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“Sutura de las aguas” de Daniela Catrileo: la sensibilidad champurria CULTURA|OPINIÓN

“Sutura de las aguas” de Daniela Catrileo: la sensibilidad champurria

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Elisa Loncon Antileo
Por : Elisa Loncon Antileo Linguista, Presidenta de la Convención Constitucional
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La autora, desde el lugar de enunciación en esta obra, nos traspasa la fuerza del río, con sus “corrientes aguas puras y cristalinas” y con sus memorias, para defender las mezclas que sanan, refrescan y nos dan vida.


Estamos frente a un libro que recoge magistralmente el significado de la palabra champurria, en un marco histórico que data de siglos atrás hasta nuestros días. En el recorrido, Daniela nos muestra territorios, formas, texturas y olores asociados a dicha palabra. Así, hallamos que “champurria” tiene también orígenes y usos en idiomas diversos al castellano, tales como el mapuzugun o el chino.

La autora trabaja con documentos históricos que la edición los incluye de forma visual, hablo de los Títulos de merced de tierra. Además, nos regala un glosario con el significado de 23 palabras en el idioma mapuche, esa otra lengua que irrumpe sin pedir permiso exigiendo presencia, pues no solo nos entendemos a través de lenguas hegemónicas.

“Sutura de las aguas” es un canto de la diversidad que constituye su autora, para ella, Champurria no sólo significa la mezcla, lo impuro. La palabra tiene una amplitud de usos según la época y los contextos, además es una palabra de denuncia contra los insultos provenientes de las voces fundamentalistas de la raza pura que sospechan de la impureza de la sangre.

La autora reivindica la sensibilidad champurria como un puente, el intersticio que puede dialogar con múltiples teorías y mundos, porque existe un potencial creativo champurria en la experiencia de la autora.

Las palabras nacen, viajan, mueren, caen en desuso o se resignifican. Hay palabras como Toki, ‘hacha’, que ha recorrido todo el Mar Pacífico desde Nueva Zelandia a Rapa Nui y en el sur de Chile los mapuche la adoptaron con el significado de hacha y también la resignificaron para nombrar con ella a la máxima autoridad en la guerra con España.

“Champurria” tiene su origen en el español colonial y la RAE señala que proviene del término “champurrar”, que significa mezclar. Con el tiempo su significado se extendió para referirse a las personas que tienen una mezcla de diferentes orígenes, racial o cultural. En Chile su origen lingüístico siempre ha sido externo, no se ha adaptado al mapuzugun como ha ocurrido con tantas otros términos que con el paso del tiempo se torna difícil reconocer su origen. Es el caso de la palabra falin, ‘valer’, que proviene el vocablo español “valer” y que ha sido modificado morfológica y fonéticamente por el mapuzugun.

Sobre el significado de champurria, en tanto mezcla racial, tal como postula la autora, hay que remontarse a los inicios de la colonia. La jerarquización de los sujetos en la sociedad colonial generó un sistema de castas definidas por las mezclas raciales, las castas concedían privilegios a los que se encontraban en lo más alto de la pirámide y permitía cierta movilidad a quienes cuya mezcla de sangre tenía menor valor para los españoles. En la colonia, los españoles y cristianos obsesionados con la genealogía establecieron normas para asignar privilegios.

Por ejemplo, hubo un estatuto de limpieza de Sangre en el Colegio de San Luis de Puebla de los Ángeles (México); éste establecía que los religiosos electos becarios no debían ser judíos, indios, moros ni negros. Había que tener un linaje puro, y la sangre española era la de mayor dignidad y “pureza”, mientras que la sangre negra era la más despreciada y menos valorada.

El español ocupaba la cúspide de la pirámide, luego venían las diferentes mezclas: el mestizo era aquella persona nacida de la relación de un español con una “india”; más abajo en la pirámide estaba el castizo, fruto de un español con una mestiza. En la parte inferior se encontraba el zambo, nacido de la relación de un indio con una negra; el prieto, hijo de la relación de un negro con una zamba; y el mulato, fruto de la unión de un español con una negra.

Lo champurria en esta pirámide podría estar en el lugar del mestizo, hijo/a de español con mapuche, que a decir verdad, hoy sería de una mestiza/o chilena/o con hombre o mujer mapuche. Dado que vivimos en una sociedad colonial jerarquizada, el mestizo/a ocupa un lugar de mayor reconocimiento que un mapuche o un negro que todavía está en la parte inferior de la pirámide. La clasificación de la sangre fue parte del hecho colonial y hoy quedan residuos que de vez en vez afloran, porque unos tienen más derechos que los otros, como son los mestizos chilenos.

