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Omar López, un solista de la poesía CULTURA|OPINIÓN

Omar López, un solista de la poesía

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Ricardo Rojas Behm
Por : Ricardo Rojas Behm Escritor y crítico, ha publicado “Análisis preliminar”, “Huevo de medusa”, “Color sanguíneo”, además de estar publicado en diversas antologías en Chile y el extranjero.
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Determinado por una sugerente y lacónica mirada, carente de excesivos lirismos, alimentados por ejes conceptuales donde ciertamente, impera el abuso de la síntesis, arriesgando buena parte del conjunto, el que puede entenderse como dentro de un tono menor e incluso con aires de letanía.


Omar López (Santiago, 1951), es un interesante poeta que trabaja en base a una mirada nostálgica, donde la pérdida o mejor dicho, esa imperecedera lucha contra el olvido, son referentes que evoca y simboliza de gran manera, cruzando de punta a cabo estas “Ideas lentas y otros ejercicios” (Edición Única, Valparaíso, 2024) en cuya recurrencia aflora un soplo de misterio, que a ratos puede parecer críptico.

Sin embargo, contrario a las percepciones y presunciones, el autor devela una contundencia metafórica que colinda con lo metafísico, en particular porque sabe desmarcarse del ejercicio intuitivo, obligándonos a releerlo con la templanza y pasividad de un cuerpo de obra que, en una primera lectura, se ve complejo, pero en la medida que lo vamos paladeando, descubrimos no sólo su necesaria cadencia, sino su verdadero sentido.

Por lo mismo, “Ideas lentas y otros ejercicios”, apela a un ritmo de lectura distinto, tal como señala su autor, “haciendo honor a la lentitud que, constituye una especie de rebelión en un mundo donde la inmediatez, la pro actividad y la fugacidad de los actos, diluye a mi juicio, la esencia del ser humano y pervierte en gran medida el sentido de convivencia…”

Si bien la poesía no es un activo financiero, perfectamente puede servir como moneda de cambio entre la página y el lector, y eso se constata en el poema Dos de “Espacios comprimidos”: “Busco el eco de la piedra/de esa grieta sin tiempo (tal vez herida) / Sé que no tendré respuesta/salvo la eternidad de un día”. Así, la volatilidad de la existencia es retratada de manera lapidaria por este autor, que hace de la brevedad su fiel aliado.

Aunque nos deje con ganas de más, cuando se excede en esa suerte de sentencia a ultranza, misma que en otras ocasiones, logra con una claridad magistral, y que se constata en el poema 5 de “Ideas lentas”: Estar a tu lado/ como una doble sombra incandescente”. Al igual que en el poema 7: “Congelar la llama de la palabra olvido”. Todos versos que dan cuenta de un ejercicio de síntesis extrema que cautiva, y que perfectamente podrían augurar el inicio o el remate de un gran poema.

Pese a lo breve este poemario ratifica su plusvalía literaria, la que se prolonga por más de 50 años, en los que ha publicado sólo pequeñas ediciones entre las que se encuentran Hombre Circular, Datos al oído del sol (ambos de 1985), Malas costumbres (1990), Tocar su piel (2018), todos textos que circulan de mano en mano, y que muchas veces se remiten a su círculo más próximo, convirtiendo este oficio en un trabajo muy silencioso y a veces marginal, pero no menos significativo.

Determinado por una sugerente y lacónica mirada, carente de excesivos lirismos, alimentados por ejes conceptuales donde ciertamente, impera el abuso de la síntesis, arriesgando buena parte del conjunto, el que puede entenderse como dentro de un tono menor e incluso con aires de letanía, pero por más que se vea así, es esa misma concatenación la que nos da la respuesta, cuando en paralelo nos entrega un tono mucho más sentencioso, el que le da fluidez y contundencia a un texto en el cual, en cada verso, demuestra su oficio.

En esa lógica, uno cree estar frente un poeta seducido sólo por una escueta simpleza, pero no se engañen, ya que Omar López es lo suficientemente profundo como para quedarnos con esa visión superficial, por lo que debemos auscultar con precisión clínica el trasfondo. De hecho, la persistencia de la palabra sombra en toda su trayectoria, no es casualidad. Porque evidencia ese otro yo, que vive oculto en él.

Descontado ese detalle, los dos momentos del libro más logrados son el “Test de la ignorancia”, ya que es una parte donde el autor se relaja lúdicamente, e invita al lector a jugar, y elegir una opción entre: verdadero, no sabe, o falso (dentro de estos poéticos términos excluidos). “Todos los días tienen nombre/ Menos el de la muerte”. El otro segmento que me parece importante destacar es el “Manual de domesticación”, donde por fortuna prolonga esa tendencia a ironizar, pero esta vez con un mayor riesgo y ductilidad poética, recomendando recetas para sortear la insoportable rutina.

Lo más sorpresivo en este conjunto, es la inserción de un “Diario del minuto”. Sin embargo, un esbozo o spoiler de lo que vendrá, le resta fuerza al corpus poético de “Ideas lentas y otros ejercicios” que en general, está muy bien rematado, pero agregar un texto narrativo distinto, como una suerte de apéndice, independiente a su calidad, termina desorientado, y perfectamente pudo haberlo considerado como en una buena excusa para embarcarse en una nueva publicación, llamada precisamente “Diarios del minuto”, ya que está más cercana a la crónica que a la poesía.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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