Investigación pronostica hasta un 40% de disminución de las precipitaciones y un incremento de hasta 5 grados de temperatura en esta área hacia fin de siglo, según trabajo colaborativo entre Chile y Australia que utilizó 36 modelos climáticos globales en todo el país. Proponen medidas de mitigación.
El cambio climático está generando consecuencias negativas en diferentes territorios y en todo el mundo se discuten estrategias para frenar el aumento global de la temperatura. Si bien el panorama es complejo, ¿es posible saber qué futuros se proyectan en relación con los cambios en las lluvias y temperaturas en Chile?
Un reciente estudio, liderado por Álvaro Salazar, investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, y de la Universidad de La Serena, busca acercarse de manera más precisa a estos escenarios.
Dicho trabajo analizó 36 modelos climáticos globales, contenidos en CMIP6 (Coupled Model Intercomparison Project), un proyecto internacional de aproximadamente 30 institutos de investigación coordinados para el desarrollo de modelos que representan los procesos climáticos presentes y futuros a escala regional y global. El grupo de trabajo también estuvo integrado por Francisco Squeo y Julio Gutiérrez, ambos investigadores del IEB y de la Universidad de La Serena.
En este estudio se realizó una división de nuestro país en cuatro zonas: Chile norte, Chile central, Patagonia norte y Patagonia sur, y para cada una de ellas se evaluó qué tan bien los modelos climáticos explican el patrón espaciotemporal de la precipitación y la temperatura.
Asimismo, para cada zona, se efectuó un análisis basado en datos históricos obtenidos entre 1986 y 2014, y otro sobre la base de las proyecciones de los modelos para finales de siglo, entre 2080 y 2099. En este último caso, se consideró además un análisis basado en cuatro escenarios climáticos futuros, desde el más optimista hasta el más pesimista –es decir, con mayor presión del ser humano sobre el ambiente–.
En ese contexto, el trabajo determinó que Chile central puede ser una de las zonas, a nivel global, más afectada por el cambio climático hacia fines de siglo.
“Este estudio sobre cambio climático futuro en Chile pretende ser una contribución más al entendimiento del clima presente y futuro del país. Para su realización quisimos considerar la última generación de modelos climáticos globales, que son fundamentales para la construcción de los reportes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, IPCC, sobre el clima presente y futuro”, explicó el científico.
En ese contexto, su interés fue evaluar, primero, qué tan bien estos modelos replican la precipitación y temperatura en cada una de las cuatro zonas estudiadas y, segundo, qué cambios proyectan para el clima futuro del país hacia fines del siglo.
“Lo interesante y nuevo además es que para este análisis dividimos a Chile en cuatro áreas, lo que nos permitió identificar el grado de certidumbre de los cambios proyectados en cada una de ellas, algo que no se había considerado en otros estudios del mismo tipo”, señaló el ingeniero en recursos naturales.
En relación con las proyecciones futuras, Salazar asegura que en las cuatro subregiones de Chile la totalidad de los modelos está de acuerdo con que la temperatura va a aumentar. En cambio, advierte que las precipitaciones cambian bastante entre uno y otro modelo, ya que algunos predicen un aumento y otros una disminución para el futuro. “Esto varía significativamente en las zonas donde hay pocas estaciones meteorológicas, como el desierto de Atacama y la Región de Magallanes”, señala el ecoclimatólogo.
Los resultados de este trabajo indican que Chile central ya es un “hotspot” de cambio climático a nivel mundial, donde los efectos de este fenómeno –como los drásticos cambios en las precipitaciones– son explícitos en el presente y se mantendrían hacia fines del siglo XXI. “El 90% de los modelos concuerda en que habrá una disminución de las precipitaciones en Chile central y se pronostica que esta merma en las lluvias podría ser de hasta un 40%. A esto se suma un 100% de acuerdo en el aumento de la temperatura, que alcanzaría hasta 5 °C más, especialmente en el área de la cordillera de los Andes”, afirma el científico del IEB.
De esta manera, una menor cantidad de precipitaciones y un aumento significativo de la temperatura, “haría que la crisis hídrica que estamos viviendo ahora se incremente mucho más, según los modelos”.
