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Los incendios en la región de Valparaíso y la urgente necesidad de fortalecer la institucionalidad CULTURA|OPINIÓN

Los incendios en la región de Valparaíso y la urgente necesidad de fortalecer la institucionalidad

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Esta tragedia sin precedente nos demuestra la necesidad de construir territorios más resilientes y seguros en un contexto de cambio climático y ocurrencia de eventos extremos.


El devastador incendio forestal que afectó más de 8.000 hectáreas de bosques esclerófilos, praderas, matorrales abiertos y plantaciones forestales en la región de Valparaíso ha sido uno de los más devastadores de los cuales se tiene registro en Chile. Después del terremoto de 2010, esta catástrofe ha alcanzado la mayor mortalidad con 132 víctimas, 20.000 personas afectadas y más 7 mil edificaciones y viviendas dañadas, incluyendo la destrucción del emblemático Jardín Botánico de la ciudad de Viña del Mar.

Las investigaciones realizadas sobre el origen de las igniciones dan cuenta que uno de los principales focos de incendio se originó en la Reserva Nacional Peñuelas junto a otros cuatro focos iniciados de manera relativamente simultánea unos pocos kilómetros más al norte de esta área protegida.

Dada las favorables condiciones meteorológicas (altas temperaturas, baja humedad y vientos de más de 45 km/hr), la propagación fue extremadamente rápida y con una alta intensidad.

Otros factores que contribuyeron a la rápida propagación del incendio y su gran impacto material y en vidas humanas fueron aquellos relacionados con la prolongada sequía que ha afectado esta zona, propiciando el secamiento de grandes superficies de vegetación nativa y plantaciones forestales, el reconocido desarrollo habitacional no regulado (tomas y campamentos) asociado a una materialidad constructiva altamente vulnerable al fuego y carente de vías de evacuación, la falta de cortafuegos, y especialmente la alta cobertura de vegetación natural y exótica sin el manejo técnico requerido en las zonas de interfaz urbana-forestal.

Todos estos elementos contribuyeron a la alta velocidad de propagación y voracidad del fuego, que bajo condiciones meteorológicas extremas puede superar – como se ha visto en otras regiones del mundo – fácilmente las capacidades técnicas y humanas de control y supresión planificadas.

Chile ha experimentado una megasequía intensa e ininterrumpida desde el año 2010, incrementando el tamaño, la severidad y la extensión de las temporadas de incendios. En la región de Valparaíso, si bien durante los últimos años los incendios no han tenido un incremento en número y área quemada, y comparativamente no afectan superficies tan extensas como en las regiones de más al sur, sus mayores impactos radican en las comunidades humanas afectadas, especialmente en las zonas de interfaz urbano-forestal.

Así, en 2014, en los cerros de la ciudad de Valparaíso, un devastador incendio dejó más de 2.900 viviendas destruidas, 12.500 personas damnificadas y 15 víctimas mortales. A principios del verano de 2022, en Viña del Mar, más de 500 casas fueron destruidas mientras el fuego descendía desde las colinas hasta el centro de la ciudad.

A pesar de este complejo escenario con condiciones climáticas cada vez más propicias para la ignición y propagación del fuego, una vegetación seca (natural y exótica) que aporta abundante combustible, y un comportamiento humano irresponsable, las cifras a nivel nacional durante esta temporada muestran un menor número de incendios y superficie quemada comparada con la última temporada y el último quinquenio.

El área quemada a la fecha alcanza las 65.000 hectáreas (1 de marzo 2024) comparada a las 418.000 hectáreas y 141.000 hectáreas del último año (2022-23) y quinquenio, respectivamente. Así, las 65.000 hectáreas quemadas a la fecha son similares al promedio anual de área quemada de la última década, lo que podría ser explicado por una mayor inversión en los esfuerzos en prevención, preparación y supresión de los incendios por parte de los organismos responsables.

Si bien el presupuesto para la prevención y extinción de incendios ha aumentado sostenidamente en los últimos años y recientemente se ha establecido una nueva organización y marco institucional para abordar el riesgo de desastres en Chile, aún se requiere contar con las herramientas legales que permitan hacer frente de manera eficiente y efectiva a estos desafíos.

En este escenario la aprobación de la Ley de Prevención de Incendios Forestales y Rurales es fundamental para fortalecer la gestión a escala de paisaje y establecer la corresponsabilidad en el manejo y mitigación de las áreas de interfaz urbana-forestal, donde más de 3 millones de personas habitan en el territorio nacional.

Dado que las predicciones futuras para Chile indican condiciones meteorológicas cada vez más favorables a los megaincendios, el fortalecimiento de la gobernanza e institucionalidad pública, la corresponsabilidad en la gestión del paisaje como medida de mitigación, y el fortalecimiento de las estrategias y políticas de prevención y preparación, son aspectos clave y ya a esta altura vitales para enfrentar integralmente esta problemática. Esta tragedia sin precedente nos demuestra la necesidad de construir territorios más resilientes y seguros en un contexto de cambio climático y ocurrencia de eventos extremos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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