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Libro “Dead Kennedys” de Alex Ogg: Fruta fresca, verduras podridas y sarcasmo CULTURA|OPINIÓN Crédito: Montecruz Foto

Libro “Dead Kennedys” de Alex Ogg: Fruta fresca, verduras podridas y sarcasmo

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Eduardo Schele
Por : Eduardo Schele Filósofo. Es autor del libro "La caída de Ícaro. Sobre el suicidio y los desencantos de la conciencia" (2022) y coautor de la obra "Estética de lo siniestro. Aproximaciones desde el arte, la literatura y la filosofía" (2022). Por más de diez años se ha dedicado a la docencia y a la divulgación en el sitio estudioscavernarios.com, en donde se promueve la lectura de obras clásicas, modernas y contemporáneas, tanto de la filosofía, la literatura y el arte. Esta misma labor la cumple, de manera más reciente, a través del podcast Leyendo a martillazos. Este año 2023 publicó su libro "¿Han visto mi zapatilla? Las filosofías tras la fiesta del punk".
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Gracias a la impecable traducción de Javier Bravo, inédita en castellano, el libro de Alex Ogg nos permite adentrarnos en las ideas de una de las bandas más influyentes de la historia del hardcore punk. Como se descubrirá también a través de las imágenes que contiene la obra, Dead Kennedys derrocha sarcasmo, sátira y humor, tal como hacían los cínicos griegos al buscar inquietar y remover el piso de las costumbres de aquella masa que rehúye del pensamiento crítico.


El 25 de marzo de 1980, los Dead Kennedys, la legendaria banda de hardcore punk estadounidense surgida en San Francisco, se preparaban para actuar en los Premios Bay Area Music. Debido al éxito de su canción “California Über Alles”, los organizadores del prestigioso evento les invitaron a interpretarla, para cumplir así con la cuota de “diversidad”.

Fiel a su estilo satírico, los miembros de la banda (Jello Biafra, East Bay Ray, Klaus Flouride y Ted) se vistieron con ropa formal para la ocasión, pero dibujaron una gran letra “S” en sus camisas que, junto con sus corbatas, formaban el símbolo del dólar. ¿Una coincidencia? En absoluto. Era parte de la performance que Biafra tenía preparada para ese día.

Tras apenas unos segundos de “California Über Alles”, el carismático vocalista interrumpió la canción para anunciar: “¡Atención! Vamos a demostrar lo adultos que somos. No somos una banda de punk rock, somos un grupo new wave”. Acto seguido, interpretaron otro tema, el mordaz “Pull My Strings”, cuya letra dice cosas como estas:

“Quiero ser una superestrella prefabricada/ Quiero ser una herramienta/ No necesito alma/ Quiero ganar mucho dinero/ Tocando rock and roll/ Haré que mi música sea aburrida/ Tocaré mi música lentamente/ No soy un artista, soy un hombre de negocios/ Sin ideas propias/ No ofenderé/ O sacudiré el barco/ Sólo sexo, drogas y rock and roll”.

En el libro “Dead Kennedys: Fresh Fruit for Rotting Vegetables. Los primeros años”, del periodista inglés Alex Ogg, recientemente reeditado por la editorial Santiago-Ander, se incluyen anécdotas como la anterior, revelando no solo los detalles de la producción de su exitoso primer disco, sino también la conflictiva relación entre los integrantes de la banda.

Según el libro, Biafra era uno de los responsables de esta dinámica. Él mismo lo reconocía: “Claro que quería que la banda perdurara, pero algunas de las mejores bandas son las que se esfuerzan por escandalizar y molestar a la gente, y no solo por complacerla”. El problema es que, como buen cínico que era, Biafra también aplicó este principio con los integrantes del grupo.

Hace unos 2.400 años, el filósofo Diógenes de Sinope tenía una visión similar de lo que debía hacer la filosofía: incomodar al sentido común y cuestionar al poder. Por ejemplo, Diógenes era famoso por sus desprecios hacia figuras de gran renombre, como Alejandro Magno y Platón. De forma similar, los Dead Kennedys causaron gran revuelo en su momento por el simple hecho de llamarse así, ya que, en su opinión, el nombre simbolizaba “el fin del sueño americano”.

El carácter irreverente del grupo no solo se plasmaba en sus letras, rebosantes de humor negro y crueldad, sino también en sus actuaciones en vivo. En ellas, Biafra profundizaba aun más el arte de molestar a la gente con sus extravagantes movimientos y gesticulaciones, como queriendo incitar a la audiencia a despertar de su pasividad y letargo, tal como proponía el poeta y dramaturgo francés Antonin Artaud.

Para lograr este objetivo, los Dead Kennedys también recurrían a estridentes y rápidas melodías que iban desde el hardcore hasta el pop y la neopsicodelia. En el proceso de creación de estos temas, Biafra era muy exigente, actitud que rayaba en la obsesión. Y es que, pese a ser herederos del punk, la banda no dejaba nada al azar, ni siquiera el arte que elegían para sus discos. En este aspecto, el ilustrador y diseñador estadounidense Winston Smith jugó un papel crucial en la creación de la icónica estética del grupo. Como destaca Alex Ogg en su libro, “la combinación de bromas extravagantes y surrealistas, combinada con una sátira perturbadora y contundente en la obra de Smith, encontró un punto en común con Jello Biafra”.

Gracias a la impecable traducción de Javier Bravo, inédita en castellano, el libro de Alex Ogg nos permite adentrarnos en las ideas de una de las bandas más influyentes de la historia del hardcore punk. Como se descubrirá también a través de las imágenes que contiene la obra, Dead Kennedys derrocha sarcasmo, sátira y humor, tal como hacían los cínicos griegos al buscar inquietar y remover el piso de las costumbres de aquella masa que rehúye del pensamiento crítico.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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