El libro de Cristóbal Durán consigue evidenciarnos que en el cine de Cronenberg todo es imagen, que en ellas se aloja lo que vemos y lo que no vemos, o que todavía no vemos o quizá no baste con ver. Y se pregunta si podemos “ver” con claridad lo que estamos viendo.
A David Cronenberg se le considera como parte del grupo denominado las 3C que reúne a realizadores como John Carpenter y Wes Craven, por sus temáticas relacionadas al cine de terror. Sin embargo, no es exacto calificar a Cronenberg solo como un maestro del cine de terror o ciencia ficción.
David Cronemberg es un género en sí mismo. Mezcla ciencia, tecnología, carne, psicoanálisis, mutaciones, degradación corporal, sobre todo muestra el cisma entre mente y cuerpo que es uno de sus temas obsesivos que, tomando diversas formas, grados y modulaciones según el tratamiento de imágenes o tramas, circundar el cine de Cronenberg. Algunos no han dudado en llamar su cine como “terror biológico”.
En lugar —dice el autor de este libro (Cristóbal Durán)— de lo sobrenatural o de una tecnología descarnada y mantenida a distancia, sus filmes “son conscientes de la existencia descarnada y mantenida de un organismo vivo”, y nunca desestima lo corpóreo. De hecho el miedo al cuerpo, en los términos de Cronenberg, no es directamente el miedo a la finitud o a la muerte, sino más bien, como ocurre con The Fly (La Mosca), al “otro dentro de mí…ya sea mi carne inconsciente o mis deseos que se expresan a través de mi carne”.
De su filmografía podríamos destacar algunas que dan cuenta de estas temáticas: Shivers (muestra cómo se llevan a cabo experimentos con parásitos para ser utilizados en trasplantes humanos); Videodrome (cuerpos invadidos); La mosca (mutación genética); Una vez en la vida (los gemelos mortalmente parecidos); El almuerzo desnudo (basado en la novela de William Burroughs, focalizado en las drogas); Crash (extraños placeres pervertidos entre el metal y el cuerpo) y Spider (trastornos psiquiátricos que se convierten en una continua amenaza), entre otras.
Eso es lo que podemos conocer a priori sobre este realizador. Sin embargo, un ensayo recientemente escrito por el doctor en filosofía, Cristóbal Durán Rojas, nos abre un mundo nuevo respecto a este cineasta. Y parte haciéndose preguntas sobre el cine: ¿qué hace el cine? ¿qué nos hace a quienes nos implicamos en él? Y ¿qué hacemos con él? Y nos plantea que el cine impone imágenes y suscita conceptos y construye signos sobre imágenes.
Para dar cuenta de ello decide escribir un libro sobre el cine de David Cronemberg pues este le suscita una constelación de ideas, una constelación que no será otra cosa que el esfuerzo de las imágenes por escapar del lenguaje. Identificar la relación entre ideas e imágenes en el cine de Cronemberg (insiste en que no se trata de comentar sus películas sino intentar pensar con su cine) pues el cine de Cronenberg es un ejercicio de experimentación en cómo las imágenes se conectan, se reúnen y divergen. Una ambición compleja que el autor consigue demostrar.
Inicia el autor este libro mencionándonos la pandemia del covid-19 que nos reveló la fragilidad de las relaciones entre organismos vivos. Para luego dar cuenta cómo el mundo real que habitamos en una “época de conexión” sellada por el incremento exponencial en el uso de las redes sociales se vino abajo obligándonos al confinamiento absoluto: una paradoja aparentemente sin sentido. Entonces, estar y coexistir entre imágenes se volvió algo rutinario e interesante: nos mostró hombres con mascarillas (enmascarados) manteniendo la distancia social, vacunaciones masivas, camas de hospital en crisis.