Existen en el lenguaje popular formas discursivas que desprecian profundamente al indio y se reproducen con mucha fuerza. Una vez, en una población en mi lugar de residencia, Temuco, escuché: “seré callampa, puta, pero no india”. Esta frase condensa el reflejo de la sociedad profundamente racista en la que vivimos.

Un segundo punto a destacar en esta obra es el lugar de enunciación de la autora, aunque siempre desdoblado o buscando “entre los pliegues”. A lo largo de todo el libro, Daniela evoca al río, ello no es menor porque este ser forma parte de su existencia mapuche, el río es “tuwun”, ‘pertenencia territorial’ y su küpalme ‘identidad familiar’. Ambos rasgos conforman la pertenencia a un pueblo o cultura, desde lo político-histórico y desde el derecho mapuche.

Catrileo, de Katxülewfu, ‘río cortado’, es el telón de fondo en la obra. En el pasado el apellido era un antiguo nombre mapuche, donde katxü sería el küga, el rasgo particular y lewfu con/el kümpem ‘espiritualidad de la naturaleza’. Estamos frente a una pertenencia totémica. Daniela, por el lado paterno, proviene del tótem de los ríos, del gen del río, del espíritu del río, porque el nombre mapuche es el vínculo de la persona con la espiritualidad de la naturaleza. El abuelo, el padre y Daniela son seres vinculados a la espiritualidad del río según la epistemología del nombre mapuche.

La espiritualidad no siempre es visible. Sin embargo, Daniela lo muestra hoja tras hoja, palabras tras palabras, mediante figuras del agua. Esto posibilita que el lector perciba una lectura sobre aguas movedizas. Desde la mirada del Azmapu, la filosofía mapuche, el vínculo del ser humano con la naturaleza y su espiritualidad es una certeza, da existencia y sentido.

Lo movedizo del agua no es incertidumbre, sino su condición. Los ríos se forman de muchos arroyos, los arroyos de las vertientes, de los deshielos, de los humedales. Las aguas de los ríos son siempre mezcla y más mezcla. El río es un ser vivo, con su gen ’ser’ y su newen ‘fuerza’, es capaz de limpiar las impurezas, sanar las enfermedades, refrescar los calores. El río es sanación y vida, pues en la medida que el agua corre, esta se vuelve transparente, clara y limpia.

La obra también crea un ambiente de ternura que se traspasa al lector cuando la autora evoca su crianza, el amor de su abuelo, de su padre, cuando la palabra “champurria” no tenía la carga negativa que después encontró con los grupos reproductores del sistema de casta colonial. Sin embargo, desde el Azmapu la mezcla no tiene repudio, lo que la tierra da es para vivir y estamos convocados a tomar de ella sin importar la mezcla. En cierto modo, qué sería del ser humano sin el cosmos y sin los mundos de las estrellas, qué sería del río sin mezclar las aguas de tantas vertientes, de las aves sin su plumaje multicolor y sin sus cantos polifónicos.

La emergencia de la lengua mapuche en la obra fluye de manera natural, el mapuzugun asoma y significa lo íntimo, el amor, la memoria, el valor a la vida, a la lucha; así las palabras chaw, ñawe, chachay, wallmapu, poyewün, y otras en la obra, dan fuerza a la memoria de la comunidad, del territorio, de la vida familiar. La lengua acompaña al lugar de enunciación de la autora y proyecta un mundo con más de una lengua. Cuando dice que la mezcla es algo contaminado, surge la necesidad de poner énfasis en la diversidad y en la alteridad, aquello que es porque lo otro no es así, necesitamos al otro para poder ser.

También la presencia del mapuzugun es el testimonio fiel de una existencia negada y violentada que en el texto reclama espacios y extensión de su uso. El silencio del idioma propio en la familia mapuche no es voluntario, es por obligación, por violencia y malos tratos. ¿Cuántos castigos recibieron las abuelas/os para negar su lengua?. La aparición del mapuzugun en la obra de poetas y escritores mapuche no es en vano, es un acto de justicia, de libertad de expresión, porque recuperar la lengua desplazada, subordinada, es recuperar el saber específico, la memoria, el futuro y el alma de un pueblo.

