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La estatua de Baquedano debe volver a Plaza Italia CULTURA|OPINIÓN

La estatua de Baquedano debe volver a Plaza Italia

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Óscar Plandiura
Por : Óscar Plandiura Escultor, licenciado en Artes de la U. de Chile y maestro en piedra de la Escuela Nacional de Artesanos. Creador de la escultura de Víctor Jara
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¿Alguien les habrá enseñado a aquellos jóvenes, que con rabia cada viernes trataban de tumbar la estatua ecuestre de Baquedano, que su creador además fue un incansable luchador social, y que a pesar de ser el más grande escultor que ha dado Chile, murió a los 87 años, ciego, abandonado y en la más absoluta pobreza? Hoy también existe una oligarquía diversa de intelectuales, seudoartistas y grupos progresistas con pretensiones de ser moralmente superiores, que no encuentra inconveniente en construir su inocencia derribando estatuas, monumentos y quemar libros, juzgando la historia y sus protagonistas con los ojos del presente. Esta pandemia que se está extendiendo por el mundo, puede llevarnos a extremismos narcisistas en función de lo que consideramos hoy correcto o moral. La bestia del totalitarismo nos podría llevar a que no se salvaran de la hoguera ni los santos que están esculpidos en las iglesias.


En el contexto de la remodelación del eje Alameda – Providencia y la decisión del gobernador Claudio Orrego de eliminar el monumento ecuestre del general Baquedano, obra emplazada en el centro de la tradicional rotonda, lugar donde en una cripta, también descansa un joven soldado desconocido muerto en la guerra del Pacifico, conviene hacer algunas reflexiones.

Nadie ha hecho presente que el artista que esculpió al general Baquedano montando sobre su caballo Diamante, es obra de Virginio Arias, escultura que según el artista plástico y escritor Adolfo Couve, es el más bello monumento ecuestre que se ha emplazado en Chile.

¿Y quién es Virginio Arias?

Virginio Arias fue hijo de campesinos y un niño tan pobre, como los miles de jóvenes que durante el estallido social, arriesgaban sus ojos protestando en plaza Italia o plaza dignidad, aunque hoy día, casi nadie se atreva a llamarla por ese nombre.

Virginio desde muy joven padeció las mismas privaciones y discriminaciones que la mayoría de los grandes artistas que ha dado este país; Gabriela Mistral, Violeta Parra, Pablo Neruda, Samuel Román o Víctor Jara, solo por nombrar a algunos.

Más tarde, con 18 años y a pesar de las adversidades propias de su condición, y de un Chile que a mediados del siglo IXX su población mayoritariamente estaba sometida a brutales injusticias y abusos, logra ingresar a la Academia de Bellas Artes, para luego desarrollar su carrera en Paris, donde gana innumerables premios y reconocimientos, finalmente regresa a chile para ser director y profesor de la misma Academia de Bellas Artes donde estudió, para formar con disciplina espartana a generaciones de escultores.

¿Alguien les habrá enseñado a aquellos jóvenes, que con rabia, cada viernes trataban de tumbar la estatua ecuestre de Baquedano, que su creador, además fue un incansable luchador social y que a pesar de ser el más grande escultor que ha dado Chile, murió a los 87 años, ciego, abandonado y en la más absoluta pobreza?

Entre las obras más importantes de Virginio, destacan, aparte Baquedano, el “Descendimiento”, colosal estatua en mármol que destaca en el hall central del Palacio de Bellas Artes, y el “Monumento al Roto Chileno” emplazado en el corazón de la plaza Yungay.

Resulta de perogrullo, que esta última obra, una de las más significativos y queridos de la ciudad de Santiago, que fue premiada con medalla de oro en el salón de Paris de 1888, a poco de inaugurarse, fue casi tan resistida como la estatua de Baquedano.

“Monumento al roto piojento” escribía el periodista, dramaturgo y poeta Juan Rafael Allende, mientras el intendente de Santiago de la época Prudencio Lazcano Echaurren, se refiere a ella como “estatua cursi, grosera e infame”.

