Un experto indica que los humanos ya llegaron a América con la capacidad de hacer arte rupestre, pero lo interesante es ver en qué situaciones las sociedades “deciden empezar a marcar el paisaje que habitan con ese arte, porque eso puede dar información sobre el contexto social y ecológico”.
El arte rupestre de la Patagonia se remota a 8.200 años antes de la actualidad, según los dibujos hallados en una cueva que son los más antiguos conocidos en la región por datación directa, y se cree que pudieron haber ayudado a transmitir conocimiento durante generaciones.
Un equipo de científicos argentinos y chilenos publica en Science Advances la datación de esta muestra de arte rupestre, que incluye formas geométricas, humanas y un motivo en forma de peine especialmente interesante.
Los expertos evaluaron motivos y pigmentos de 895 pinturas, junto con artefactos como cuentas de concha y huesos de guanaco recuperados en la cueva Huenul 1, en el noreste de la Patagonia argentina.
Algunas de estas pinturas rupestres se han podido fechar con carbono 14, que las ubican hace 8.200 años, frente a otros restos conocidos en la Patagonia, posiblemente más antiguos, pero que no se ha podido determinar directamente cuándo fueron creados.
La Patagonia fue una de las últimas regiones del mundo en ser colonizada por los humanos modernos, hace unos 12.000 años.
Las pinturas corresponden al Holoceno medio, que en Sudamérica fue un periodo “tremendamente árido, mucho más que ahora y muy cálido”.
Así lo explica a EFE uno de los autores del estudio, Ramiro Barberena, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (Conicet) y de la Universidad Católica de Temuco (Chile).
El experto indica que los humanos ya llegaron a América con la capacidad de hacer arte rupestre, pero lo interesante es ver en qué situaciones las sociedades “deciden empezar a marcar el paisaje que habitan con ese arte, porque eso puede dar información sobre el contexto social y ecológico”.
Las pinturas analizadas son de diferentes tonos de amarillo, blanco y negro. De ellas, Barberena destaca una en forma de peine y que las dataciones señalan que fueron realizadas en tres momentos diferentes que abarcan un periodo de poco más de 3.000 años (entre 8.000 y 5.000 antes de nuestra era).
En ese lapso de tiempo, la forma de peine se repite y se puede decir que es “el mismo motivo, hecho con mismo tipo de pigmento (negro) y la misma técnica, lo que muestra que hay una continuidad”.
Barberena dice que el equipo cree que hubo “decenas de generaciones humanas entre las que se produjo una transmisión de información”.
“Aunque -prosigue- no sabemos cuál fue, pero podemos plantear un nivel de transmisión cultural marcado por esta tradición de hacer arte rupestre”.
Ese periodo en el que se repitió en la cueva el mismo motivo geométrico coincide con el Holoceno medio, un momento “ecológicamente muy difícil y muy demandante para las sociedades humanas” que vivían en Patagonia.
Sus poblaciones eran cazadores-recolectores que atravesaron un periodo de muy baja demografía. “Poca gente que hacía frente a paisajes homogéneos y muy desafiantes climáticamente”.
Ante esas condiciones, los autores del estudio consideran que para esas poblaciones “era fundamental” tener redes sociales que las unieran y permitieran la comunicación e intercambios.
Unas redes de comunicación que -agrega Barberena- tenían que “estar ancladas a puntos específicos del espacio”. En este caso la cueva Huenul 1, donde se produjeran encuentros entre poblaciones, que en aquel momento debían de ser de “enorme importancia y dificultad”.
Ese arte rupestre surgió “en parte como una respuesta resistente al estrés ecológico por parte de poblaciones altamente móviles y de baja densidad”, indica la primera autora del estudio, Guadalupe Romero Villanueva, del Conicet, citada por Science Advances.
Aquellos primeros pobladores humanos de la Patagonia transfirieron sus conocimientos tradicionales durante más de cien generaciones durante un periodo en el que las áridas condiciones climáticas amenazaban su supervivencia, sugiere el equipo.
Así, Huenul 1 pudo haber sido escenario de ceremonias probablemente de contenido ritual, aunque no solo. “En última instancia contribuyeron a estas estrategias de construcción de resiliencia humana frente a este contexto socioecológico tan particular en los desiertos de Sudamérica”, concluye Baberena.
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