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“El silencio de Irene” de María Eugenia Lorenzini: amor, exilio y silencio CULTURA|OPINIÓN

“El silencio de Irene” de María Eugenia Lorenzini: amor, exilio y silencio

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José Miguel Ruiz
Por : José Miguel Ruiz Escritor, poeta y profesor de Castellano (UC). Ha publicado, entre otros libros, “El balde en el pozo” (poesía, 1994), “Cuentos de Paula y Carolina” (narrativa, 2011) y “Gramática de nuestra lengua” (2010). Mención Honrosa en los Juegos Literarios Gabriela Mistral de la I. Municipalidad de Santiago, 1975. Primer Premio en el Concurso de Poesía de la P. Universidad Católica de Chile, 1979. Premio Municipal de Arte, Mención Literatura, de la I. Municipalidad de San Antonio (1998).
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Es una obra dividida en tres partes, en líneas generales: el tiempo en Chile, la vida cotidiana, la familia, la época universitaria, las luchas estudiantiles y los del miedo en los tiempos que siguen al golpe militar; luego el exilio en Italia y sus vicisitudes; y el regreso después de muchos años.


“Sigo aquí, pensó Alejandro Pissano al ver el tubo de luz fluorescente justo encima de su cabeza. Y otra vez deseó estar muerto”. Así comienza esta novela, y desde allí, o desde él, de Alejandro Pissano, surgirá la historia del protagonista de esta obra.

Él está postrado en una cama de hospital, encerrado en su cuerpo, totalmente inmóvil. Este no le responde, solo le queda su mente y la mirada si es que algo puede comunicar. Lo visita y cuida su sobrina Patricia y la enfermera Clara, Clarita. Muy seguido, a diario, el P. Miguel, joven sacerdote católico, le trae el consuelo espiritual, aunque de esto se halla lejos: “Debo estar a punto de morirme, pensó Alejandro, mirando fijamente al cura. Se veía tan frágil como un muchacho que no sabe qué hacer frente a un enfermo terminal…”.

En la pared, sobre su cama, un crucifijo traído por su sobrina; el que siempre había visto sobre el catre de bronce de su abuelo Giovanni; la ventana de la habitación, invitando al “ancho y vasto mundo” que ya no volverá a recorrer.

Él puede recordar, su vida va y viene a su memoria: los tiempos con su familia, sus padres, su nonno (el ancestro italiano de la autora, nieta de un inmigrante italiano, aparece aquí en este relato). Los tiempos de la universidad; el conocimiento allí de Irene:

“De pronto la vio. Usaba pantalones floreados y una blusa ajustada que le marcaba la cintura y le hacía destacar unos pechos pequeños, redondos, que jugaban libres cada vez que realizaba algún movimiento. Las mejillas se le pusieron rojas. Instintivamente bajó la cabeza”.

La belleza de Irene y la timidez del protagonista; el amor que surge entre ellos; la sensualidad también de ese amor grande; lo que ocurre en Chile después del golpe militar (como referencia histórica, pues no es una novela “política”); la separación que aprieta y desgarra, y la vida que queda cuando uno no da los pasos que podían haberla hecho distinta y luminosa; después, el exilio en Italia de Alejandro, un chileno solo y empobrecido en Roma; el drama de muchos expatriados.

No adelanto mucho más de la historia, que esa forma parte del encuentro entre la obra y el lector; pero todavía tengo margen para señalar que este es un libro de amor, de exilio, de separación y de un gran silencio. Ya lo dice el título sobre este último.

El relato va alternando el presente del protagonista con el recuerdo de su vida. Hoy y ayer, entrelazándose. Allí están seres y situaciones fundamentales: los padres buenos del protagonista; el amado nonno que vino de lejos y nunca retornó a Italia; la familia; los amigos y compañeros de universidad; las luchas estudiantiles; algunas experiencias con miembros de la Iglesia, en su breve paso por el seminario, destacando al P. Enrique, el sacerdote comprometido con la protección de perseguidos políticos y con los más pobres; en el duro exilio, Fidel Morales, hijo y nieto de obreros comunistas, presidente en Chile del Campamento Patria Nueva, también exiliado, quien lo acogiera en los tiempos más difíciles, ese “ángel terreno” que no abandona; Domenica, una profesora italiana de idiomas que será muy importante en la vida del protagonista; y por cierto Irene, el gran amor y su silencio.

Es una obra dividida en tres partes, en líneas generales: el tiempo en Chile, la vida cotidiana, la familia, la época universitaria, las luchas estudiantiles y los del miedo en los tiempos que siguen al golpe militar; luego el exilio en Italia y sus vicisitudes; y el regreso después de muchos años, poco antes de la campaña y elecciones que llevarían a Michelle Bachelet a ser la primera mujer presidenta de Chile; el reencuentro con el país natal, con sus muertos y vivos; y el pasado que llama, que viene desde el olvido.

Una novela que atrapa, donde todas las piezas se van ensamblando hasta mostrar con las últimas el cuadro completo, el perfecto entramado, inteligentemente concebido; amena y profunda, con una historia plena de humanidad y poesía, y ese ahondar en la psicología de los personajes, el manejo de la intriga, el ir dando leves señales que luego se desplegarán en el gran mosaico para mostrar la realidad total. Para mí, la más conmovedora y bella de las novelas de María Eugenia Lorenzini.

Ficha técnica:

“El silencio de Irene”, María Eugenia Lorenzini, Editorial Forja, Santiago, primera edición marzo de 2024, 254 páginas. Ilustración de portada: parte de un mural de Gonzalo Matiz.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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