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Tomás Alzamora: la longaniza como símbolo de identidad en su nueva película sobre San Carlos

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Con un estilo que transita entre el documental y la ficción, “Denominación de Origen” es la más reciente cinta del director chileno. Reconocida en la última edición del FECICH con el premio a Mejor Película, el largometraje llegará a los cines el 24 de abril.


Resumen
Síntesis generada con OpenAI
“Denominación de Origen”, la nueva película de Tomás Alzamora, combina ficción y documental para retratar la vida en San Carlos. Filmada con actores no profesionales y un enfoque de improvisación, la cinta ha sido reconocida en festivales como FECICH, donde ganó el premio a Mejor Película. La historia gira en torno a un movimiento social en defensa de la longaniza, símbolo local con gran carga identitaria. Con un estilo libre y cercano a la realidad, el largometraje se estrenará en salas comerciales el 24 de abril.
Desarrollado por El Mostrador

Desde que Tomás Alzamora era estudiante universitario, soñaba con hacer una película sobre su tierra, San Carlos. Según relata a El Mostrador, es un lugar que comenzó a mirar con otros ojos desde que le enseñaron a observar las historias ajenas y propias en la carrera de Comunicación Audiovisual con mención en Cine en la UNIACC.

“Cuando llego de vuelta a San Carlos, digo, ‘guau, esto está llena de historias’. Tú miras a una persona que está vendiendo una dipirona o un remedio para los hongos, doce horas al día sentado ahí, te encuentras diciendo, ‘esta persona tiene algo que contar’. Bueno, y empecé a observar el territorio con otro ojo, a extrañarlo y lo empecé a valorar más”.

Hoy, siendo miembro de la casa productora Equeco y director del Festival de Cine de Ñuble, recuerda aquello que le da su sello distintivo a su cine, como se ve en su segunda película, la cinta “Denominación de origen”, que acaba de ganar como Mejor Película del 17° Festival de Cine Chileno (FECICH) 2025 en Quilpué.

A este galardón se le sumó el Premio de la Prensa al Mejor Largometraje y el galardón a la Mejor Actuación para Luisa Barrientos, quien interpreta al personaje “Luisa” en la película.

Junto con lo anterior, la cinta se ha convertido en una obra de culto meses antes de estrenarse de forma oficial en salas comerciales, el próximo 24 de abril.

Alzamora admitió que “hay una efervescencia alrededor de la película. Desde que estrenamos en el Festival de Valdivia que se me acercaba la gente y me decía ‘lo mejor que he visto del cine chileno en años» o los estudiantes de cine que me decían «este es el cine que quiero hacer'”.

Desde la perspectiva de su director, esta fanaticada encuentra su justificación en la forma en que se grabó la película. Un modo libre, sin un guion estricto y sin actores o actrices profesionales; algo que, incluso, le dio mayor verosimilitud y conectó más con quienes la han visto en festivales.

“Hablar de la longaniza es hablar de la identidad”

¿Cómo ha sido tu proceso como cineasta al momento de crear películas como esta, que tienen como este enfoque más centrado en lo rural y en historias diferentes al cine que se está acostumbrado a ver?

– Corresponden básicamente a dónde vengo, a San Carlos, y de haberme ido de San Carlos. Tuve que ir a estudiar cine; me fui a Santiago. Yo nunca fui ni cineasta, ni cinéfilo, ni ninguna hueá. Entonces, cuando me voy a la escuela, empiezo a aprender un poco de observar, del cine, de los personajes. Empecé a observar el territorio con otro ojo, como extrañarlo, y lo empecé a valorar más.

Me acuerdo de que en primer año de la universidad, yo dije, “guau, sueño con volver a hacer una película en San Carlos”. Y de repente brotó la idea de La Mentirita Blanca, que eran dos periodistas que inventaban noticias, que no tenían noticias, que era real, que era algo real que pasaba acá en el diario. Un amigo que inventaba noticias.

Y ahora, bueno, con esta historia de la longaniza, que es algo que como sancarlinos llevamos desde chicos, “oye, ¿de dónde eres tú?”, “de San Carlos”, “¿y dónde queda San Carlos?”, “al lado de Chillán”, “ah, sí, Chillán, la longaniza”. Todos reconocían Chillán.

Entonces, hablar de la longaniza es hablar de la identidad. La longaniza es un producto que para nosotros es nuestro patrimonio. Acá realmente hay dos longanicerías por cuadra. Entonces, quise tomar mi hábitat, mi lugar, pero para tratar de hablar de otras cosas a nivel nacional. Estas historias pequeñas igual identifican a otros pueblos, por ejemplo: “Talca versus Linares”. Finalmente son historias universales.