Álvaro Salazar también pronostica una disminución de la precipitación que cae en forma de nieve, para los Andes de Chile central, “lo que provocaría un mayor número de eventos de inundación, un menor almacenamiento de agua como nieve y una disminución de la masa de glaciares. Todos estos eventos combinados afectarían fuertemente la disponibilidad de agua para ciudades, industria y ecosistemas”, enfatiza.
¿Qué pasaría en las otras zonas? Para la zona norte no hay acuerdo de los modelos en relación con la precipitación. Sin embargo, todos pronostican un fuerte aumento en la temperatura. A nivel nacional, la zona norte es la que proyecta un mayor calentamiento, de hasta 6 °C, especialmente en el altiplano, zona de alto valor productivo por el cobre y litio, y donde se insertan comunidades indígenas. También se pronostica un aumento de la temperatura en Patagonia sur, lo que puede afectar el derretimiento de glaciares.
En relación con el clima pasado o reciente, la principal conclusión es que para el extremo norte y extremo sur de Chile las observaciones de precipitación difieren mucho entre ellas, razón por la cual “es necesario reforzar el sistema de monitoreo de estaciones meteorológicas para estas zonas de geografía compleja y subestudiadas”, sostiene el científico.
El investigador menciona que, si bien este estudio disminuye la incertidumbre respecto al cambio climático futuro en estas zonas, también deja cabos sueltos, pues los modelos no son exactos y presentan una variedad de fuentes de incertidumbre. Por otro lado, Salazar también da cuenta del escaso número de estaciones meteorológicas en Chile, falencia que debe ser abordada a nivel país.
Considerando este escenario, el científico advierte que el trabajo con la red de torres eddy covariance –instalaciones que miden el flujo y balance de carbono y otros– es muy importante. Estas torres, presentes en el matorral del Parque Nacional Bosque Fray Jorge, en la Estación Biológica Senda Darwin en Chiloé y Parque Omora, Isla Navarino, permiten desarrollar observaciones más precisas y entender las interacciones de flujos de gases y agua entre distintos tipos de vegetación y la atmósfera.
“Estos datos son muy relevantes y pueden ser usados para mejorar los modelos climáticos en un futuro”, sostiene el investigador.
El ingeniero destaca que desde el Instituto de Ecología y Biodiversidad también “estamos comenzando a modelar el clima presente y futuro del altiplano a alta resolución, lo que supone poner una lupa en esta zona y evaluar con mucho más detalle las consecuencias del cambio climático para la toma de decisiones y el uso sustentable de los recursos hídricos de la zona”.
Y a nivel de estrategias y políticas públicas, el autor del trabajo asegura que la energía debe focalizarse en medidas de adaptación y mitigación del cambio climático. Dentro de las primeras puede ser importante la modernización de infraestructura de riego a lo largo del país, para lo cual “se requiere una transición desde riego por surco a riego tecnificado”.
Sin embargo, para la mitigación, la mejor estrategia que recomienda el científico es poner foco en la restauración ecológica, utilizando especies nativas adaptadas al cambio climático, que permitan disminuir la temperatura y humedecer la atmósfera.
“Hemos observado que la diferencia de temperatura superficial entre zonas con vegetación y sin vegetación en ciudades puede ser hasta 10 °C. Es decir, podemos usar la vegetación nativa para enfriar la superficie y así disminuir los efectos del calentamiento proyectado y, por lo tanto, debiera ser obligatoria la utilización de este tipo de vegetación en la construcción de áreas verdes en ciudades”.
“Una vegetación adaptada a los climas secos, con especies como el algarrobo o el quillay, con raíces profundas, bombea agua a la atmósfera y eso no solo baja las temperaturas superficiales, sino que amortigua otros efectos del cambio climático. Por todo ello, para la mitigación es fundamental conservar los ecosistemas naturales y sobre todo restaurar ecosistemas degradados en la zona central de Chile, con eso enfriamos la superficie, humedecemos la atmósfera y generamos suelo, que es una gran reserva de agua”.
En términos de adaptación, la construcción de embalses y de plantas desaladoras en procesos industriales y la modernización del sistema de riego del país son alternativas que podrían ayudar a futuro, de acuerdo con el investigador.
Finalmente, para ayudar a enfrentar esta crisis, otro elemento que destaca Salazar es la actual Ley Marco de Cambio Climático en Chile, donde se establece que los estudios de impacto ambiental de empresas e instituciones deben incluir un análisis de impacto climático.
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