
Los incendios de Valparaíso y el arte chileno: cenizas de tu amor, cenizas…
El arte chileno, como hemos visto, busca construir sentidos paradógicos, quizás resarcir dolores. Lo que se evidencia en esta itinerancia plástica es que no hay señoríos desde la violencia destructiva del fuego, donde los signos mortuorios purifican con largos tiempos duelo reflexivos.
Seré cascada piedra en tu memoria
Tu lengua mal dirá ceniza rota.
Nelson Zúñiga G.
Los insondables caminos de la memoria recogen pliegues quemados de sueños en los últimos incendios en la región de Valparaíso. Las cenizas esparcidas instalan un manto de horror entre cerros y caminos; el tema vulnerabilidad se hace evidente: ¿Qué significa vivir en las periferias urbanas? Claras ausencias de planificación y planes de urgencia, abandono de áreas verdes, dificultad de locomoción pública. En fin, grandes conglomerados de personas en ciernes, mientras universos mediales y pregoneros políticos, siguen enfrascados en nimiedades y patetismos.
Una constatación ígnea violenta hizo presente la realidad asediada, mejor que en los frívolos realities televisivos, pues los incendios enrostraron significados perdidos frente a nuestras batallas de conciencias. Así, oleadas de cenizas, humo y calor, fueron volatizando en tantas familias, años de recuerdos y esfuerzos, destruyendo paisajes de acogida y barrios de identidad.
Particular atención al sentimiento generado entre los vecinos, ausencia de horizonte que suscitan estos siniestros: trauma del padecimiento, herida tras la pérdida del hogar, muerte de vecinos, extravío de animales, quebranto de recuerdos atesorados en cultura material. Lo que se expone es una experiencia de vulnerabilidad devastadora. Al final, las cenizas, transformadas en acopio de polvo gris tras la combustión completa, fueron cubriendo muchas vidas.
Ha sido tanta la propagación del fuego y su devastadora estela de sonoridades, que olvidamos que existe un correlato sensible con el fuego. Es ancestral la experiencia ígnea, su conquista, un resabio de momentos prehistóricos. Las primeras preocupaciones reflexivas definidas del fuego como arjé: componente inicial de la realidad, toda junto al agua, el aire y la tierra.
También, el fuego se adscribe y establece un sentido sacrificial. La gradiente histórica más significativa occidental llegó a su paroxismo con el trabajo del Holocausto y su maquinaria de la muerte por las hogueras nazis. Tras el trauma de Auschwitz quedan muchas interrogantes en la conciencia Occidental sobre el valor y la fuerza testimonial de las cenizas, el humo y el fuego. Dicha perspicacia emocional y analítica se ve compensada en distintas versiones por el uso de estos materiales por artistas internacionales como Vik Muniz, Hirst, Kiefer o Boltansky, etc.
Ahora bien, dado el trauma nacional que hemos vivido, quiero restringir esta pesquisa al circuito del arte chileno. ¿Cuáles han sido los sentidos expuestos por las y los artistas locales?
Uno de los primeros trabajos consignados es el de Valentina Cruz, que se denomina “La Muerte de Marat”. Fue realizado en el año 1972, replicando la bañera del suicidio del jacobino francés. Tanto la tina como el personaje están abrumados por sucesos, en este caso los enunciados por collages con prensa de época e intervenciones expresivas, la obra se termina quemando en la fachada del Museo Nacional de Bellas Artes, quedando las cenizas frente a la institucionalidad del Arte, ¿metáfora reactiva o extensiva?
En 1999, la creadora Magdalena Correa expone los voraces incendios en la provincia de Lérida, Cataluña (España). “El Miracle”, consiste en imágenes tomadas durante 6 meses en un bosque quemado más de 25.000 hectáreas en la zona catalana. La propuesta fue mostrada en sendas cajas de luz conformando trilogías narrativas del sacrificio que fueron expuestas, iluminaciones de muertes.
“The Skoghall Konsthall” del año 2000 fue un proyecto de arquitectura efímera realizado por Alfredo Jaar en Suecia que marca una vuelta de tuerca respecto al papel del fuego. En efecto, convocados artistas suecos en un edificio construido completamente a partir de papel. La propuesta del artista, indicaba que veinticuatro horas después de inaugurada la muestra, el edificio sería incendiado. El brillo de algo lo entrega su ausencia y, como estrategia de representación, en Jaar, se contrapone algo ausente con algo presente.