Y claro, al final, la película también se trata de eso. De cómo algo tan cotidiano y aparentemente simple como una longaniza puede convertirse en un símbolo, en una bandera de lucha, en algo que genera un sentido de pertenencia.

Creo que eso la hace especial también, porque no es solo una comedia para reírse, sino que también te deja pensando en cómo nos identificamos con ciertas cosas y porqué.

Ni ficción, ni documental

– ¿Calificarías a esta película como “mockumentary” (“falso documental”)?

– No la defino tanto como un mockumentary, porque hay mucho de lo que estás viendo que es real. Es documental y es ficción también. La escena en donde se empieza la película, donde está el Capitán de Gendarmería explicando su contexto, eso no es falso.

Entramos a la cárcel y filmamos, documentamos. Lo del movimiento social es una ficción, pero está compuesta por gente real. Entonces es documental en una estructura de ficción.

La dirigente social es dirigente en la vida real; el abogado es abogado; DJ Fuego es DJ, cantante y  hace tazones; el personaje de Tío Lelo es campesino, y ellos no tienen acceso al guión, entonces básicamente se está documentando. Entonces siempre está como en ese limbo. Hay una escena de una protesta y mucha de la gente se sumó a esa protesta. Se estuvo en un estado documental constantemente.

Efectivamente hubo un cásting en donde llegaron como 200 personas durante tres días y a quienes quedaron los fuimos acomodando en la historia.

– ¿Cómo trabajaste los diálogos?

– Los diálogos los trabajamos mucho desde la improvisación. O sea, teníamos un guion, obviamente, pero siempre dejamos espacio para que los actores pudieran meter su propia manera de hablar, sus propias expresiones, porque al final eso es lo que le da autenticidad a la historia.

Y además, como te decía antes, muchos de los actores no son actores profesionales, son personas que realmente viven en San Carlos o en Chillán, y que tienen esa manera de hablar. Entonces, si les poníamos un diálogo demasiado rígido, se iba a sentir falso.

Por eso preferimos trabajar desde la naturalidad, desde lo que realmente dirían ellos en una situación así. Y creo que eso se nota en la película, porque la gente nos dice mucho que los personajes “se sienten reales”, que es como escuchar a alguien que conoces, alguien que podría ser tu vecino o tu amigo.

Entonces, ¿cómo le explicarías esta película a alguien que no tiene idea de qué se trata?

– Simplemente se trata de una célula activista que está luchando por su longaniza. Por su producto emblema. Buscan obtener la “denominación de origen” del producto, por eso el nombre de la película. Yo llamaría a que se entretengan y que se entreguen al viaje. Que no juzguen tanto y disfruten. La película igual propone eso, como que desde el principio ya entran en “una tecla medio rara”. Imagínenla como una fábula rural y una historia también muy real al mismo tiempo.

Interpretada por gente real, creo que eso también es importante, que no van a encontrarse ni grandes como estrellas del cine, sino que es una historia verosímil, divertida, entretenida, de un grupo de vecinos que quiere luchar por su longaniza.

El recibimiento sancarlino

¿Cómo fue el recibimiento que tuvo la gente de San Carlos de la película?

– Igual fue especial, aunque no sé si es mi función favorita. Había mucha ansiedad de verse. La gente está preocupada del tiempo que va a salir en pantalla. Grabando con el celular, esperando su escena. Entonces no sé si entregaron tanto a la película, pero aún así la disfrutaron, se divirtieron,

Además, no sé si es la misma risa de otras ciudades. Porque para nosotros, para mí, igual como sancarlino, hay muchas cosas que no son chistosas. Quizá a la gente le puede sonar tonto o ridículo y para nosotros no lo es. Para nosotros la longaniza es patrimonio, un símbolo de nuestra identidad, de cosas que nos han quitado. Entonces hay muchas cosas que para nosotros no entran en una comedia y termina siendo un drama.

Con mi primera película (“La Mentirita Blanca”, 2017) descubrí, que es impactante. Como a la gente le brillan los ojos al ver que es parte de algo grande. A la gente le cambia un poquito la vida, y eso es súper enriquecedor para uno, porque el cine también es súper desgastante; es agotador. Hacer películas, estar cinco años hueveando, no ganas ni uno, lo inviertes todo. Entonces al final esto te retribuye y te vuelves millonario de otra manera.

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