
Investigadora: “La dictadura de Augusto Pinochet instrumentalizó la figura de Mistral”
En el marco de la Feria del Libro de Buenos Aires y a 80 años del Premio Nobel, la investigadora argentina Alicia Salomone repasa la importancia de la poeta para América Latina, su conflictiva inserción en el campo literario chileno, y sus vínculos con los trasandinos.
Gabriela Mistral no sólo fue la primera escritora latinoamericana en recibir el Premio Nobel de Literatura, sino también una figura esencial para el pensamiento y la cultura de la región. Sin embargo, su lugar en algunas antologías aún era una ausencia notoria. Con la publicación de “Poemas selectos de Gabriela Mistral “, la editorial Corregidor busca reparar esa omisión en su colección “Letras al sur del río Bravo”.
Al respecto, la argentina Alicia Salomone, investigadora y autora del prólogo, reflexiona en esta nota sobre la vigencia de Mistral: su producción poética y ensayística, su compromiso con las causas sociales y democráticas, sus lazos afectivos y profesionales con la Argentina, y los aspectos de su obra que todavía hoy resultan urgentes de recuperar.
Salomone es profesora, magíster en Historia y doctora en Literatura por la Universidad de Chile, donde es directora de Relaciones Internacionales; profesora titular del Departamento de Literatura de la Facultad de Filosofía y Humanidades; y directora del Núcleo de Investigación en Memorias, Movimientos Sociales y Producción Artístico-Cultural.
Entre sus líneas de investigación están la escritura de mujeres latinoamericanas entre los siglos XIX y XXI y el estudio de representaciones artístico-literarias de la memoria en Chile y el Cono Sur de América.

Crédito: Pro Chile
– ¿Cómo surgió la convocatoria de Corregidor para que prologaras este libro que reúne la poesía de Mistral en conmemoración de los 80 años del Nobel?
– Trabajo con Corregidor desde hace muchos años porque me identifico mucho con su línea editorial y ya he publicado varios libros con ellos. Me interesa especialmente la colección “Letras al sur del río Bravo”, que ha recogido lo mejor de la literatura latinoamericana desde el siglo XIX en adelante, pero en cuyo conjunto Gabriela Mistral era una ausencia notoria. Conversando el año pasado con la editora María Fernanda Pampín llegamos a la conclusión de que la conmemoración de los 80 años del Nobel a Mistral, la primera escritora y escritor latinoamericano en recibirlo, era una ocasión propicia para subsanar esa falta.
– ¿Qué creés que representa hoy Gabriela Mistral para la literatura latinoamericana?
– Gabriela Mistral es una de las figuras señeras de la literatura y el pensamiento latinoamericano, tanto por su valiosísima producción poética como por los aportes intelectuales que realizó a través del periodismo, el dictado de conferencias, la publicación de ensayos (que solía denominar “recados”) y su nutrida correspondencia con personalidades la cultura y la política latinoamericana de la primera mitad del siglo XX. Por otra parte, su obra y actuación pública tienen una impronta profundamente democrática e inclusiva, que dice mucho a nuestra contemporaneidad. Mistral abogó por los derechos de las mujeres, los trabajadores, los campesinos y los indígenas; impulsó campañas de educación popular, como la que desplegó en México a comienzos de la década de 1920; y se comprometió con la defensa de la libertad frente al avance del fascismo durante los años trágicos que van la Guerra Civil Española al final de la Segunda Guerra Mundial.
– Mencionás que la inserción de Gabriela en el campo literario chileno fue problemática. ¿Creés que hoy persiste esa mirada y resistencia a voces disidentes?
– El campo literario chileno de las primeras décadas del siglo XX tenía un perfil elitista y androcéntrico. Una mujer como Mistral, nacida en el seno de una familia modesta de provincias, con escasas conexiones sociales y que trabajó desde temprano como maestra, no podía sino tener una relación problemática con ese entorno. Eso la llevó a proyectar su carrera artística e intelectual fuera de las fronteras de su país, aunque sin desvincularse totalmente de él, para lo cual contó con el apoyo de algunas personas importantes, como Pedro Aguirre Cerda, quien llegaría a la presidencia en 1938, quienes facilitaron su incorporación al servicio exterior de Chile.
Durante la dictadura de Augusto Pinochet, la figura de Mistral fue instrumentalizada por el régimen en un intento por contraponerla a la del otro poeta premio Nobel: el comunista Pablo Neruda. Sin embargo, ya en los años 80, y en especial desde la conmemoración de los 100 años del nacimiento de Mistral en 1989, la crítica literaria más actualizada, incluyendo la crítica feminista, produjo una resignificación de su obra y su figura que permitió desarticular la manipulación de que había sido objeto por los militares. Ese proceso de revisión crítica continúa hasta el día de hoy y se ha enriquecido con el archivo donado a la Biblioteca Nacional de Chile por Doris Atkinson, sobrina y heredera de Doris Dana, la pareja con quien Mistral vivió los últimos veinte años de su vida. Se trata de un legado muy valioso en términos de manuscritos, cartas y materiales audiovisuales, y en el que se están interesando muchos investigadoras e investigadores de las nuevas generaciones.
