Publicidad
Un presente grotesco: espectros de Armando Discépolo CULTURA|OPINIÓN

Un presente grotesco: espectros de Armando Discépolo

Publicidad
Mauro Salazar Jaque
Por : Mauro Salazar Jaque Director ejecutivo Observatorio de Comunicación, Crítica y Sociedad (OBCS). Doctorado en Comunicación Universidad de la Frontera-Universidad Austral.
Ver Más

Lo grotesco se plasma en muchas escenas, perturbaciones sociales y debilidades humanas (dolor, miseria, egoísmo, crueldad, desconfianza, traición) que exudaban las rendijas del mito argentino. La oscilación entre pasado y presente fue la diaspórica y la lucha por sobrevivir en pasajes de la caída.


                                                                                   Alla mia buona amica, Flavia Costa

 

Grotesco, un término donde interactúa lo humano, lo vegetal y el animal. Grotta, la tragedia de Lugones. Para David Viñas (1977) fue la caricatura del naufragio liberal y la biopolítica de la situación migratoria en su contractualidad solitaria. El apartheid y la segregación étnica, como dramaticidad de las máscaras caídas en la obra de Armando Discépolo (años 20’ y 30’). Y es que, en obras como Babilonia y Stéfano, se descubre la europeización de la raza. Aquello que Beatriz Sarlo ha interpretado como los “pudores del yo” -en alusión a Sarmiento-Aquí el sujeto es reducido a la animalidad del “no lugar”. Tal fue el que padeció el inmigrante teatralizado en vicios, excesos portuarios, conventillos, sicilianos delictivos y multitudes venéreas. Un realismo atenazante que denuncia la “caída en lo inerte”, la enfermedad del sainete, y de quienes heredaron la desilusión estética. Todo se debe el teatro Italiano inspirado en Luiggi Pirandello (1867-1936).

Para exponer el decadentismo moral, Armando Discépolo (1887-1971) concita subjetividades hiperbólicas que aparecen desterritorializadas, rompiendo con formatos y moldes, exponiendo las perturbaciones visuales y existenciales. La fisonomía de los elencos destila sujetos suspensivos, fisurados, aunque de frenéticas “codicias”. Cuando todo es provisional, no hay ethos, salvo la sobrevivencia. En suma, contingentes nómades de italianos que padecen un dolor sin voz, empapados de angustias y asfixiados por la debacle identitaria de la inmigrazione. La base material del grotesco comprende un “tiempo discontinuo”. Entre ultramar, embarques, metáforas del trayecto oceánico y memorias plurilingüísticas. En suma, “todos son al mismo tiempo, verdugos y violadores” (Viñas, 1977, 12).

Lo grotesco se plasma en muchas escenas, perturbaciones sociales y debilidades humanas (dolor, miseria, egoísmo, crueldad, desconfianza, traición) que exudaban las rendijas del mito argentino. La oscilación entre pasado y presente fue la diaspórica y la lucha por sobrevivir en pasajes de la caída. Un archivo alterado que ayuda a comprender el desarraigo, y el extrañamiento del sujeto inercial, sin posibilidad de reforma moral. El drama se ilustra mediante el llanto, donde lo grotesco podría ser pensado como una mueca -triste- que define esencialmente el fracaso del inmigrante (de Miguel, de Stéfano, de Saverio en El organito, de don Anselmo, el protagonista de Muñeca, tan destacable por su fealdad como por su deseo de amar). La mueca puede ser concebida como una deformación de la sonrisa, y un pasaje hacia el llanto de una persona que abrazaba horizontes de progreso, afectos familia industriosas por alcanzar l’Amérique a partir del trabajo y un nuevo programa moral (aunque esto no sea válido para Saverio, el ―mendigo profesional). El proyecto liberal  argentino  prometía  imitar  el  ―sueño  americano; como el  dolce  far  niente  del  período alvearista, cuyo corolario fue la estrepitosa caída libre-cambiara del 1929. Por fin, su repercusión en Argentina puso fin a ese sueño, y el teatro del grotesco mostró esa sonrisa desfigurada cifrada en los años 20’ (Hipólito Irigoyen). La disgregación de la lengua nacional fue un problema frente al cosmopolitismo y reveló ausencia de dialogicidad, lexicalidad y fonemas.  No hay heroísmo, sino sacrilegio. La tragicidad se representa como miseria verbal y el lenguaje deja de ser donde el “otro” pasa a ser “opacidad y contratiempo”. “Oh yo no comprendo nunca a Usté” En suma, para Viñas el grotesco de Discépolo “es el lunfardo al nivel de lo conversado”, como vacilación elocutiva del lenguaje y ambigüedad de las significaciones – dislocación de la sintaxis. El vocablo desformado y la incontinencia expresiva. El hervidero de jergas atenta contra la esperada pureza  verbal de Lugones.

