La investigación, liderada por la bióloga y paleontóloga Judith Pardo, es una de las más detalladas realizadas en el planeta sobre estos reptiles marinos de los cuales la especialista ha encontrado más de 87 ejemplares, algunos muy bien conservados, en el Parque Nacional Torres del Paine.
Un proyecto monumental que documenta la evolución de los ictiosaurios del antiguo oceáno Pacífico del margen chileno y los compara con ictiosaurios del hemisferio norte, lidera la bióloga y paleontóloga chilena Judith Pardo, quien es investigadora del Centro de Investigación GAIA Antártica de la Universidad de Magallanes y del Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC).
Con casi 90 especímenes encontrados en el glaciar Tyndall, en el Parque Nacional Torres del Paine de la región de Magallanes, su trabajo no solo destaca por su volumen, sino por la calidad y antigüedad de los fósiles, que alcanzan 131 millones de años, cuando la Antártica estaba unida al margen oeste de Sudamérica.
Pardo, quien recientemente adjudicó un Fondecyt para impulsar su proyecto, ha expandido su investigación para incluir no solo los registros cretácicos de Magallanes, sino también aquellos triásicos y jurásicos encontrados en el norte de Chile. Este enfoque evolutivo busca entender cómo los ictiosaurios cambiaron tanto taxonómica como ecológicamente a lo largo del margen del Pacífico y su relación con otras faunas del hemisferio norte, especialmente de Alemania, donde la investigadora ha desarrollado parte importante de su carrera.
La especialista también ha establecido colaboraciones con instituciones como la Corporación de Investigación y Avance de la Paleontología de Atacama (CIAHN), el Museo de Historia Natural de Stuttgart (Alemania), la Universidad de Texas en Austin (Estados Unidos), la Universidad Federal de Sao Paulo (Brasil), la Universidad Austral, el Museo de Historia Natural Río Seco (Punta Arenas), las consultoras de geología y paleontología Anqa y Elbo (Antofagasta).
Estas asociaciones permiten una investigación exhaustiva que abarca tanto el norte como el sur del país, ya que existen evidencias de restos desde el Triásico hasta el Cretácico temprano, lo que cubre unos 200 millones de años. De hecho del Triásico solo se ha encontrado evidencia de un diente en la zona de Antofagasta, pero la científica no descarta la posibilidad de que existan restos todavía no descubiertos.
Uno de los hallazgos más importantes del equipo de Pardo es Myobradypterygius hauthali, una especie de ictiosaurio cretácico encontrado en el Glaciar Tyndall y descrita en un reciente artículo científico. Con ejemplares que alcanzan los 3 metros de longitud estimada, este ictiosaurio, junto con otro descubierto en la misma zona y que alcanza hasta 5 metros de longitud, proporciona información valiosa sobre la anatomía y la evolución de estos reptiles marinos.
El glaciar Tyndall se ha convertido en un verdadero tesoro paleontológico.
“Hasta ahora hemos encontrado 87 ictiosaurios en esa zona”, comenta Pardo. Parte importante se encuentran articulados, es decir, cada hueso unido como lo fue en vida, lo que facilita su estudio. Según la paleontóloga, las corrientes de turbidez provocadas por avalanchas enterraron a estos animales casi instantáneamente, preservando sus cuerpos en un fondo marino con muy poco oxígeno. Posteriormente, la fosilización transformó sus restos en roca, permitiendo que se conservaran hasta hoy.
Sin embargo, la tarea de extraer y estudiar estos fósiles es ardua. “Fiona” es la única ictiosauria preñada encontrada en todo el planeta. Este dinosaurio, con 131 millones de años, es la primera excavada de manera completa en Chile. Indudablemente es el ictiosaurio más emblemático de este sitio fosilífero; mide aproximadamente 3,8 metros de largo y está en proceso de preparación para ser exhibida.
Debido a la dureza de la roca en la que está incrustada, su puesta en escena podría tardar años, por lo que el equipo ha optado por realizar una réplica a través del Fablab del Centro de Investigación GAIA-Antártica de UMAG, para su exposición en el Museo de Historia Natural Río Seco y otros centros de exhibición.
Los ictiosaurios, reptiles marinos que tenían un aspecto semejante a los delfines, vivieron entre unos 251 y 93 millones de años en lo que hoy corresponde a Europa, América, Asia, Antártica y Oceanía. Según detalla Pardo, los de mayor magnitud, que vivieron durante el Triásico, pudieron alcanzar una longitud de 25 metros, disminuyendo de tamaño en las eras posteriores. De hecho los del Cretácico, que corresponden a los hallados en el glaciar Tyndall, alcanzaban entre 4 y 5 metros de longitud.
Es probable que, como las ballenas, fueran animales gregarios, es decir, que se desplazaban en manadas. Se alimentaban de peces principalmente, pero su dieta también podía incluir amonites, tortugas y hasta pterosaurios (reptiles voladores).
“Eran una mezcla entre un mamífero, un reptil, un ave, un pez, una cosa rara. Un potpurrí de anatomía animal que funcionó muy bien durante millones de años”, destaca.
