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En defensa de Carmen Berenguer CULTURA|OPINIÓN

En defensa de Carmen Berenguer

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En lugar de seguir con la cantinela de “Chile ha quedado en deuda con…” , cada vez que fallece un artista connotado, sería fundamental que el Estado –que trasciende a un gobierno de ocasión- se ocupara y (se) reconociera y colaborara con los “trabajadores de la cultura” y sus quehaceres.


Ha muerto Carmen Berenguer y nuevamente han vuelto con la cantinela de “Chile ha quedado en deuda”, porque a equis o zeta que acaba de morir no se le dio el Premio Nacional.

Hay un solo Premio Nacional. Entonces, ¿cómo podrían dárselo a todos quienes lo merecen? Recordemos que a Gabriela Mistral se le otorgó cuando la “descubrieron”… después del Nobel.

Pero, más importante que ese dinero y que mencionen al premiado unas pocas veces durante unos pocos días en la prensa (ni nombro a la televisión que es totalmente sorda a la cultura), es más fundamental y trascendente lo que logró Carmen Berenguer con su trabajo y actitud y cercanía con sus talleristas y lectores.

Sus talleres literarios que, valiente, realizó en la Sociedad de Escritores-SECH en plena dictadura; sus decenas y decenas de otros talleres, hasta hace muy poco.

Su valentía para quebrar el lenguaje y las normas establecidas. Su coraje para variar de modos de decir en su propia obra. De “Bobby Sands desfallece en el muro” a las tantas publicaciones posteriores hay cambios drásticos, pero siempre es la voz y la palabra y la “lengua” de Carmen la que está ahí, arriesgándose, como cuando no pidió autorización para publicar en dictadura.

Felizmente, la obra de Carmen permanecerá y los jóvenes podrán leerla y aprender de ella y su variedad y variación y de su ser libre (de la autora y de su producción).

Finalmente, repito, en lugar de seguir con la cantinela de “Chile ha quedado en deuda con…” , cada vez que fallece un artista connotado, sería fundamental que el Estado –que trasciende a un gobierno de ocasión- se ocupara y (se) reconociera y colaborara con los “trabajadores de la cultura” y sus quehaceres y que organizara y decidiera -colectiva y democráticamente- una política cultural, sin medias tintas ni “chanchullos” ni secreteos, abierta y transparente, en la que poetas, pintores, creadores, narradores, dramaturgos, intelectuales, no sean considerados ciudadanos de segunda pues, al igual que todos y cada uno, colaboramos a construir país.

Y, también, que se reconozca y respete, día a día, el valor y el peso de cultura(s), arte(s), expresiones, distintas, sin censuras, sin pequeñeces, sin privilegiar una y desechar otra, y con la mente y la actitud amplia de Carmen Berenguer, que seguirá estando entre nosotros por la potencia, espesor y vuelo de sus escritos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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