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La cultura del mecenazgo en el Gobierno de Gabriel Boric CULTURA|OPINIÓN

La cultura del mecenazgo en el Gobierno de Gabriel Boric

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Óscar Plandiura
Por : Óscar Plandiura Escultor, licenciado en Artes de la U. de Chile y maestro en piedra de la Escuela Nacional de Artesanos. Creador de la escultura de Víctor Jara
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Resulta obvio el riesgo que corre el arte, cuando los artistas se acostumbran a ser financiados  por los gobiernos de turno, convirtiendo en muchos casos sus creaciones  en simple propaganda. El artista  subvencionado por el gobierno, será siempre el que coincida con las ideas de su mecenas.


Varias décadas antes de Cristo, el emperador romano Augusto, contaba con un  noble consejero romano de origen etrusco, quien además se dedicaba a impulsar las artes; Su nombre, Cayo Mecenas, quien además de ser benefactor de Virgilio y de Horacio, pasó a la historia como protector de poetas y escultores. Con esta condición de protector de las artes, llegó a servir como cuasi- ministro de cultura del emperador.

“Mecenas” dio nombre a un modelo de filantropía que tuvo un desarrollo fenomenal principalmente en los Estados Unidos, donde el culto al individualismo está asociado, curiosamente, a la idea de que las personas han de devolver una parte importante de lo que han conseguido de la sociedad para hacerse ricos, y por eso prácticamente todos los multimillonarios norteamericanos tienen fundaciones para ejercer la filantropía y el mecenazgo.

Compare usted esa realidad, con lo que ha pasado en Chile en el último tiempo, donde  la mayoría de las fundaciones que hemos conocido a través de las noticias y los matinales de televisión, fueron creadas por jóvenes  militantes de esta generación que nos gobierna, quienes con prisa,  entusiasmo y empeño se dieron a la tarea de crearlas incluso un día antes de la fecha de entrega de recursos por parte del Estado. Y por si todo lo anterior fuese poco, con el objetivo de recibir mayores ganancias, las fundaciones podían cambiar de giro de manera abrupta y radical. Por ejemplo, un día son expertos en pintar bancas de plaza, luego se dedican a distribuir agua, a veces imparten cursos de peluquería o pintan fachadas de edificios a un costo de 600 millones de pesos.

Volvamos al capitalismo de Estados Unidos, el país inventor de Hollywood, el blues, el jazz , el rock and roll y el hip- hop,  el sistema -nos guste o no- más hábil a la hora de atraer a las grandes masas, al crearse de forma natural  en muchos casos, desde los sectores más populares e incluso marginales de la población,  estas expresiones sublimes de la cultura, logrando de esta manera ser mucho más fiel al espíritu libertario del arte, que las arrogantes políticas culturales financiada por los distintos gobiernos desde el retorno de la democracia,  que a través de sus cuestionados mecanismos de asignación de recursos públicos, financia en muchos casos, adefesios que ofenden al ciudadano que se levanta a las 5 de la mañana para llegar al trabajo. A modo de ejemplo, basta señalar los casi $23.000.000 asignado a la representación  de una  piedra de resina plástica instalada frente al Museo Nacional de Bellas Artes.

Como vemos, la cosa tampoco mejora mucho cuando desmenuzamos la forma como el gobierno de Gabriel Boric ha ejercido el mecenazgo  subvencionado el arte y la cultura.

Para muchos resulta indignante ver como  el dinero, la mayoría de las  veces, también van a parar en manos de fundaciones truchas, gestores culturales chantas y expertos en rellenar complejos formularios de postulación, donde en la mayoría de los casos, se premia a los artistas vanguardistas, o simplemente vendedores de humo que se dedican a repetir lo que fue revolucionario y trasgresor  hace ya un siglo.

Conviene recordar que una vez conquistada la democracia, fuimos  testigos de cómo una verdadera casta de  actores y actrices de teleseries, artistas visuales, cineastas progresistas  y comediantes de toda clase y ralea, fueron  financiados por gobiernos tanto de izquierda como de derecha, contra los que decían rebelarse, pero lo contradictorio  de todo esto, es que estos artistas que con frecuencia denunciaban a los políticos, la religión, los empresarios, el patriarcado o los grupos conservadores, estaban generosamente financiando sus obras con el esfuerzo de aquellos a los que pretendían humillar.

Sin duda, el arte desde siempre  ha servido para cuestionar y satirizar las ideas y las costumbres de los privilegiados  de todas las épocas, pero admitamos una cosa;  un artista que se sintiera realmente incómodo con los poderosos y los tiempos que le ha tocado vivir, tendría que  abstenerse de solicitar cualquier fondo concursable que proviniera del gobiernos o los empresarios.

Por otro lado, en estos tiempos  “pos estallido social” cada vez son más los ciudadanos  que se preguntan ¿Por qué  el Estado tendría que pagarle a alguien para que lea, escriba, pinte, haga escultura o toque la guitarra todo el día?;  Ante este legitimo y cada vez más extendido cuestionamiento,  el gobierno de Gabriel Boric, no ha logrado  dar una  respuesta clara en orden a implementar una política cultural consistente, que se traduzca en una profunda revisión de toda la maraña de asignaciones directas e indirectas que tengan que ver con financiar artistas y proyectos culturales privados.

Conviene aclarar, que tampoco se trata de ser tan ingenuos como para pensar ahora que el individualismo  supone el triunfo del talento y el esfuerzo como los únicos motores del éxito, pero sabemos quienes habitamos el mundo del arte y la cultura,  que unos pocos tienen un sitio reservado en la asignación de los dineros públicos y que  la lucha para acceder a ellos, puede ser  muchas veces  encarnizada, y desde luego no siempre ganan los mejores.

Así las cosas, resulta obvio el riesgo que corre el arte, cuando los artistas se acostumbran a ser financiados  por los gobiernos de turno, convirtiendo en muchos casos sus creaciones  en simple propaganda. El artista  subvencionado por el gobierno, será siempre el que coincida con las ideas de su mecenas, o por lo menos, será el que no los incomode.

Una cosa es que el gobierno de Gabriel Boric, del cual nadie puede poner en duda su genuino compromiso con el arte y la cultura, destine más dineros públicos con el objetivo de  garantizar a todos los ciudadanos, acceso  a museos, teatros, bibliotecas públicas, orquestas nacionales, monumentos  en el espacio público, escuelas de artes de buen nivel (que bastante falta hace), etc.  y otra cosa es acceder a la solicitud de apoyo económico  a actores y actrices de teleseries cesantes, como una forma de retribuir su trabajo realizado en las recientes campañas electorales.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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