Pero por una razón desconocida, que es otro de los temas de investigación de Pardo, se extinguieron masivamente hace unos 93 millones de años, al menos 25 millones de años antes de la extinción de todos los dinosaurios.
“Un colega que publicó en la revista Nature hace unos años atrás propuso que hubo una extinción gradual producto de cambios climáticos que se empezaron a vivir. En esos tiempos hubo grandes terremotos que causaron erupciones volcánicas y estas mismas erupciones provocaron un aumento del CO₂ en la atmósfera. El CO₂ decantó en los océanos y acidificó los mares, entonces los ictiosaurios empezaron a emigrar para buscar nuevos hábitats, pero poco a poco se les fue haciendo más difícil y las alternativas fueron más restringidas. Entonces, es probable que haya ocurrido gradualmente este proceso de extinción”. Los restos de ictiosaurios hallados en el glaciar Tyndall datan de 38 millones de años antes así que no corresponden exactamente a esa desaparición final.
El interés por estos reptiles marinos, que alguna vez dominaron los océanos del hemisferio sur, no solo se limita al ámbito científico. Pardo ha organizado junto a la preparadora y restauradora del Museo de Historia Natural de Stuttgart, Cristina Gascó, e investigadores del Museo de Historia Natural Río Seco, junto al apoyo del CHIC, un curso de preparación, conservación y restauración paleontológica en Punta Arenas, el cual está orientado al público general.
“Este curso, certificado por la Universidad de Magallanes, corresponde al primero de tu tipo en Chile. Tuvimos más de 60 inscritos de todo el país, lo que demuestra el interés que existe por el perfeccionamiento en las técnicas de preparación paleontológica en nuestro país”, añade.
Además de su valor científico, los ictiosaurios también ofrecen lecciones sobre el pasado geológico y climático del planeta. La investigación de Pardo y su equipo incluye estudios geoquímicos en colaboración con la Universidad de Texas para entender cómo los cambios en la composición química de los océanos durante el Cretácico pudieron haber influido en la vida marina de esa época.
Este proyecto también tiene un componente de geoconservación. Otra de las estudiantes de Pardo (Catalina Astete) está realizando su tesis en Portugal sobre la conservación de sitios fosilíferos en áreas periglaciares, un tema crucial considerando el rápido retroceso del glaciar Tyndall, que expone más fósiles cada año.
Cuenta además que están haciendo estudios de biomecánica en conjunto con la Universidad Austral con la estudiante de postgrado Javiera Delgado, para comprender cómo los diferentes ictiosaurios del Tyndall usaron sus aletas para el movimiento.
Asimismo, mediante una colaboración con la Clínica IMET de Punta Arenas realizaron una tomografía computacional al esqueleto completo de la ictiosauria Fiona.
“Esto nos proporciona nuevos resultados respecto a su anatomía y permitirá realizar reconstrucciones tridimensionales de su esqueleto, lo que servirá tanto para la investigación científica como para la exhibición”, adelanta.
De esta forma el trabajo de Judith Pardo no solo posiciona a Chile como un referente en la paleontología de ictiosaurios, sino que abre nuevas oportunidades para el estudio de estos fascinantes reptiles que alguna vez surcaron los mares del planeta.
Ricardo Rozzi, presidente del CHIC, destaca que Judith Pardo es una de las lideresas científicas tanto del Centro Internacional Cabo de Hornos como de Chile.
“Judith fue parte de la primera cohorte de estudiantes de pregrado de la Universidad de Magallanes en el Parque Omora en Puerto Williams el año 2000. 25 años después aporta cuatro conceptos fundamentales de la investigación desarrollada por el CHIC para la ciencia en Chile y el mundo. Menciona como primero de ellos que para entender el cambio climático actual es esencial entender los cambios globales del planeta Tierra en el pasado.
“La extinción de los dinosaurios es uno de aquellos cambios en la historia geológica del planeta que hoy debiera conmovernos: ¿cómo podría la especie humana evitar una catástrofe como aquella de la época de los dinosaurios? La gran diferencia con la extinción de los dinosaurios es que en el caso de la especie humana tenemos conciencia del drástico impacto que estamos causando, como se ha comunicado abundantemente esta semana en la COP16”.
Un segundo concepto señalado por Rozzi es que Chile destaca como un país único en el mundo por tener laboratorios naturales en sus zonas extremas norte y sur: el desierto de Atacama y la región subantártica de Magallanes. “La Dra. Pardo se ha destacado por su lucidez para sacarle brillo científico a ambos laboratorios naturales”, afirma.
Como tercer concepto destacado, menciona que la investigación de Judith Pardo ha alcanzado un liderazgo mundial en gran medida gracias a su capacidad de colaborar con instituciones públicas y privadas en la región, el país y el mundo.
“Finalmente, la doctora Pardo es representante de una nueva generación de mujeres científicas comprometidas con la transdisciplina que exige la investigación y la comunicación de los descubrimientos científicos. Su descubrimiento transforma la interpretación del pasado, inspira a estudiantes jóvenes y convoca a los distintos actores de nuestro país para sentirnos orgullosos del patrimonio biocultural de Chile”.
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