Imágenes heterogéneas donde se entremezclaban las cifras de contagio con la soledad de los habitantes encerrados, intentando superar el presente de la enfermedad pegados a Netflix, HBO o encargando delivery. Fueron todas imágenes que no dejan de acompañarnos, de torcerse con y en nosotros. Imágenes similares a un funcionamiento viral: pese a ser un cuerpo extraño, el virus parece acompañarnos desde siempre, haciéndonos ser lo que somos. De esta manera el autor va relacionando las enfermedades de los organismos vivos (el ecosistema viral-bacterial) con las imágenes.
Y cita a un autor que sí conoce: William Burroughs (que llevó al cine cronenbergiano) “La palabra engendra la imagen y la imagen es un virus”. Estamos atrapados entre imágenes y la imagen es un “virus devorador”. Nos alimentamos de imágenes porque ellas se están alimentado de nosotros. Se alimentan en y de nosotros pero crecen en otro lugar, que no es ni será el nuestro. De esa manera puede vincular el autor ambos conceptos desarrollados en su texto señalando: “Las imágenes virales son indisociablemente pandémicas, y de ello da cuenta de forma ejemplar el cine de Cronenberg”.
La imagen que Cronenberg propone con su cine —señala el autor—, construye al cuerpo como un territorio de exploración (cuerpos violentados, llevados al límite de sus posibilidades) que nunca está completamente terminado y que siempre es definido esencialmente por su potencia de transformación.
Su cine nunca deja de mencionar una fascinación por la carne; basta recordar ciertas escenas (imágenes) en que una cabeza humana explosiona frente al público (Scanners, en que expone una fisura entre lo biológico y lo físico, entre lo viviente y lo inerte; una fisura que demuestra que “somos rehenes del organismo que nos hospeda”) o ver el cuerpo del protagonista de la mosca cubriéndose de edemas, masas viscosas y pegajosas como larvas en descomposición (la condición humana del personaje es empujada a su límite, confundiéndose e intercambiándose con distintas formas de lo no-humano: insectos, máquinas, mutaciones, parásitos). Por algo se le llamó a Cronenberg el ”barón de la sangre” o “el director más venéreo del cine norteamericano”
El libro de Cristóbal Durán consigue evidenciarnos que en el cine de Cronenberg todo es imagen, que en ellas se aloja lo que vemos y lo que no vemos, o que todavía no vemos o quizá no baste con ver. Y se pregunta si podemos “ver” con claridad lo que estamos viendo. Y que sus películas se anticiparon a la pandemia, al sida, al coronavirus. Y nos sugiere que pensemos en cómo esas imágenes se hunden en nosotros, qué nos hacen, qué miradas nos proponen o cuáles nos imponen. Enfatiza que lo de Cronenberg no es el cine gore, y probablemente tampoco el cine de horror en un sentido tradicional.
El propio Cronenberg dice: “…el miedo a la muerte me perturba. Pienso que la muerte es la base de todo el horror. Para mí la muerte es… muy física…”
“Para mí el cine es muy táctil, no es solo visual, es sensual en muchos sentidos… tengo que hacer que la palabra se haga carne”.
“A través de toda mi obra se encuentra el tema de la transformación. Eso guarda relación con el tema de la identidad y de su fragilidad. Al inicio de estos dos filmes (se refiere a La mosca y La zona muerta), los héroes tienen la impresión de tener confianza en sí mismos, de saber lo que quieren. Hay en ellos arrogancia; creen que el futuro se va a desplegar tal como lo han previsto. Cada uno de nosotros tiene esta arrogancia. Es la base que nos permite saltar hacia el futuro. Pero cuando sobreviene lo imprevisto, el sentimiento de realidad se revela distinto a la realidad; hay caos y desastre. Nuestro sentido de la estabilidad vacila y también nuestra fe en ella. Ese proceso se encuentra en cada uno de mis filmes”.
Cristóbal Durán es doctor en Filosofía por la Universidad de Chile. Académico vinculado a áreas como la filosofía contemporánea, la estética y la teoría psicoanalítica. El presente libro merece la pena ser leído, tanto a los admiradores del cine cronenbergiano, como a aquellos que desean ver en el cine las imágenes que les permitan conocer la condición de ser humano.