currículum y Evaluación del Ministerio de Educación, y asesorados por expertos en literatura infantil y juvenil”, agregó el Mineduc.
“Las pautas están compuestas por dimensiones, subdimensiones y criterios diferenciados por género o tipo de recurso: es decir, un libro de divulgación científica tiene una pauta diferente a una novela o un libro álbum. Así, cada recurso se evalúa en su particularidad”.
Según la cartera de Educación, todas las pautas cubren aspectos como la materialidad y resistencia de un libro para ser parte de una biblioteca escolar; el contenido, entendido como el tema; las características lingüísticas y la coherencia de los recursos visuales y verbales que tiene el libro; el tratamiento de imágenes e ilustraciones; la adecuación curricular y al desarrollo cognitivo y afectivo de las y los lectores; el tratamiento de la información, en los casos de libros de divulgación científica; y ámbitos de desarrollo social y diversidad, como la interculturalidad y los derechos humanos. De esta manera, el proceso de evaluación genera un informe para cada recurso, el que indica si este es recomendado o no.
Desde el CRA además insistieron en que “nos aseguramos de que los libros que se ofrecen a los establecimientos representen una diversidad de temas, géneros y perspectivas, pero que se adecúen a los contextos educativos de sus futuros lectores: las y los estudiantes del país”.
Aún así, las críticas permanecen.
“El libro es un elemento democratizador, su diversidad de temáticas debe formar parte de las bibliotecas escolares. Esto es de vital importancia, porque no se puede opinar de aquello que se desconoce. La ausencia de estas materias impide que exista debate sobre hechos y situaciones que se dieron en nuestro país y sobre los cuales los jóvenes debieran tener una opinión. Si no se propician esos espacios, de alguna manera dejas abierta la posibilidad de la proliferación de la indiferencia y la falta de sensibilidad que caracteriza a ciertos sectores de la población“, advirtió la presidenta de la SECH.
“Esto además permite que se instale una verdad única que los medios hegemónicos se encargan de difundir, sin que exista la contraparte ni mucho menos los canales comunicacionales que propicien la reflexión, el pensamiento crítico y el imaginario colectivo. Aún somos testigos de la complejidad que involucra el cambiar una tendencia estructural heredada de la dictadura, cuya esencia trasciende diversos planos”, concluyó Isabel Gómez.
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