La tesis del “abismo existencial de occidente” no puede apoyarse, ni siquiera parcialmente, en el traslado automático de sus conceptos y conclusiones, para ser aplicados al presente del desarrollo de las sociedades occidentales, sobre todo, si son arrancados de la metodología investigativa weberiana. Por ejemplo: ¿cuál sería la “asociación electiva” de “hechos sociales” (unidad básica de la metodología weberiana) del libro de Mayol? Si ensayamos una búsqueda de este criterio en su análisis, tenemos que Mayol asocia todo con todo, no hay “elección”. Es decir, el “abismo existencial de occidente” aparece como conclusión desde un conjunto de observaciones personales de la realidad actual y de interpretaciones de las fuentes bibliográficas que cita. El texto más bien se parece a una lluvia de ideas que a un texto consistente en base a elementos por investigar claramente definidos desde el comienzo de su obra para luego verificarlos y/o falsificarlos.
En diciembre de 2022 el sociólogo chileno Alberto Mayol publicó el libro “El abismo existencial de occidente” y en 2023 sacó una segunda edición. El texto es un híbrido entre obra de teatro, ensayo sociológico y confesiones sobre sus propias preferencias políticas y una amplia citación de autores y textos de toda índole, incluida la Biblia, las tesis fundantes de la “sociología comprensiva” (verstehende Soziologie) de Max Weber, la escuela de Frankfurt (Frankfurter Schule), el positivismo, las entrevistas al boxeador norteamericano Mohammed Alí, y los grandes literatos y psicólogos del mundo occidental.
Su tesis central es la siguiente: el occidente se encontraría en un “abismo existencial” desde el término de la segunda guerra mundial. Lo que antes fuera luz, racionalidad y confianza en sí mismo, se habría tornado sombra y esa sombra a la vez operaría como la base de la actual fase de desarrollo de occidente.
Partiendo por este diagnóstico psico-terapéutico de occidente, salta al estado de la economía, la política, los medios, el arte, la propaganda, las novelas y una multiplicidad de acontecimientos, sobre todo en un escenario europeo, para terminar afirmando que la verdad se ha transformado solo en un “espectáculo”. Cada subtítulo es más rimbombante que el anterior: pasamos de los fantasmas al abismo, de las sombras al adanismo, a la sangre, al suicidio, al espectáculo, a las guerras que no son, a los irracionales del mundo y por último al destino de occidente. Su conclusión es que el “abismo existencial” de occidente es “todo aquello que rodea al dinero”.
Con una seguridad sorprendente en sus divagaciones filosóficas y sociológicas, plantea que el “síntoma decisivo” de la “gran confusión” de occidente y de su “corrosión por irracionalidad” se expresaría en: “la pérdida de la capacidad de vertebrar la respuesta política occidental”. La pregunta que no se responde es: ¿frente a quién?
Como todos sabemos, la historia de la civilización occidental está intrínsecamente ligada a la existencia de lo que se ha llamado civilización oriental , pues esta contraposición es la que ha permitido a occidente declararse como una cultura superior, dotada de racionalidad, gobernada por las ciencias y en el plano político por la democracia republicana. La libertad individual, el derecho a la propiedad privada, la economía de mercado y el estado como árbitro de los conflictos sociales.
Vale la pena decir aquí que el concepto de “oriente” fue calificado por el intelectual palestino Edward Said (1935-2003) en su ya clásica obra “Orientalismo” (1978) como un producto reduccionista netamente occidental para elevar a occidente como la única civilización racional del universo, y por ello “superior” en comparación con la supuesta inferioridad de los pueblos del Asia, África del Norte y Oriente medio, donde predominaría un pensamiento de corte mágico y por ello irracional.
En la práctica, el texto de Mayol, aunque no cita a Said, plantearía una especie de convergencia de occidente con oriente en materia del surgimiento de la irracionalidad en su etapa del capitalismo neoliberal. De hecho, titula uno de sus capítulos: “Irracionales del mundo, uníos”.
