“Somos el primer país que tenemos una norma a nivel nacional para la contaminación lumínica”, señaló a EFE el astrónomo Guillermo Damke, de la Asociación de Universidades para la Investigación en Astronomía (AURA). Según él, el principal problema hoy son las nuevas luces blancas o LED.
Para proteger y cuidar la preciada oscuridad de los cielos del norte de Chile, los más prístinos del hemisferio sur para la observación astronómica, brigadas de voluntarios del Valle del Elqui explican a sus vecinos los riesgos de la contaminación lumínica para la astronomía, la salud humana y los ecosistemas naturales.
“Creamos la Brigada de Protección de Cielos Oscuros para incentivar a la comunidad a identificar puntos de contaminación lumínica, informarlos y, junto con nosotros, realizar fiscalizaciones en lugares específicos”, dijo a EFE Jorge Cortés, responsable del Plan de Protección de Cielos Oscuros de la Municipalidad de Vicuña, una de las comunas astronómicas del Valle del Elqui, en la Región de Coquimbo.
Nacido en 2021, el Plan se basa en una ley pionera en Chile y en una ordenanza municipal para “proteger y cuidar los cielos oscuros de la comuna” y sensibilizar a sus habitantes sobre su importancia astronómica y ambiental, añadió Cortés, que coordina una brigada de 20 voluntarios.
Chile cuenta desde 1998 con una norma para regular la contaminación lumínica que aplica a las regiones nortinas de Antofagasta, Atacama y Coquimbo, para proteger la calidad astronómica de los cielos nocturnos del norte.
La ley, que se actualizó en 2012 con nuevas limitaciones, restringe la sobreiluminación y la emisión de luz “en rangos no útiles para la visión humana o en rangos que aumentan la contaminación lumínica”, como la luz azul.
En octubre de 2023, esta medida –que solo se aplicaba en las regiones nortinas– se implantó a todo el país y sumó otras exigencias, más estrictas, para las tres regiones astronómicas.
“Somos el primer país que tenemos una norma a nivel nacional para la contaminación lumínica”, señaló a EFE el astrónomo Guillermo Damke, de la Asociación de Universidades para la Investigación en Astronomía (AURA).
Valentina Arancibia tenía 12 años cuando comenzó a interesarse por la astronomía. La atraparon los talleres que la divulgadora astronómica Andrea Castillo impartía en la escuela Patricio Lynch de la localidad de Andacollo, en Coquimbo.
“Andrea nos enseñó sobre la contaminación lumínica y sus efectos en la flora, la fauna y las personas y de estas charlas surgió la idea de crear un grupo de niños y niñas para proteger el cielo”, contó a EFE la joven, que hoy tiene 21 años y estudia esta ciencia en la Universidad Central.
Castillo, que hace más de 10 años que imparte talleres astronómicos en las escuelas coquimbanas, subrayó a EFE la importancia de que “sean los niños quienes hagan el trabajo de concientización con sus propios padres, transmitan el mensaje a su casa y luego hacia la comunidad”.
Valentina recuerda que con su brigada entregaba folletos al vecindario, observaba el cielo y avisaba a quienes incumplían las ordenanzas municipales, pero lo que más le marcó fue el pulso que los jóvenes ganaron en 2018 contra una gran minera de la zona para cambiar las luminarias y adaptarlas a la normativa.
Los cielos del Valle del Elqui fueron declarados en 2015 como el primer Santuario Internacional de Cielos Oscuros del mundo ante la necesidad de dar protecciones especiales a los lugares más oscuros del mundo con condiciones nocturnas amenazadas.
Detrás de este reconocimiento estuvo la Oficina de Protección para la Calidad del Cielo del Norte de Chile (OPCC), que integran AURA junto con otras entidades como el Observatorio Las Campanas (perteneciente a la Institución Carnegie de Washington), el Observatorio Europeo Austral (ESO), el Gran Telescopio de Magallanes (GMT), la Sociedad Chilena de Astronomía (Sochias) y varias instituciones gubernamentales.
Su principal objetivo es proteger de la contaminación lumínica el cielo nocturno de las regiones nortinas de Chile por ser un patrimonio ambiental reconocido a nivel internacional.
“Trabajamos con cámaras especializadas que nos permiten medir el brillo, la cantidad de luz y la dirección de las principales fuentes de contaminación lumínica”, apuntó Guillermo Damke.
Según él, el principal problema hoy son las nuevas luces blancas o LED, porque contribuyen a la “sobreiluminación” y, además de contaminar el cielo, impactan en los ecosistemas y en la salud humana, tal y como varios artículos científicos han alertado, recalcó el experto.
“Hay que invertir en iluminación de calidad y educar en la protección del cielo, porque la contaminación lumínica no solo afecta a los astrónomos, nos afecta a todos”, concluyó.
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