El monumento que idealiza al roto chileno no fue bien recibido por la comunidad y divide a la oligarquía liberal y conservadora. Incluso el mismo presidenteJosé Manuel Balmaceda escribe en “El Taller Ilustrado” el 12 de noviembre de 1888 un articulo, donde solicita “la demolición de tan ridícula obra, o por lo menos disponga una modificación radical que la quiten en cuanto sea posible”.

Hoy también existe una oligarquía diversa de intelectuales, seudoartistas y grupos progresistas con pretensiones de ser moralmente superior, que no encuentra inconveniente en construir su inocencia derribando estatuas, monumentos y quemar libros, juzgando la historia y sus protagonistas con los ojos del presente, esta pandemia que se está extendiendo por el mundo, puede llevarnos a extremismos narcisistas en función de lo que consideramos hoy correcto o moral.

Cuando se pretende dejarnos sin el monumento del general Baquedano, aparte de privarnos del goce estético que representa tan magnífica y colosal obra escultórica, también se está impidiendo que los chilenos se pregunten por qué hubo momentos de la historia reciente en que el general fue merecedor de un monumento tan importante. y al mismo tiempo, se quiere borrar el lugar en que se realizaron las más grandes protestas y manifestaciones populares de la historia de Chile.

“¡Es que el monumento al general Baquedano divide a los chilenos!” reclama el gobernador Claudio Orrego como principal argumento para justificar lo que hicieron durante la noche y en medio del toque de queda, retirando en un acto de brutal humillación y desprecio – cortando las patas del caballo con una vulgar galletera Makita- una de las esculturas más bellas de Santiago, en la que se representa al general victorioso responsable de llegar con el ejército de Chile hasta la misma ciudad de Lima.

Si la razón para derribar el monumento del general Baquedano es que ¨divide a los chilenos¨, tendrían que explicarle al intendente Orrego que habría que hacer lo mismo con la estatua de Frei Montalva, ex presidente, que según los archivos de la CIA recibió de forma secreta, varios millones de dólares para financiar de forma ilegal la campaña presidencial de 1964, resultado que le permitió ser electo presidente de la república, Y por si lo anterior fuese poco, promovió y celebró con entusiasmo el golpe de Estado de 1973.

También la estatua ecuestre de Bernardo O’Higgins. Muchos lo han definido como un dictador, además lo responsabilizan por mandar a fusilar a los hermanos Carrera y asesinar a Manuel Rodríguez.

Asimismo, la estatua de Arturo Alessandri, presidente sanguinario que, entre otros crímenes, ordenó desde un balcón de La Moneda fusilar a todos los jóvenes retenidos en el edificio del Seguro Obrero. Hoy sin duda, Alessandri estaría condenado por crímenes de lesa humanidad.

¿Y la estatua ecuestre de Pedro de Valdivia? Esta monumental escultura ecuestre emplazada en la plaza de armas, realizada por el afamado artista español Enrique Pérez Comendador, también tendría que ser retirada, por representar el inicio del despojo de tierras y el genocidio de los pueblos originarios.

También La Fuente Alemana. Conjunto escultórico y fuente de agua que está en el parque Forestal, fue donada por la colonia alemana para el centenario de la independencia de Chile. Estos ciudadanos, que realizaron tan bello presente, fueron los que a finales del siglo IXX se beneficiaron del despojo de tierras impunemente arrebatadas de forma fraudulenta y con engaños al pueblo Mapuche.

Al Palacio de Bellas Artes también habría que echarlo abajo por ser un símbolo de la oligarquía en el Chile de 1910 infinitamente pobre y desigual.

En definitiva, esta lista es solo un pequeño ejemplo de estatuas y monumentos públicos que debieran ser lanzados a la hoguera de acuerdo al criterio que se le quiere aplicar al monumento ecuestre realizado por Virginio Arias. Quizás en ese mismo fuego podrían quemarse los libros de Neruda y las pinturas de Picasso por haber tenido conductas y opiniones hoy día vistas como inaceptables, y por qué no, aprovechar las fogatas para quemar las obras de Homero, Platón, Sócrates, Heráclito y Aristóteles, todos ellos partidarios en su tiempo de la esclavitud y las relaciones homosexuales entre adolecentes imberbes y adultos.

En resumen, la bestia del totalitarismo nos podría llevar a que no se salvaran de la hoguera, ni los santos que están esculpidos en las iglesias.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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