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Obra “La Máquina de abrazar”: una reflexión sobre el autismo CULTURA|OPINIÓN

Obra “La Máquina de abrazar”: una reflexión sobre el autismo

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Natalia Gonzalorena Vallejos
Por : Natalia Gonzalorena Vallejos Magíster en Psicología Comunitaria U. Chile, profesora, U.Academia de Humanismo Cristiano y actriz, Escuela Teatro Imagen.
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El tránsito hacia el paradigma de la neurodiversidad es un avance significativo en el reconocimiento de los derechos de las personas neurodivergentes y el reconocimiento de sus particularidades respecto de sus gustos, la profundidad y pasión por determinados temas.


La obra “La Máquina de abrazar” fue escrita el año 2002 por el reconocido dramaturgo español José Sánchez Sinisterra. Si bien han pasado 21 años de su creación esta obra continúa siendo contemporánea. En estos últimos 20 años, el mundo ha cambiando y transformado la mirada con relación al autismo. No obstante, persisten distintas formas de discriminación hacia personas autistas.

Dentro de los cambios mencionados, en Chile se puede mencionar la Ley N°21.545 promulgada en el año 2023 por el presidente Boric que promueve la inclusión, atención integral y protección de los derechos de las personas dentro del espectro autista en el ámbito social, de salud y educación.

Esta Ley define a las personas autistas como “aquellas que presentan una diferencia o diversidad en el neurodesarrollo típico, que se manifiesta en dificultades significativas en la iniciación, reciprocidad y mantención de la interacción y comunicación social al interactuar con los diferentes entornos, así como también en conductas o intereses restrictivos o repetitivos”. Ahora bien, esto último también se plantea desde las personas autistas con un encuadre positivo como “los intereses profundos”. En la Ley N°20.422, se consagra al TEA no como sinónimo de discapacidad, sino que como una condición que debe contar con un diagnóstico, y que puede generar discapacidad.

Al respecto parece pertinente citar a Moscovici,(1981) en el sentido de propender a que cada espacio de emancipación de los grupos sociales minoritarios, ya sea desde la protección socio jurídica como cultural sea discutida y generada con la población directamente aludida. Es decir, contar con la participación de la comunidad, en este caso, neuro-divergente. La voz de los directamente afectados por alguna forma de discriminación.

En este marco, el montaje presentado es sin dudas una oportunidad de reflexión sobre estos temas y de interpelación a la postura que adoptamos frente a esta forma de diversidad, y del modelo de sociedad y mundo que queremos habitar como colectivo humano. En ese sentido, la obra aporta una valiosa contribución a la sensibilización sobre este tema que afecta a un número significativo de personas.

Este montaje es actuado por Leonor Landauro e Ingrid Leyton, quien, a su vez, dirige la obra que nos muestra un contexto científico, en donde la relación profesional-paciente, se ve tensionada entre la rigurosidad que requiere de un objeto de estudio claro y definido (Iris, la paciente) y la amistad entre ambas. Lo anterior, sin dudas se ve permeado contextualmente debido a la vivencia dentro de una sociedad capacitista, con distintos tipos de discriminación: directa y abierta o encubierta y simbólica.

Destaca la presentación una suerte de dilusión identitaria entre terapeuta-paciente, así como la mímesis por parte de la mujer autista, que en algún punto es también realizado por parte de Miriam. Esto plantea la incertidumbre sobre la posibilidad de que el personaje de la terapeuta, también pudiera encontrarse dentro de este amplio espectro de personas neurodivergentes. Destacable es que la obra represente este tema en una protagonista mujer debido a que existe aún poca investigación sobre la neurodivergencia desde un enfoque de género.

Esta obra lleva a interpelarnos sobre cuánto sabemos y hemos aprendido de neurodivergencia, diversidad e inclusión como país. A partir de lo cual, es viable cuestionarse sobre la esperanza de avanzar hacia sociedad con real protección a los derechos humanos, que genere las condiciones dadas para que cada persona -desde su particularidad- pueda desarrollarse plena y legítimamente, sin responder necesariamente a una visión hegemónica, en este caso, la neurotípica.

“La máquina de abrazar” sin dudas es una obra que debe verse y no solo con los cinco sentidos en estado de alerta, sino en primera instancia con el corazón y la piel abierta para despertar la empatía hacia las diferencias humanas y hacia todos aquellos grupos sociales, que han estado sistemáticamente invisibilizados, silenciados, excluidos y/o cosificados como objetos de estudio e intervenciones sociosanitaria. El tránsito hacia el paradigma de la neurodiversidad es un avance significativo en el reconocimiento de los derechos de las personas neurodivergentes y de la necesidad de construcción de una sociedad respetuosa hacia las diferencias.

Uno de los momentos más emotivos de la pieza teatral ocurre al final, cuando la paciente señala que necesita un abrazo y su máquina se ha echado a perder. Entonces, la terapeuta abraza a su paciente, quedándose unos segundos entrelazadas creándose una especie de símbolo visual que nos parece gritar al oído, que sólo el afecto puede salvarnos como humanidad.

FICHA ARTÍSTICA
Dramaturgo: José Sanchis Sinisterra
Dirección: Ingrid Leyton Acosta
Asistencia de dirección: Nelson Marchant Huirimilla
Elenco: Leonor Landauro, Ingrid Leyton
Diseño integral: Teatro de Bolsillo
Producción: Teatro de Bolsillo
Fotografías: Nelson Marchant
Duración: 60 minutos

 

 

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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