Como indicador central de la tesis del “abismo”, Mayol nos presenta una tabla de la cantidad de protestas o estallidos sociales del mundo entre 1960 y 2022. Allí confluyen las rebeliones árabes, la caída de la Unión Soviética, las protestas de Francia y también las de Sudamérica. Más adelante menciona otros indicadores como: el terrorismo internacional, el crecimiento de las autocracias y el debilitamiento de la legitimidad institucional política y económica en occidente. Avanzando en el texto, encontramos que estos hechos contenciosos comprobarían un tipo de “malestar social” “amorfo” , cuya “investigación (sería) de difícil ejecución”. “Para decirlo en forma simple”, Mayol afirma que “no todos hablan de lo mismo cuando dicen ‘malestar’” y que en realidad sus orígenes son “multicausales”.
El liberalismo, continúa el autor, habría sido una “máquina que se sentía eficiente, un aparato que se sentía legítimo, un logro histórico sin igual”, para luego comentar escuetamente: “ … y de seguro es cierto”. No obstante, lo que ahora quedaría de occidente sería solo “un fantasma” de su cultura que no es ni “sombra ni luz”, sino que apenas un “reflejo sombrío de lo que antes fue la luz”.
En medio de esta inspiración casi literaria de su libro, vale la pena preguntarse dónde y cuándo fue ese “antes” de la actual crisis, donde habría alumbrado la luz de la razón. Según el economista francés Thomas Piketty en su libro “Capital del siglo XXI” (2014), el desarrollo económico de occidente siempre estuvo caracterizado por procesos de concentración de la riqueza en pocas manos y la formación de sociedades con altos niveles de pobreza tanto a nivel interno de cada país, como a nivel mundial.
La única excepción de esta tendencia, se dio exclusivamente en los países occidentales centrales como también en Los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial con las políticas de distribución de la riqueza promovidas desde el estado por la socialdemocracia y que encontraron su fin ya hacia mediados de los setenta. De hecho, el sociólogo norteamericano Richard Sennett calificó el movimiento estudiantil del 68 en París como el primer fenómeno político de “narcisismo” social. Esto sería un auténtico adelanto de lo que vendría después con la globalización y lo que el sociólogo francés Gilles Lipovetzky denominaría como el “Imperio de lo Efímero” (1987) en occidente.
Parte de occidente, sin embargo, son también los “socios menores” como, por ejemplo, los países de América Latina. Dando una mirada al panorama social y económico por estos lares, durante los últimos cien años, la luz de la razón ha sido bastante escasa. Basta solamente recordar que los años setenta en América Latina fueron tiempos de dictaduras criminales y que la “década pérdida” de los ochenta generó millones de pobres e indigentes en esta región. Luego vinieron las “transiciones a la democracia” que no lograron saldar esta “deuda social”. Muy por el contrario, la concentración de la riqueza aumentó y con ello el descontento popular por las desigualdades sociales. En eso consistía nuestra “razón”, que era de sombras ya mucho antes de lo que afirma Mayol.
Las experiencias capitalistas neoliberales en los países del extinto bloque socialista, o en la China comunista con sus tradiciones filosóficas budistas, confucionistas y taoístas, en la India multi-religiosa , en los países árabes y africanos, y en Asia de fe budista, islámica e hinduista principalmente, parecen no tener consideración en los análisis de Mayol. Esta omisión resulta inaudita debido a los masivos flujos migratorios desde oriente hacia occidente que, al menos, han cambiado la faz de Europa. Bien se puede hablar entonces de la presencia de verdaderos fenómenos de penetración y rechazo cultural mutuos y simultáneos que caracterizan en gran medida la actual crisis mundial. Si hay “abismo existencial”, no es solo occidental.