Por su parte, la artista Nury González expuso “Historia de Cenizas”. La muestra presentó fardos de huaipe recurriendo a fundamentos biográficos: labores domésticas; investigaciones sobre pintura rupestre y petroglifos y la pregunta de la pertenencia familiar, materna y migrante. Las cenizas escarban lo doméstico desde el recuerdo, donde son transformadas en sustrato, memoria resistente, dispositivo imaginario de la casa de la infancia, del origen, destruida por las llamas.
En el 2006, la artista Marla Freire efectúa “Matria”, realizada con un círculo de fuego con vestidos elaborados de cabellos humanos. El residuo quemado, las cenizas de una tradición femenina olvidada y desahuciada, aunque presente como huella ritual y mancha territorial.
Leonora Vicuña elabora, junto a Jorge Olave, la exposición “Domus Aural” el 2011. Las relaciones entre fotografías digitales con arte sonoro recorriendo la temática mapuche. Un momento culmine es ver cenizas en el suelo, memoria mapuche, desde un gran fogón central que en forma circular recordaba rostros de comuneros mapuche, de creadoras, de familias. Por su parte, Carlos Costa realizó en igual año en Local Arte Contemporáneo su propuesta que apunta a mostrar una “Máquina de señales de humo”. El espacio fue convertido en un laboratorio químico en el que se realizó una serie de pruebas materiales para la confección de bombas de humo de gran alcance, el humo como expansión e inquietud.
El artista Danilo Espinoza ha tenido distintos acercamientos a estos proyectos sobre los soportes ígneos y sus derivados. Desde una experiencia personal y vital, desarrolló un procedimiento para controlar el humo, permitiéndole configurar imágenes y fijarlas sobre papel. Desde la imagen fotográfica tramada en su exposición “Humografía”, tanto con láser como con vela, fue impregnando un papel especial, develándose la imagen final de la obra. En exposiciones posteriores como “Tuculpazugun, Imágenes para una memoria abierta” aparecen imágenes de mujeres mapuches desde sus álbumes familiares. Narrativas cotidianas que establecen correlatos entre sus trabajos domésticos con los espacios ancestrales. La investigación técnica de humo sobre tela, lo lleva el 2021 hacia su propia experiencia autobiográfica familiar.
Del año 2019, la obra de Fernando Prats, trabaja sobre las territorialidades reflexionando desde la reciente historia chilena. La experiencialidad con el humo como materialidad le posibilita establecer huellas y pulsaciones que pictóricamente devienen en matrices y mantos de representación. Así, tanto el Estallido Social como el Golpe de Estado, se ven expuestos desde materialidades inasibles pero eficaces al enunciar la huella patente del horror.
La creadora Isabel Izquierdo, en “Polvo y Ceniza” 2019, urge de la exploración a los restos del monasterio de las monjas Clarisas, en Puente Alto, tras ser abandonado luego del terremoto de 2010. El ejercicio de ruinas fue recogiendo fragmentos de imaginería que transformó en moldes para las copias por vaciado que conforman la base de su experimentación, habiendo un camino reflexivo para la contemplación y transfiguración desde materiales quemados.
Expuesto el año 2023, como parte del proyecto expositivo “La germinación del Ob-jeto”, surge Floración Osea, donde el artista Máximo Fco. Peña Vera realiza piezas de procedencia orgánica (raíces quemadas) recogidas en la costanera de Puerto Montt, sitio específico, caleta Pichi Pelluco. Piezas con las cuales se dedica a pulir la forma preexistente y a establecer pequeños altares y proyección en muros. El camino es desde el suelo hacia las paredes, lo nimio a lo significativo.
En todas las obras, al fuego se lo asoció al sacrificio y al renacer, mientras que la ceniza se la inscribe a prácticas del duelo y arrepentimiento. El humo como práctica ritual impregnada de imágenes.
Sin embargo, el arte chileno, como hemos visto, busca construir sentidos paradógicos, quizás resarcir dolores. Lo que se evidencia en esta itinerancia plástica es que no hay señoríos desde la violencia destructiva del fuego, donde los signos mortuorios purifican con largos tiempos duelo reflexivos para que no quede ceniza rota ni menos lengua indiferente.
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