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La especie invasora que “llegó para quedarse” en ríos del sur de Chile
Investigadores del Instituto de Ecología y Biodiversidad y otras instituciones, exploraron 13 cuencas chilenas, determinando que la presencia del también llamado “moco de roca”, afectaba a la biodiversidad en ecosistemas acuáticos.
En pleno verano, es común querer refrescarse en algunos de los tantos ríos y lagos de la zona centro-sur de nuestro país. Pero también puede ser común encontrarse con una extraña masa viscosa de color café verdoso, adherida a las rocas en el fondo de las aguas.
Se trata del didymo (Didymosphenia geminata), una microalga más conocida como “moco de roca”, que puede llegar a formar grandes masas que se extienden por kilómetros, y que es parte de la larga lista de especies exóticas invasoras que viven en nuestro país. Originaria del hemisferio norte, en 2010 fue documentada por primera vez en Chile, en el río Futaleufú, y actualmente se encuentra distribuida entre las regiones de Biobío y Magallanes.
Perteneciente a las diatomeas, el didymo se hizo más conocido en Chile a través de diversas campañas que promovían lavar y sanitizar artículos de pesca, ya que su propagación también habría sido impulsada por esta actividad, muy vinculada al turismo, generando amenazas de impacto a nivel ecológico y económico.
Si bien aún se desconoce cómo el alga llegó a nuestro país, su diseminación es favorecida por el transporte humano, pues el didymo es capaz de sobrevivir mucho tiempo fuera del agua, en ambientes húmedos.
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Para conocer más antecedentes sobre los factores que promueven la dispersión de la especie y sus efectos en ecosistemas acuáticos, un grupo de investigadoras e investigadores realizó un estudio en 122 ríos, de 13 cuencas del centro-sur de Chile.
Este trabajo, publicado recientemente en la revista científica Diatom Research, estuvo liderado por María Laura Carrevedo, Ramiro Bustamante, Vivian Montecino y Ximena Molina, estos últimos tres, académicos de la Universidad de Chile. También, colaboraron integrantes de otros centros de investigación de Chile y el extranjero, además de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y la Universidad Mayor.
Las cuencas muestreadas de norte a sur fueron: Itata, Biobío, Imperial, Toltén, Valdivia, Bueno, Cuencas e Islas entre Bueno y Puelo, Puelo, Yelcho, Palena y Fronteras. En ellas se analizaron un total de 234 sitios en 122 ríos, previo a un diseño de muestreo muy riguroso.
El estudio señala que esta microalga puede afectar la diversidad de especies de diatomeas nativas. Sin embargo este efecto está modulado por la abundancia de didymo en el agua. Otras investigaciones han mostrado que esta especie puede afectar la competencia y la depredación y alterar las mallas tróficas de los ecosistemas acuáticos de agua dulce.
“Este trabajo es uno de los más grandes que se ha hecho en Chile sobre esta especie, e incluye muchos años de investigación en terreno. Uno de los resultados más importantes muestra que las diatomeas nativas son afectadas por la presencia del didymo, pero que estos efectos pueden ser muy variables. Estamos ante la presencia de una especie que podría tener un impacto ecológico a nivel comunitario y ecosistémico. En ese sentido, también hay que destacar que pese a los esfuerzos y campañas realizadas para evitar la proliferación del alga, el didymo llegó para quedarse”, explica Ramiro Bustamante.
El investigador destaca la importancia de las diatomeas nativas, ya que éstas son parte del fitoplancton, realizan la fotisíntesis y constituyen la base de la cadena alimenticia, permitiendo así alimentar a muchas otras especies. En ese contexto, señala que la existencia de una mayor diversidad de diatomeas es beneficioso para el ecosistema y el alimento de múltiples otras especies.
Contrario a lo que pasa con muchas especies, el reciente estudio mostró que el dydimo se propaga con más facilidad en ambientes acuáticos donde hay menos nutrientes. Asimismo, se observó que su presencia en los ríos aumenta en primavera.
“Por otro lado, se estima que su desagradable aspecto viscoso, que genera efectos negativos en el turismo, sería una respuesta al estrés, especialmente cuando el didymo se instala en aguas dulces que posean bajas concentraciones de fósforo. Esta microalga, comúnmente presente en el fitoplankton, comienza a producir una gran cantidad de carbohidratos y se va al fondo de los ríos o lagunas, formando esta sustancia mucilaginosa. Sin embargo, también hemos visto que algunos organismos, como invertebrados o bacterias se meten en esta estructura, usándola como sustrato y refugio”, explica Bustamante.
Invasoras de agua dulce. ¿Qué hacer?
Sabido es que las especies exóticas invasoras son un factor clave en la crisis de biodiversidad que nos afecta a nivel global y local, y los ecosistemas acuáticos no son ajenos a ello. Especies como el salmón del atlántico o la trucha arcoíris se han convertido en una amenaza para estos hábitats en nuestro país.
Ramiro Bustamante señala que ante la presencia de cualquier especie exótica invasora, lo ideal sería contar con estrategias para su erradicación de los ecosistemas. Sin embargo, también señala que es importante considerar las prioridades de amenaza que existen para los distintos territorios.
“En la zona centro-sur, la prioridad uno y más urgente es el control de especies invasoras como el aromo. Y más al sur, debiera ser el visón y el castor por ejemplo. En el caso del didymo, creemos que por ahora, no sería tan urgente priorizar su erradicación, en relación a otras especies. Hemos visto también que el mismo río tiene mecanismos que pueden ayudar a disminuir su presencia cuando aumenta el volumen de agua”, comenta.
Además, esta diatomea se presenta con mayor fuerza solo en algunos sectores de los ríos y que su presencia es estacional. El científico concluye con la necesidad de continuar estudiando esta especie, la que puede generar perjuicios a los ecosistemas de agua dulce y las actividades humanas asociadas a ellos.
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