Así lo testimonia la variada tradición literaria en oriente, como las del poeta indio Rabindranath Tagore (1861-1941), del escritor egipcio Naguib Mahfuz (1911-2006), el gran poeta turco Nâzım Hikmet (1902-1963), el escritor turco Orhan Pamuk nacido en 1952 o la extraordinaria novela Historia de un Hombre Solo del escritor chino Gao Xingjian, nacido en 1940. La lectura de estas obras nos abre un mundo diferente que permite descubrir lo que podríamos denominar también la desesperación existencial de oriente que reclama tal como occidente la validez universal de su cultura.
Con respecto a la amplia citación de la obra de Max Weber (1864-1920) en el libro de Mayol, se precisa contradecir su afirmación que Weber se habría identificado hacia 1919 en la “izquierda”. Weber era liberal, republicano y agnóstico. Jamás creyó en la construcción del “paraíso en la tierra”, ni siquiera liberal, ni socialista, ni cristiano, ni de ninguna índole. Su objetivo era “comprender” (verstehen) por qué los hechos sociales se daban de una forma y no de otra en determinados territorios. En la ciencia social fue único, pues en una época en que se pretendía usar la ciencia social como instrumento de lucha política y transformación social, Weber abogaba por el análisis de la sociedad no en su conjunto sino que en base a “asociaciones electivas” ( Wahlverwandschaften).
Es decir, de hechos sociales que pudieran explicar el desarrollo de los estilos de vida desistiendo de cualquier juicio de valor. Así es como surgió su máxima obra “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” (1904). Teniendo como base la asociación entre dos o más hechos sociales puntuales que hicieran sentido al investigador, se analizaba en base a datos empíricos comprobables el posible vínculo entre la religión, la economía capitalista y el espíritu cultural derivado de ésta. Cuando Weber hablaba de la “jaula de hierro” en el desarrollo humano capitalista y el surgimiento de “especialistas sin espíritu” y “hedonistas sin corazón” no lo hacía con un afán crítico moralista ni psicoanalítico. Su objetivo era caracterizar en forma precisa los efectos de la creciente burocratización y “desencantamiento” (Entzauberung) en la conducta humana.
La tesis del “abismo existencial de occidente” no puede apoyarse, ni siquiera parcialmente, en el traslado automático de sus conceptos y conclusiones, para ser aplicados al presente del desarrollo de las sociedades occidentales, sobre todo, si son arrancados de la metodología investigativa weberiana. Por ejemplo: ¿cuál sería la “asociación electiva” de “hechos sociales” (unidad básica de la metodología weberiana) del libro de Mayol? Si ensayamos una búsqueda de este criterio en su análisis, tenemos que Mayol asocia todo con todo, no hay “elección”. Es decir, el “abismo existencial de occidente” aparece como conclusión desde un conjunto de observaciones personales de la realidad actual y de interpretaciones de las fuentes bibliográficas que cita. El texto más bien se parece a una lluvia de ideas que a un texto consistente en base a elementos por investigar claramente definidos desde el comienzo de su obra para luego verificarlos y/o falsificarlos.
Pero, aún así, hay que reconocerle a Alberto Mayol su gran sentido del humor y la composición dinámica de un texto más bien propio de la dramaturgia que de la sociología o ciencia política. ¿Qué le pasó a Mayol en este último libro?: El salto cuántico desde “El derrumbe del modelo” en Chile (2012) al “Abismo existencial de occidente” (2022) resultó temerario por su envergadura y complejidad . Se arriesgó a pensar occidente en forma completamente aislada del resto del mundo como que si se tratara de un paciente tendido en el diván de un psicoterapeuta con las cortinas cerradas.
Mayol no logró explicar las causas de un supuesto destino propio de occidente en la actual crisis que no se diera en otros lugares del mundo y que pudiera fundamentar la singularidad de la tesis del abismo existencial. El supuesto mundo de sombras, irracional y más allá del bien y el mal en todo occidente es una aseveración osada en medio de los impresionantes avances de la ciencia y la tecnología que podrían estar al servicio de toda la humanidad.