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“El viejo de la lluvia”: historias de un pueblo fantasma CULTURA|OPINIÓN

“El viejo de la lluvia”: historias de un pueblo fantasma

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Juan Ignacio Colil
Por : Juan Ignacio Colil Ha publicado los libros de cuentos: “8cho relatos” (EDEBÉ, 2003), “Al compás de la rueda”(Das Kapital, 2010) y las novelas “Lou” (Magoeditores, 2007), “Tsunami” (Das Kapital, 2014), “El reparto del olvido” (Lom, 2017), “Los muertos siempre pueden esperar” (Raíz de dos, 2017, Argentina), “Un abismo sin música ni luz” (JPM Ediciones, España 2017 y Lom Ediciones, Chile, 2019), “Espejismo cruel” (Los perros románticos, 2021, Chile) además publicó las novelas infantiles “Bajo el Canelo” (Edebe 2012) y “Zumbidos y estrellas” (Das Kapital, 2015). Algunos de sus cuentos han sido incluidos en antologías y ha obtenido varios premios de novela y cuento en Chile, España y Argentina.
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La novela de Rodrigo Téllez te hace pensar sobre cosas que no siempre uno considera. El día a día, la rapidez de los acontecimientos, a veces no nos deja espacio para reflexionar sobre nosotros mismos, para ver lo que han sido nuestros pasos.


Roberto, un joven conocido como “el cojinova” nos narra la experiencia al conocer a un hombre mayor; don Emeterio; que llega un día al pueblo donde él vive y se hace cargo de un antiguo negocio de arreglos de artefactos variados. Este encuentro marcará la vida del protagonista, ya que lo llevará a tomar decisiones y a abrirse un lugar en el mundo. Se establece entre ellos una relación basada en el respeto, en la confianza, donde el joven Roberto irá conociendo a este personaje, sus virtudes y también sus zonas oscuras, sus renuncias, las partes que todos ocultamos; pero además se irá conociendo a sí mismo y sus circunstancias; y también se dará cuenta de lo que es capaz.

El viejo de la lluvia es algo así como su conciencia que él no conocía y que de pronto lo interpela, lo somete a interrogarse sobre sí mismo, no le da tregua. Pero ojo, está conciencia nunca habla desde la superioridad. También hay otros personajes que sostienen la novela. Por supuesto tenemos que nombrar a Jeny quien juega un papel crucial en la vida de Roberto; a Tito, el hermano mayor del Cojinova que también es relevante en la historia. Hay otro puñado de personajes que hacen de este caserío un pequeño mundo de familias, amores, violencia y chismes. Como toda buena historia, “El viejo de la lluvia”, muestra solo una parte y nos invita a imaginar la parte que se oculta o quizás uno quisiera ir más allá.

La novela está ambientada en un pueblo perdido a orillas del mar, donde el viento, el relieve y la lluvia son una constante. Es una geografía que podría ser uno de estos pueblos costeros del sur que nacen como una caleta y después crecen y se mantienen flotando en el tiempo. Un pueblo de pescadores, con sus propias historias y sus propios cuentos. Me lo imagino ubicado en una de estas islas al sur de Chiloé, porque al final uno siempre trata de situar la trama en alguna parte, es como si nuestro cerebro necesitara esas coordenadas para asumir ciertos contextos. Es interesante porque es un lugar indeterminado, y eso hace, o por lo menos a mí me hace pensar o imaginar, que lo que se narra, y los personajes son parte de un sueño o una parte de ellos está constituida por una materia difícil de asir. Como si todos fueran parte de un pueblo fantasma, pero que viven sus vidas sin saber que lo son.

Otro elemento que destaco es la utilización o rescate del habla común, del habla del pueblo que a veces uno escucha y que nos dice que en ese habla existe una tradición, un largo proceso de observación y uso.

Entonces en la novela aparecen palabras como “notició”, “inteligenciara”, “principió”, y otras que uno escucha por ahí y que nos hablan y retratan a una comunidad por el uso de ese lenguaje. Un habla que ya se va perdiendo. De la misma forma también hay una serie de dichos o sentencias que se van soltando en el transcurso de la obra, “El pechador es humilde y silencioso”; “Solo los tontos se ofenden con los berrinches de los enamorados”; “Si de algo sirven los años, es que uno aprende a no apurarse, queramos o no llegamos siempre al mismo lugar” “Lo quiera usted o no, Roberto, el tiempo es una corriente que no para, si no hace nada el tiempo decidirá por usted, ¿eso es lo que espera? ¿Qué todo se acomode? La cosa no funciona así, hay que nadar en contra, pelearle a la vida y aprovechar las oportunidades antes de que desaparezcan” y este último párrafo también me lleva a señalar otro punto que es la reflexión constante que hay en la novela acerca del tiempo, de la necesidad de actuar porque el tiempo es breve, por la vida es fugaz y hay que hacer lo que tenemos que hacer, lo que nos dicta el corazón, que es lo que nos mueve al final de cada una de nuestras propias tramas.

Una novela; pienso que es como cualquier otra obra; en la que uno puede establecer un diálogo con la misma obra, con uno mismo y también con el autor. Uno puede rastrear en la obra la figura del autor y sus obsesiones, y su figura dentro de la narración. Uno se pregunta de dónde aparece este tema y por qué el paisaje y por qué los personajes, que hay en ellos, que vio el autor. Son preguntas que siempre quedan dando vueltas sobre las páginas.

Una novela te hace pensar sobre cosas que no siempre uno considera. El día a día, la rapidez de los acontecimientos, a veces no nos deja espacio para reflexionar sobre nosotros mismos, para ver lo que han sido nuestros pasos, entonces uno lee “El viejo de la lluvia” y cae en este pueblo fantasma; al cual nos ha enviado el autor; donde los personajes se preguntan por la vida, por el tiempo y viven su pequeña y gran odisea.

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