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Narrar la crisis: “La lealtad de los caníbales” de Diego Trelles Paz CULTURA|OPINIÓN

Narrar la crisis: “La lealtad de los caníbales” de Diego Trelles Paz

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Luis Valenzuela Prado
Por : Luis Valenzuela Prado Académico de la Universidad Andrés Bello.
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En la novela, la esperanza es tenue y fugaz: “Pensar en el futuro sin fatalismo la reconfortó”. Sin embargo, esa posibilidad siempre se diluye o está puesta en tela de juicio: “¿Quién se anima a seguir esperando a que hagan algo? Aquí todo cuesta. La justicia cuesta. Esperar cuesta”.


“La lealtad de los caníbales” es la última novela del escritor peruano Diego Trelles Paz, que continúa la estela que desarrolla desde “El círculo de los escritores asesinos”, pasando por “Bioy” y “La procesión infinita”, al escenificar un marco que entrama historia, política, violencia y literatura.

Su última entrega configura una novela coral que busca encontrar, de manera constante, los recodos de la violencia y la crisis política en Perú para erigir una narración que, a la vez, problematiza la acción de narrar. El coro de voces desde el cual se entrama el relato recupera los trazos de “La colmena” de Camilo José Cela, dando un fondo a un Perú en constante crisis política que nos recuerda esa frase de “Conversación en la Catedral” de Mario Vargas Llosa, instalada en el imaginario latinoamericano: “¿En qué momento se jodió Perú?”.

La novela se sitúa, en gran parte de su desarrollo, en un bar céntrico de Lima. Desde ahí se proyectan voces y opiniones diversas, vidas y experiencias trágicas y traumáticas, que van dando espesor humano y narrativo al relato del espanto. Un relato que expone la experiencia del testigo del dueño del bar: “aquí lo he visto todo. Pregunte lo que quiera que ya lo vi”. Así, se enfatiza y se repite un cuestionamiento a la realidad política peruana: “No se pregunte nunca qué hizo la democracia por nosotros porque vaya a deprimirse. Sendero, los milicos, la dictadura, la democracia…, ¿cuál es la diferencia? Veinte años de guerra para que si siguen gobernando los mismos miserables que la empezaron”. Perú, dice uno de los personajes, es un país que sepulta incluso a los que aún no aparecen.

El Perú está jodido y podrido, es un país gonorrea, tanto que incluso se bosqueja una nostalgia por el “chino” Fujimori: “él solito había acabado con el terrorismo, hija, nos había salvado, ¿cómo podía estar preso, por favor? Prefería no hablar de política, pero rezaba para que en abril ganara la señorita Keiko”. Si gana Humala, Perú será una nueva Venezuela, dice uno de los personajes que votaría por Keiko. Se evidencia el miedo, la desolación y la violencia. El lector aprecia un presente que contiene una carga traumática del pasado, como la que figura un hijo de torturado con ansias de venganza. A la vez, los ecos del narcotráfico, como residuo colombiano, retorna en distintas formas, en este caso en Perú, lo cual da un marco a la escena en crisis del país.

La novela articula un cúmulo de voces, relatos y escenas que refuerzan la inestabilidad política del Perú. El registro de los temblores, a la vez, refuerza la inestabilidad del territorio peruano. Por su parte, Carmen, uno de los personajes de la novela, vive aterrada por las ratas que se toman la casa y la expulsan: “Las ratas, señor, líbrame de soñarlas”. Otras aristas son el secuestro de un menor y el plan policial para rescatarlo; y el remordimiento de un cura pedófilo.

Resulta interesante también heterogéneo paisaje de elementos de la alta y baja cultura, la literatura, por un lado, el cine, la música ―John Lennon, Black Sabatth, Whitney Houston, la Tigresa del Oriente, Miley Cyrus y un imitador de Juan Gabriel―, y el porno, por otro. En ese tránsito, surgen nuevos canales y medios que cuestionan y tensionan el lugar de la literatura, como internet, youtube, whatsapp, que enfatizan otras formas de tránsito del conocimiento y la información. Se hace referencia al movimiento Kloaka, fundado en Perú en 1982 por la poeta Mariela Dreyfus. De fondo siempre está latente la presencia de Sendero Luminoso.

Un asunto fundamental en “La lealtad de los caníbales”, para dar cuenta de la crisis, es la pregunta por la narración, tanto para la novela como para pensar nuestro presente. Hoy día la narración, en tanto oralidad experiencia y literatura, tiende a quedar en un segundo plano, por el exceso de información, las fake news, la saturación de imágenes y experiencias superficiales de las redes sociales. “¿Quién narra?”, se pregunta uno de los narradores, en el capítulo “El bar del chino Tito”: “Eso no tiene importancia. O de repente sí. Depende de ti. De cómo te gustaría que se contara el relato de lo ocurrido esa noche. Un problema considerable dado que esa noche no ocurrió nada. O de repente sí”. La duda es relevante en tiempos de falsas certezas. La duda permite cuestionar y preguntarse por el presente, o la narración, por pensar en una retórica de la imagen, como sucede en la novela: “Y eso es lo que necesitamos ahora para contar el relato. Es necesario creer, por ejemplo, que esta voz es una cámara. Un ojo que viaja y registra”.

El título de la novela remite al proyecto de Fernando Arrabal quien quiere escribir la gran novela peruana del bicentenario. Lo hace desde un piso narrativo que transita por el punk y la música popular, por el porno, por lo escatológico, por el cine, por el lugar de “negro académico” que tiene Arrabal. ¿Quiénes son los caníbales? Es una pregunta esencial para comprender el proyecto del personaje, pero también el de la novela y el de un país.

En la novela, la esperanza es tenue y fugaz: “Pensar en el futuro sin fatalismo la reconfortó”. Sin embargo, esa posibilidad siempre se diluye o está puesta en tela de juicio: “¿Quién se anima a seguir esperando a que hagan algo? Aquí todo cuesta. La justicia cuesta. Esperar cuesta. Respirar en esa basura que llaman Poder Judicial cuesta”. La pregunta por la crisis del presente evoca una lectura de los residuos del pasado que retornan y que, sin lugar a duda, permiten pensar lo que viene. En ese sentido, Diego Trelles Paz entrama una narrativa compleja, pero efectiva, con una amplia diversidad de personajes y voces. Una novela polifónica bien lograda y no desbordada, expuesta desde diversas posturas ideológicas que, de todos modos, sostienen un piso político, histórico y literario de la crisis. Trelles Paz logra pensar la literatura y la narración como un medio para pensar esa narrativa política de la crisis que se regenera una y otra vez.

Ficha técnica:

La lealtad de los caníbales
Diego Trelles Paz
Barcelona: Anagrama, 2024.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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