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Obra “Macbett” de Ionesco y su actualidad a 50 años del golpe de Estado CULTURA|OPINIÓN

Obra “Macbett” de Ionesco y su actualidad a 50 años del golpe de Estado

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Paula Alcaíno Palma
Por : Paula Alcaíno Palma Master en Estudios del Desarrollo U. Sydney y Antropóloga Social U. Chile
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Esta versión lleva a interpelarnos sobre cuánto hemos aprendido como país a 50 años del Golpe militar y a casi cuatro del estallido social: es ahí donde surge la interrogante de si hay esperanza de avanzar como sociedad, o debemos plegarnos a la visión pesimista y de desazón que Eugène Ionesco sostenía sobre la realidad social a nivel nacional, y por qué no decirlo, también mundial. La obra tendrá una función este jueves 14 de septiembre en el Centro Comunitario Matta Sur (Chiloé 1799) a las 19:15 horas.


El contenido de Macbeth, la obra clásica de William Shakespeare, mantiene plena vigencia, permitiéndonos reflexionar profundamente sobre la realidad actual, especial- mente ahora cuando en Chile se conmemoran los 50 años del golpe de Estado.

La obra remonta a la lejana Inglaterra del siglo XVI, pero sus contenidos pueden ser entendidos como parte de la historia de cualquier sociedad moderna, por cuanto se presentan temas como la disputa por el poder (bajo el lema “el fin justifica los medios”), la estratificación social, el descontento hacia la clase gobernante, la hegemonía masculina en los roles dirigenciales, así como la dificultad de las mujeres para acceder a estos cargos y roles sociales.

Sin embargo, esta readaptación “hecha en Chile” por la actriz y directora Natalia Gonzalorena, ofrece importantes guiños al contexto chileno, a través de la caracterización de sus personajes y diálogos, lo que transporta claramente a la dictadura y la violencia ejercida por medio de las violaciones a los derechos humanos.

El ejercicio de la violencia se observa con claridad en este montaje: existen diversas escenas de enfrentamiento y violencia directa entre los personajes ―tomando el concepto del sociólogo noruego Johan Galtung― con el fin de obtener y mantener el poder.

En este ámbito, es particularmente interesante el momento en el cual Macbett (con una conmovedora interpretación de Leonardo Cerda) y Banqua (interpretada magistralmente por Sol Pérez de Arce, en una poderosa versión femenina del original personaje Banquo) relatan las muertes y sufrimientos que han causado a otras personas: escena en la que por un momento parecen sentir compasión hacia sus víctimas, pero luego justifican dicha situación (“eran enemigos y merecían ese destino”).

Tal como se plantea en la teoría del conflicto, la obra nos muestra que la violencia directa tiene su origen en otra forma menos manifiesta, aquella de carácter simbólico en la cual el otro se presenta como un opuesto y/o inferior, pudiendo incluso llegar a su completa deshumanización con su consecuente aniquilación.

Es este despojo de humanidad, lo que permite cometer y justificar las atrocidades cometidas en contra de personas que anteriormente habían sido consideradas como iguales, situación homologable a lo acontecido bajo la dictadura. De igual manera, Macbett muestra la violencia simbólica como medio para legitimar el derrocamiento violento de un gobernante, con la promesa de un reino (país o devenir) mejor.

En dicho sentido, esta versión de Macbett finalmente lleva a interpelarnos sobre cuánto hemos aprendido como país a 50 años del Golpe militar y a casi cuatro del estallido social: es ahí donde surge la interrogante de si hay esperanza de avanzar como sociedad, o debemos plegarnos a la visión pesimista y de desazón que Eugène Ionesco sostenía sobre la realidad social a nivel nacional, y por qué no decirlo, también mundial.

Ficha artística

Elenco: Leo Cerda, Sol Pérez de Arce, Marcia Boza, Álvaro Miranda, Paola Díaz,
Martina Bustos, Cristina Toro y María Elena Cortés.
Dirección y adaptación dramatúrgica: Natalia Gonzalorena
Aportes dramatúrgicos: Sol Pérez de Arce
Apoyo escénico y de dirección: Eleonore Grace
Iluminación: Juan Pablo Somalí
Apoyo técnico: Pepa Peña

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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