
“Denominación de origen”: la batalla de las longanizas
“Denominación de origen” es una comedia única en el cine chileno, destacando por el cariño hacia sus personajes y por el pueblo del director Tomás Alzamora. A pesar de que las comedias no suelen ser bien recibidas en Chile, la productora Equeco llegó para cambiar las reglas del juego.
“Denominación de origen” fue toda una revelación en su estreno en el Festival de Valdivia. Aunque es poco común ver cintas de este estilo en la programación del FIC, logró romper todos los pronósticos y se consolidó como una de las obras más aclamadas del festival, alzándose con el premio especial del jurado y el premio del público. Fue una verdadera sorpresa: nadie imaginaba que una película sobre longanizas pudiera ser tan sorprendente.
La trama puede parecer algo absurda, pero, al verla en pantalla grande, se convierte en una genialidad creativa. La historia gira en torno a una disputa entre dos pueblos, San Carlos y Chillán, por la ansiada denominación de origen de la longaniza. San Carlos perdió su reputación como el lugar que producía la mejor longaniza de Chile, y ese título pasó a ser de Chillán. La controversia se desató cuando en el festival de la longaniza de 2018 a San Carlos le quitaron tramposamente el premio de la mejor longaniza. Como resultado de esta situación, nació el Movimiento Social por la Longaniza de San Carlos (MSPLSC), con el fin de defender la tan apreciada denominación de origen, con la consigna: “Vecino, vecina, la longaniza es sancarlina”. Curiosamente la historia parte de un hecho real.

La película es un falso documental muy al estilo de las obras de Christopher Guest, lo que es un acierto, ya que le otorga mayor realismo, y crea una conexión más directa con los personajes y con los eventos que se desarrollan en la trama. Es una comedia simpática, con protagonistas entrañables y, sobre todo, profundamente chilena. Su esencia es tan identitaria que es fácil imaginar que muchos chilenos se sentirán reflejados en ella, lo que sin duda puede conquistar al público local. Me intriga saber cómo será recibida en el extranjero, ya que su humor y sus personajes tienen un sello muy característico del país y parte de los chistes son muy locales. La película recuerda un poco al humor absurdo de los Monty Python e incluso al de algunas películas de los hermanos Coen, especialmente por el aprecio que se le tiene a sus protagonistas, a pesar de todos los defectos que muestran.
Una de las particularidades de esta película es que los actores son todos no profesionales, lo que aporta una dosis extra de autenticidad. Entre ellos se encuentran un abogado, un DJ, una activista y el querido Tío Lalo, conocido por ser el mejor fabricante de longanizas de San Carlos. El amor hacia sus personajes con el que está escrita la cinta hace imposible no encariñarse con ellos o no sentir empatía por esta comunidad de “luchadores sociales”. De hecho, gran parte de su encanto radica en el cariño que se les tiene a este grupo amable de “perdedores”, algo que recuerda a lo que hizo Ken Loach en “The Angel’s Share”.
Esta es la segunda película de Tomás Alzamora, tras la comedia “Mentirita Blanca”, y ya se le considera una de las cintas más relevantes del cine chileno en el año. El director, oriundo de San Carlos, logra transmitir en su obra una clara carta de amor hacia su ciudad natal. A lo largo del film se pueden ver momentos cómicos y bizarros, siempre con una dosis de autocrítica, riéndose de sí mismos y de esa absurda batalla por la longaniza, enfrentando al enemigo número uno de los sancarlinos: Chillán.

La película no solo se enmarca dentro de la comedia irónica, sino que también funciona como una emotiva y extrovertida metáfora sobre la pertenencia y la identidad. Este anhelo de comunidad y la lucha por sentirse parte de algo más grande se expresa a través de la longaniza, que se convierte en un símbolo de unión popular para cambiar las cosas. Desde el humor, se pueden extraer diversas lecturas, y una de ellas es que, si bien en este caso el motor de la historia es la longaniza, cualquier movimiento social podría verse reflejado en nuestros queridos “perdedores”, quienes se entregan por completo para poner el nombre de su pueblo en el mapa. Cada localidad tiene algo que lo representa y distingue. Violeta Parra es oriunda de San Carlos (incluso hay una broma al respecto) y también la mejor longaniza proviene de allí, aunque la gente tiende a asociar este embutido con Chillán
La productora Equeco, que también estuvo detrás de “Historia y geografía” de Bernardo Quesney (disponible actualmente en Mubi), se ha encargado de revivir la buena comedia en el cine chileno. Tanto “Denominación de Origen” como “Historia y geografía” llegan para refrescar el panorama actual con un género que en los últimos tiempos ha sido subestimado, en parte debido a los trabajos mediocres de directores como Nicolás López y los hermanos Badilla. Estas películas resucitan ese cine idiosincrático tan propio de Chile, un cine que simboliza nuestra identidad y que recuerda a grandes comedias de nuestro cine como por ejemplo “Taxi para tres” de Orlando Lübbert.
“Denominación de Origen” es una película sumamente disfrutable, llena de risas y una propuesta atrevida y única dentro del cine chileno. Tomás Alzamora sabe lo que está contando y lo hace con gran cariño. Es difícil no empatizar con la historia, y probablemente se convierta en una de las mejores películas chilenas del año, aunque todavía falta ver el estreno de otras grandes apuestas. Por ahora, lo único que queda es disfrutar de esta encantadora comedia, mientras se busca el puesto de longanizas más cercano.
Ve el video con el comentario AQUÍ