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“Somos uno. Relatos de un chico transexual”: Viaje de principios CULTURA|OPINIÓN

“Somos uno. Relatos de un chico transexual”: Viaje de principios

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Gonzalo Schwenke
Por : Gonzalo Schwenke Profesor y crítico literario
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Este testimonio de Pascual André, sureño que participa de esta sociedad, sumamente devoto del evangelio y que comparte este viaje sobre la decisión de cambio de sexo/identidad; de mujer a hombre, tiene una noción de enseñanza social y constituye el derecho a la libertad y de vivir en paz.


“Somos uno. Relatos de un chico transexual” (Forja, 2023) de Pascual André (Valdivia, 1994), es la historia autobiográfica que cruza experiencia, modelos de crianza, conflictos, mensajes de autoayuda, y religión de una chica valdiviana que, desde temprana edad, se da cuenta que no encaja en el sexo otorgado por nacimiento.

Esta incomodidad la lleva en silencio por muchos años sin comprender lo que sucede. Junto con el cuerpo e imagen femenina tiene gustos asociados tradicionalmente a lo masculino como jugar a la pelota y el tipo de vestimenta. La narración afirma que: “Es raro, porque siempre he sentido esa voz en mi interior y siempre he querido ser como él, pero no cuadra con lo que soy” (44). Dicha emergencia de una segunda conciencia llamada Andrés aparece en momentos de crisis donde la apoya y le da consejos en los desafíos de aceptación identitaria y adaptación cultural.

Estas reflexiones sobre el “qué hacer” y “qué está sucediendo conmigo” son decidoras en la adultez, nunca en la etapa escolar en la que hay inquietudes propias; tampoco las percepciones procede de algo foráneo de la persona sino más bien, desde lo más íntimo del autor: “Andrés siempre fui yo, Andrea nunca existió, solo fue una máscara que biológicamente la naturaleza me había entregado, un cuerpo de mujer, cuando realmente mi mente y mi corazón era el de un hombre” (47), explica el volumen.

Así, el tono es de diario de vida o memoria personalista, y tiene un carácter ideológico atosigador en muchos pasajes, y que, a veces, tal presencia interfiere con el mismo protagonista. Es decir, tiene una visión positiva sobre los problemas emocionales como el divorcio parental, las relaciones sentimentales prohibidas de padres conservadores y aquellas preocupaciones en la adolescencia ocasiona que se refugie en Dios. Lo que causa que en algunas partes del libro directamente haga una prédica devota.

Uno de los puntos clave, se relata durante las jornadas de actividades dramáticas en la universidad, a ella le toca hacer de hombre en un hipotético casamiento. Esta simulación permite que aparezca la interrogante de “lo transexual”. En colaboración a su amigo más cercano y tras observar la película La chica danesa (2015), comienza a investigar por internet sobre esta situación y desde la novedad. De modo que descubrirá que existe una solución a este cuestionamiento y avanzará hacia el cambio de sexo siempre acompañado de la medicina.

El lugar de la comunidad es relevante para situar este tránsito, porque, por un lado, el autor señala que cuando vive en la urbe: “la gente te observa como juzgándote y te hace sentir que estás en el lugar ‘equivocado’” (35), pero cuando reside fuera de la misma la destaca “la amabilidad de las personas” (57), lo que me parece una idea no correspondida e incompleta, ya que la voz construye una atmósfera de miedo y de rechazos en el silencio en el que se ve imbuido.

Asimismo, en un lugar donde hay tantas iglesias como botillerías en la ciudad lacustre, los parroquianos que concurren a la congregación no aprueban al nuevo integrante: “luego de una conversación con alguien de mi iglesia, que insistentemente, me decía que mi transición no era de Dios” (84). Lo que da cuenta que la fe es sumamente particular y la ideología imperante suele ser opaca en las recepciones de distintas personalidades a lo señalado en el único libro que citan en las jornadas cristianas.

De los treinta y un capítulos presentes en 118 páginas, hay secciones donde responde a preguntas frecuentes en esta transición como: “cómo inicio este proceso”, “qué sistema de salud en Chile es mejor”, “cómo se lo cuento a los más cercanos”, “la presencia de un psicólogo y/o endocrinólogo”, entre otras. Lo que sin duda facilita comprender situaciones médicas y sociales que el común de la gente desconoce.

Algunas consideraciones de este testimonio son aquellas sobre los roles de género y de la cultura inserta en la educación patriarcal, pero que el autor no presenta argumento ni definición de lo que significa ser cada uno de lo que desea: “Decidí convertirme en un verdadero hombre (…) Quiero ser ese hombre que es un caballero y que, al saber lo que significa ser una mujer, pueda proteger a las que se encuentren en mi entorno” (68). Lo que me parece curioso, porque todos sabemos qué característica tiene un caballero, pero no existe en este momento una definición establecida y rígida de ser hombre y mujer en el siglo XXI.

Más allá de la afirmación caricaturesca “la dictadura gay” que repiten como mantra y que pone nerviosos a algunos líderes políticos de ultraderecha chilena, los recursos digitales, visuales y de lectura permiten que manifiesten otras realidades negadas en el siglo pasado. Por eso, este testimonio de vida de Pascual André, “Somos uno. El relato de un chico transexual”, sureño que participa de esta sociedad, sumamente devoto del evangelio y comparte este viaje sobre la decisión de cambio de sexo/identidad; de mujer a hombre, tiene una noción de enseñanza social y constituye el derecho a la libertad y de vivir en paz.

Ficha técnica:

Somos uno. El relato de un chico transexual
Pascual André
Editorial Forja, 2023
118 páginas.-

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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