En la lengua mapuche hay formas respetuosas de nombrar aquello que se llama champurria. El epu mollfunche ‘persona de dos orígenes raciales’, epurume mogen, ‘la persona de dos formas de vida’, epurume kimun, ‘de dos tipos de saberes’; incorporan lo dual para significar aquello que viene del mundo no mapuche y que se junta con lo propio, entonces son dos orígenes, dos culturas, dos conocimientos. También existen otros modos no formales de nombrar sin menoscabar el ser, una metáfora común y lúdica es “agüita con harina”, se refiere a la mezcla de agua fresca con harina tostada, con la que se quita la sed y el hambre en los hogares campesinos; así en el campo al champurria le dicen agüita con harina.

En tercer lugar, Catrileo nos enseña que existe una sensibilidad champurria, un potencial creativo, manifestaciones artísticas y que, champurria es mucho más que una mezcla cultural biológica. Ello nos invita a reflexionar en relación a un conocimiento de lo champurria. Personalmente, creo que el valor de la cultura champurria no está en que esto sea un conocimiento superior y vanguardista respecto a los otros saberes o, al mapuche kimün, sino en su relación con lo demás, cómo este conocimiento champurria tiene efectos sobre la justicia social y sobre la naturaleza, y se adhiere a la reciprocidad con la naturaleza, con un proyecto de cambio de rumbo de la sociedad colonial y eurocéntrica.

Champurria puede ser utilitario o puede ser de reciprocidad, como lo pueden ser lo europeo o lo mapuche; en este modo de relación el tema de fondo no es biológico, un mapuche colonizado puede ser destructor de la naturaleza como un europeo o un asiático, porque el conocimiento no depende de la sangre o del mestizaje biológico, sino del proyecto político cultural y del paradigma filosófico. A fines del siglo XX hubo una teoría cultural: la cultura híbrida, de la que García Canclini fue uno de sus representantes.

Muchos acuñaron el término sin reparar en el hecho colonial de fondo, y en las jerarquías políticas culturales existentes. Así, una bandera de un país se puede volver multicolor con el flujo de los migrantes de todas partes del mundo y con ese símbolo mantener las condiciones de explotación de los hombres, mujeres, niñes y de la naturaleza.

Hoy cuando en el SXXI vivimos las consecuencias del modelo depredador del sistema capitalista, la crisis climática, el ecocidio y las violencias desbordan, sabemos que una cultura extractivista de los recursos naturales no convive con la cultura de reciprocidad con la naturaleza, son paradigmas diferentes.

El extractivista cosifica, no tiene la espiritualidad vinculada con la tierra, no protege el río, ni a los animales. No puede haber una cultura híbrida que destruye y protege al mismo tiempo, son dos prácticas humanas diametralmente opuestas, episteme distintos donde uno destruye al otro.

Los conocimientos se tienen que evaluar por sus efectos en la naturaleza y en la vida de todos; no por ser una buena idea o una moda, sino cómo estos tratan a la naturaleza y por su protección a los gen mapu ‘dueños de la naturaleza’, a los espíritus de la Madre Tierra. Por ello, es necesario desmarcar una posible confusión entre lo champurria con lo híbrido, lo champurria puede elegir un proyecto político u otro; lo híbrido, en un sistema capitalista, confunde para reproducir el mundo colonial y patriarcal.

Finalmente, llama la atención la función que cumple el fundamentalismo racial cuando necesitamos que participen otros, ojalá todos nos podamos sentir convocados a defender juntos la naturaleza y a los niños. El fundamentalismo no comparte esta propuesta y se propone reclutar un sujeto 100% puro, mapuche o no; sin pensar en el cambio de rumbo que debemos hacer para la defensa de todas las vidas, el itxofil mogen, donde se necesitan todes, no solo sujetos de un origen étnico.

Entonces el conocimiento champurria, como cualquier otra corriente de pensamiento de la época tiene un desafío mayor y esto es a qué proyecto de historia adhiere, al utilitarismo con la naturaleza o la reciprocidad con todas las vidas, físicas, existentes, no existentes, espirituales. Para salvar la vida de la tierra nos necesitamos todos, champurrias, mulatos, prietos, mapuche, katripache, compartiendo la filosofía de defensa de todas las vidas, la filosofía del Azmapu, del itxofill mogen. Daniela desde el lugar de enunciación en esta obra nos traspasa la fuerza del río, con sus “corrientes aguas puras y cristalinas” y con sus memorias, para defender las mezclas que sanan, refrescan y nos dan vida.

Ficha técnica:

Sutura de las aguas. Un viaje especulativo sobre la impureza.
Daniela Catrileo.
Publicado por Kikuyo Editorial

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