El pliegue de Viñas, esculpido en la edición anterior (1973), establece consideraciones fundamentales para la ubicación de Discépolo en su pasaje del sainete al grotesco. Señala temas que se entrecruzan en las obras y considera la evolución hacia el teatro de Discépolo, como personajes que padecen la transgresión espacial en la Argentina quebrada de 1930. Un paisaje de blasfemias, destrucción de tradiciones, que agredió todo horizonte burgués. La anulación de la categoría cosa, la destrucción del concepto de personalidad y la aniquilación del tiempo histórico. En el trabajo que David Viñas publicó inicialmente sobre la obra de Armando Discépolo, “Grotesco, inmigración y fracaso: Armando Discépolo” (1973), interroga la acentuación progresiva sobre un núcleo de ingredientes donde el migrante -despojado de palabra- evita abrir el suicidio como otra existencia abismal. Incluso, su perfeccionamiento estético reenvía a un rasgo estilístico elaborado longitudinalmente y entendido como recurrencia. Los grotescos discepoleanos, son personajes que se saben incomprendidos, solitarios, alienados, incomprendidos -de absoluta tragicidad– que padecen la imposibilidad de integrar una nueva tierra.  Personajes que se descubren extraños y condenados a la disimulación, a la arrogancia fútil, por la que merece profunda piedad. Tales descubrimientos llevan al personaje a una pérdida de topografía. En suma, la dimensión más sustantiva del ‘grotesco’ como ‘espacio teatral’, es que abunda en los conflictos de personalidad y muestra sobre la ambivalencia de ‘vivir’ y ‘verse vivir’. La hiperbolización de las descripciones donde llorar es reír en un mismo gesto. Piezas teatrales donde lo cómico -la risa repentina y eufórica- ante la humanidad desplomada y lo trágico se suceden. El grotesco apunta Jan Kott; “[donde] lo cómico no es sino lo trágico visto de espaldas”. El concepto de “oscilación” ayuda a definir el carácter movedizo de lo grotesco, o sea “oscilatorio” entre los dos polos de lo trágico y de lo cómico. Armando Discépolo describe una tragicidad colosal en la cual me siento absolutamente identificado. La tragicidad de la lengua llevó a la Argentina a  la pregunta, ¿Quiénes somos? Pensar el Estado fue masticar el desarraigo alienante. La lengua como indicio del destierro, lugar fronterizo de la no pertenencia. Semántica de las desposesiones, escisiones e imposibles regresos. Es el exilio infinito y el “tano alienado” como lo describe la dramaturgia y en todo momento está presente David Viñas. Verdadera tragedia latinoamericana contra el mito de las presidencias liberales y la racionalidad civilizatoria. La dispersión lingüística fue una verdadera tragedia idiomática para fundar el cuerpo identirario. Éxodo, diásporas, yuxtaposiciones y los sujetos sin posibilidad de enraizamiento. La imposible comunicación desde el recurso teatral e insondables interferencias lingüísticas dónde el sujeto no tiene lugar. La imposibilidad de estar en el mundo. Lengua herida, deshilachada, exiliada. Luego chorros, malevos, benditos prostíbulos, cabarets, malevos y las oleadas de hombres solos. A poco andar la organización de médicos higienistas salieron a barrer contra la amenaza tano/dialectal que asediaba sexualmente el cuerpo moral de la ciudad.

En el grotesco criollo se precipitan los sujetos del desarraigo cuyo único lugar de pertenencia fue la humillación descrita en la pluma de Roberto Arlt. Italianos atrapados en dialectos de la intraducción,   que   suelen   ser   caracterizados   por    movimientos grotescos (un poco hombres, un poco muñecos, un poco bestias con movimientos torpes o agotados).

Por fin, los hermanos Discépolo, desnudaron la condición humana. Pero Armando se desprendió a tiempo en los años 30’. Pese a su infinita inventividad, Enrique Santos terminó en los martirios de la Industria cultural. En los grises del Peronismo.

 

Mauro Salazar J. La Sapienza-Universidad de la Frontera.

 

Discépolo, A. (1924): “Babilonia”. En: “Teatro Argentino 1”, Alberdi, Pacheco y Discépolo. Ed. Red del Libro. Buenos Aires.  Febrero, 2005.

Genette, G. (1982). Palimpsestes. La littérature au second degré. Paris: Éditions du Seuil.

Viñas, D. (1973): “Grotesco, inmigración y fracaso: Armando Discépolo” . Ed. Corregidor. Buenos Aires.

 

STEFANO, un clásico de Armando Discépolo (youtube.com)

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias