Se puede visitar hasta el 24 de marzo del 2024, en un periplo que contempla cinco ejes temáticos instalados en dos pisos del CNAC, “Encuentros: archivos en acción”, “Memoriales sónicos”, “Ecologías de reciprocidad”, “Arquitecturas urgentes” y “Solidaridades transnacionales”.
Casi como un acto ineludible termina siendo la afirmación “Todavía somos el tiempo”, o quizás una perenne melodía inconclusa, que no necesariamente nos ancla a un momento tiempo (11/09/1973), y que sólo redunda en la consiguiente reflexión simplista del antes y el después en torno al arte y la resistencia a 50 años del Golpe.
Porque para entender de mejor manera la historia, debemos además de retrotraer los hechos y sus protagonistas, ampliar el análisis, incluyendo a quienes la transcriben de un modo no lineal, porque en esta importante muestra, además de sus secuelas, podemos ver como recorre las instalaciones del Centro Nacional de Arte Contemporáneo (CNAC), superando las cien obras de artistas visuales y colectivos que encaran, encarnan y vivifican dicha experiencia al plasmarlas en obras y archivos que invitan a reflexionar sobre la historia reciente desde el arte contemporáneo en el país y el lugar de resistencia que este produce, y que se puede visitar hasta el 24 de marzo del 2024, en un periplo que contempla cinco secciones o ejes temáticos instalados en dos pisos del CNAC, “Encuentros: archivos en acción”, “Memoriales sónicos”, “Ecologías de reciprocidad”, “Arquitecturas urgentes” y “Solidaridades transnacionales”.
No es azaroso, entender por qué esta muestra conmemorativa hace referencia al poema “Aniversario” escrito en (Lagar, 1954) por Gabriela Mistral, ya que también evoca, y así lo acotan sus curadoras Florencia San Martín y Claudia del Fierro, “Un proyecto de resistencia que asume el rol de la memoria en la construcción de presentes y futuros”.
Un entrecruce que se plasma en ese “todavía” como un deber moral que no se conjuga sólo desde el dolor, lo que se evidencia en el poema “Molusco” de Carmen Berenguer: “Concholepas concholepas. / Me sacaron de mi residencia acuosa. / Lo hicieron con violencia, a tirones/ brutalmente/ Concholepas concholepas/ Estaban armados con cuchillos. / Luego procedieron a meterme en un saco/ ¡Concholepas! / Me golpearon (para ablandarme) / Me lavaron (para limpiarme) …” sino también desde la resiliencia, ya que si bien podemos entender como la lógica del poder se fue entronizando, no es menos cierto que “todavía resistimos”, como quienes sobreviven con un proyectil alojado en su cabeza.
El desafío radica entonces, en reconocer aquellos acontecimientos que al mutar de una u otra manera han articulado, querámoslo o no, un entrecruce entre arte y política, síntomas que en su momento remarcó Guillermo Machuca en “El traje del Emperador” (2011): “El arte si tiene calidad, no tiene por qué responder a los dictámenes de los gobiernos neoconservadores que controlan y administran sus intereses y destinos”.
Cabe señalar que la problemática asociada al fenómeno del golpe y sus secuelas pareciera “todavía” estar en expansión, por lo mismo digo hasta cuándo o dónde llegaremos una vez que esto – al igual que el universo- se contraiga, producto del pragmatismo imperante. Así y todo, nos insta a repensar que “todavía somos el tiempo: arte y resistencia a 50 años del golpe”, opta por un cuestionamiento que apela a poner en valor lo que ha marcado nuestra fracturada historia, la que reconocemos desde registro fotográfico a la práctica experimental, pasando por los nuevos medios o el arte conceptual en cuya cartografía reverberan territorios de los cuales la memoria no ha podido prescindir, sino más bien situarse en un estado de permanente latencia.
Por eso, su principal mérito está en trazar una línea de tiempo que se mantiene vigente, porque no se restringe sólo a la conmemoración, sino que busca estrechar la visión de los artistas de distintas generaciones con la perspectiva de los visitantes, generando múltiples diálogos que se suceden de manera “abarcante” (desde la memoria personal a la colectiva), respondiendo a una realidad fragmentaria común, construida en partes. Donde cada parte es un antecedente más o motivo que se expresa en un accionar plástico simbolizado en un momento histórico que se desmarca de la idea de suavizar eufemísticamente “los hechos conocidos por todos”. Por lo que las relecturas o metáforas visuales que aquí encontramos son un recurso que comulga más con la realidad, que con una idea idealizada de la misma.