La banda californiana presentó en el país su mejor espectáculo de su largo listado de conciertos en Chile, la que partió en 1999. Lo hizo con el regreso de John Frusciante, el histórico guitarrista que volvió a la banda, y que retornó al país tras su última participación el 2002.
Saben que están en el estatus de leyenda y lo demostraron en el primero de sus dos conciertos en Chile. La banda californiana Red Hot Chili Peppers se reencontró este domingo con el público chileno en un Movistar Arena repleto de una fanaticada adulta y algunos esporádicos más jóvenes (alguno que otro fue vitoreado al aparecer en pantalla).
Era un reencuentro por partida doble, porque la banda, que ha venido en reiteradas ocasiones desde 1999 con dispares resultados -conocidos son sus shows flojos y sin conexión con el público- regresaba al país tras su participación en el Lollapalooza 2018 y lo hacía con un guitarrista “nuevo”, entre comillas, porque regresaba con el emblemático John Frusciante, el que se marchó hastiado dos veces para regresar en 2019 y que no tocaba en Chile desde el 2002.
Precisamente fue éste último uno de los más vitoreados durante la jornada, con reiterados coreos a su nombre. Él ni se inmutaba, mientras afinaba su guitarra. Mismo instrumento que se lució durante el concierto, en repetidos solos y en ocasiones acompañados con histórico Flea, el bajista de la banda, que está más mesurado, no hace tanto show en el escenario -pese a pararse en un parlante- y que en el escenario se compenetró con Frusciante antes de partir varias canciones, como Californication.
El concierto en sí fue una mezcla del pasado y el presente de la banda, saltándose algunos álbumes y grandes éxitos -lo que ha sido constante durante su gira Global Stadium Tour a Latinoamérica- y sólo se enfocaron en demostrar su veteranía, la que se hizo sentir en el escenario, con un show pulcro, rockero a la vieja escuela, con efectos visuales y varios amplificadores Marshall. El quiebre lo realizó a veces el baterista, Chad Smith, quien a veces se salía del libreto, con revoltosos tonos de jazz del pasado de la banda, lo que incluso hizo que algunas canciones sonaran en compases diferentes.
El frontman, Anthony Kiedis mantuvo su tónica parca, pero esta vez se dio el tiempo de improvisados diálogos en español con Flea. Sus 61 años y una pierna lesionada no fueron impedimentos para que -esta vez si- derrochara carisma en el escenario. Está bien, ya no está en edad de hacer algunas locuras, pero mantuvo algo que lo caracteriza: sacarse la camiseta en el escenario y vocalizar las canciones de manera magistral. Estaba motivado y se notaba, según lo comentaron distintos asistentes al recinto.
Como decíamos, las 19 canciones estuvieron marcadas por la rotación, evitando tocar algunos éxitos antiguos y metiendo temas de sus nuevos discos.
Partieron con un jam que se extendió por casi cinco minutos, hasta la aparición de Kiedis para Around the world, del álbum Californication. Le siguió The Zephyr Song, de By the way y Dani California, de Stadium Arcadium. Frusciante tuvo su momento, como es habitual en la gira, interpretando canciones de su gusto, como Terrapin, original de Syd Barret.
Entremedio, la banda tocó cuatro de sus canciones nuevas, de sus últimos dos discos, Unlimited Love y Return of the dream canteen. Partieron con Aquatic Mouth Dance, metieron entre medio la clásica Otherside y cerraron un bloque con la potente Black Summer.
La parte final del concierto –encore de por medio- fue una vorágine de sus grandes éxitos, partiendo por Suck my kiss, Californication, By the way, Under the bridge y, para cerrar, Give it away.
“Olé, olé, olé, Red Hot”, dijo varias veces el público. Y Flea, acompañado con Smith en la batería, respondió con un “olé, olé, olé, Santiago”. Esta compenetración marcó el regreso de los Chili Peppers al país, uno de sus mejores shows de su largo historial con Chile. Esta vez, sabiéndose leyendas, lo que repetirán este martes, en el Movistar Arena.
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