La mayor parte de las historias de Paul Seaquist impacta, sacude, llama la atención sobre la ética de esa sociedad que, si bien es ficticia, resuena como eco de la sociedad moderna, una proyección algo exagerada y distorsionada de amoralidades reales con las que convivimos, metáforas de comportamientos conocidos. A medida que avanza la obra, esos relatos también van caracterizando al narrador protagonista. Una obra recomendable, excepto para personas de espíritu demasiado sensible.
Los cuarenta y ocho relatos y cuentos breves de “Oink”, nos llevan a un mundo prácticamente sin ética, en el que se han normalizado ciertos comportamientos que rompen por todos lados con aquello de lo “políticamente correcto”: partiendo por el canibalismo, para luego seguir con compra y venta de esposas, violaciones y empalamientos. Estremece la indiferencia de los personajes ante la muerte de personas en lugares públicos, o frente al hacinamiento y condiciones infrahumanas de migrantes que habitan en reductos cercados.
La literatura ha producido obras con combinaciones de géneros interesantes. Por ejemplo, el policial con la ciencia ficción (como en la saga del ciborg del escritor chileno Diego Muñoz Valenzuela), lo fantástico con el terror (por ejemplo, la escritora argentina Mariana Enriquez), y lo fantástico con lo sucio (como en el libro Las Voladoras, de la escritora ecuatoriana Mónica Ojeda) que se contrapone al llamado realismo sucio. El caso de “Oink”, de Paul Seaquist, se puede situar más cerca de este último tipo de mezcla, donde lo sórdido ronda en cada historia.
Se nos presenta un mundo en el que lo antisocial campea, y las salvajadas van ocurriendo sin intervención de policías, aparatos judiciales ni nada que se le parezca, las instituciones parecen haber desaparecido junto con los códigos morales. Tanto las víctimas de atropellos, como quienes los cometen, continúan adelante con sus vidas (o mueren) con la más absoluta indiferencia.
Lo fantástico entonces tiene que ver con ese tipo de sociedad que sirve de escenario. Por citar una de las anomalías que alejan la obra de la realidad (y específicamente del realismo sucio): la normalización de las invitaciones a cocinar personas a la parrilla. Pero en lo que respecta a la ausencia de instituciones punitivas, y de moral ¿se puede calificar de irreal ese entorno que retrata Seaquist? En nuestra sociedad no es infrecuente que las autoridades dejen impunes atrocidades que han causado conmoción. En ese aspecto, Oink puede ser vista como una sátira, pero no sólo a las autoridades, sino también a la ciudadanía que tolera diversos desaguisados que atentan contra la dignidad humana.
La mayor parte de las historias impacta, sacude, llama la atención sobre la ética de esa sociedad que, si bien es ficticia, resuena como eco de la sociedad moderna, una proyección algo exagerada y distorsionada de amoralidades reales con las que convivimos, metáforas de comportamientos conocidos. A medida que avanza la obra, esos relatos también van caracterizando al narrador protagonista. Una obra recomendable, excepto para personas de espíritu demasiado sensible.
Respecto a la prosa, es más bien irregular, así como hay historias narradas de forma limpia, otras se presentan con ripios (repeticiones de palabras, cacofonías y aliteraciones, entre otros). Es bueno no echar al olvido la frase de Hemingway: “Releer lo escrito una y otra vez, cientos de veces, y mejorarlo”. Eso incluye rastrillar en busca de esos deshilachados.
Ficha técnica:
Oink.
Autor: Paul Seaquist
Zuramérica, 2023.
172 páginas