– ¿Qué lugar ocupa Argentina en la trayectoria de Mistral, tanto en lo afectivo como en lo profesional?
– Como investigadora argentina viviendo en Chile por largos años, uno de mis intereses ha sido relevar el lugar destacado que tiene nuestro país en la vida y el imaginario poético de Mistral, lo que no ha sido suficientemente reconocido hasta ahora. Desde temprano, Mistral buscó esa vinculación enviando textos a revistas como PBT, Mundo Argentino, Atlántida y Nosotros, las que comenzaron a publicar poemas y reseñas sobre su obra. Es más, he podido constatar que habría recibido una invitación de Constancio Vigil para trabajar en la editorial Atlántida, que se diluyó cuando Mistral optó por viajar a México para colaborar con el gobierno de la Revolución Mexicana en 1921. Sin embargo, sabemos que estuvo en Buenos Aires en 1926 y que llegó sorpresivamente a visitar a Alfonsina Storni, lo que Mistral plasmó poco después en un recado dedicado a la poeta argentina. Otro vínculo importante lo forjó con Victoria Ocampo, con quien se carteó desde 1926 y conoció personalmente en Madrid en 1934, y a la que visitó en Buenos Aires en 1938, año en que apareció el libro Tala a través de la Editorial Sur. Si bien Mistral fracasó en su intento por lograr que Alfonsina y Victoria se hicieran amigas, fue muy cercana de ambas y las huellas de esos afectos son rastreables en muchos de sus textos. Cabe agregar que los nexos de Mistral con la Argentina exceden con mucho los nombres mencionados y, como ejemplo, solo basta recordar la amistad que la unión a Alfredo Palacios y a Delia del Carril, entre otras artistas y escritoras.
– ¿Qué redes, grupos o personalidades latinoamericanas fueron clave en su desarrollo como escritora e intelectual?
– En mi opinión, una red central para el posicionamiento de Mistral como una escritora e intelectual de relevancia continental, fue la que se organizó en torno a la revista costarricense Repertorio Americano, fundada por Joaquín García Monge en 1919 y en la que Mistral colaboró desde el primer número hasta el final de su vida. Esta publicación cultural, en la que colaboraban intelectuales argentinos como Manuel Ugarte y el propio Palacios, junto a autores de otros países como José Vasconcelos, Alfonso Reyes, José Santos Chocano, Teresa de la Parra y Juana de Ibarbourou, entre muchos otros y otras, constituyó un espacio de confluencia para los latinoamericanistas de las décadas de 1920 y 1930 e impulsó debates relevantes sobre la cultura y la política de esos años. Además de publicar sus poemas, Mistral hizo intervenciones significativas en un amplio rango de temas, desde educación popular a la reivindicación de la reforma agraria y la defensa de la lengua y la cultura de nuestro continente.
– ¿Qué aspectos de la figura de Mistral considera más urgentes de recuperar o revalorizar hoy?
– Mistral es una figura icónica de la literatura chilena y latinoamericana, sin embargo, aún quedan muchos aspectos por explorar en su producción. Todavía no contamos con una edición crítica de sus textos poéticos y encarar esta tarea es una urgencia. Un elemento clave y estimulante en esta dirección lo constituye la disponibilidad de los nuevos archivos donados por Atkinson, que abren nuevas vías para la resignificación de la obra mistraliana.
– En cuanto a las nuevas generaciones, ¿cómo creés que deberían acercarse a su obra? ¿Qué textos recomendarías para ese inicio?
– La obra mistraliana ofrece distintas posibilidades de acceso, como la poesía, la prosa de ideas e incluso el género epistolar, todas las cuales entregan a su vez múltiples opciones para los nuevos lectores y lectoras. Si observamos la producción poética, en particular, fue históricamente asociada con las rondas y canciones infantiles de los libros Desolación y Ternura, lo que no estimuló el interés de las nuevas generaciones. Sin embargo, también hay que decir que, incluso mucho de ese material aparentemente tradicional, a la par que contiene un notable trabajo estético con la lengua, también pone en escena un lúcido cuestionamiento de las identidades genéricas tradicionales, como sucede con el poema “Todas íbamos a ser reinas” (Tala). Por otra parte, para quienes quieran pulsar de primera mano los mundos simbólicos latinoamericanos, el poemario Tala, ofrece todo un recorrido posible -y no necesariamente condescendiente- por los escenarios, materias, sujetos e historias del continente, así como una exploración de las vivencias de la migración, el exilio y la memoria del territorio, como sucede también con Poema de Chile. Finalmente, quienes se interesen por la faceta poéticamente más experimental de la obra mistraliana, no pueden eludir sus últimos libros: Lagar y Lagar II, particularmente las secciones dedicadas a indagar en figuras de mujeres (“Locas mujeres”, “Mujeres griegas”).
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