Amanda se encarga de contarnos cómo todo en su vida debió ser lo más racional posible para no caer en el desborde de la imaginación, la creatividad, o “peor aún” en aquél sentir emocional/irracional que llevó a las mujeres a la locura, hace menos de un siglo atrás.
“Más de doscientas veinte mil personas con esquizofrenia [fueron] esterilizadas o asesinadas por la Alemania nazi, casi invisible para los libros de historia. Fue una operación calculada durante años para, presuntamente, erradicar la esquizofrenia”.
Amanda Marton, 2024.
¿Cuál es el problema ante la falta de una narrativa lineal o coherente?, ¿qué atemoriza a las personas que prefieren asesinar o erradicar, antes que comprender o vivir? La “locura”, siempre ha dado miedo al mundo racional, porque se sale de lo normado, de la rutina, de aquello que cotidianamente debería ocurrir, ¿pero en realidad existe la locura?
Es complejo imaginar cómo sería crecer con una madre que no sea la tuya; porque cambiar el pasado es imposible. Amanda Marton, reflexiona sobre su madre, que como todas tiene ciertas particularidades; que como varias, se ausentó durante un tiempo de su vida; que a veces siente que tiene más hijas de las que podemos ver en realidad; y que, como muchas madres, la ama con profundidad.
“No quería parecerme a ti”, de ediciones B, narra la vida de Amanda Marton de forma directa, fluida y con múltiples referentes que invitan a una comprensión sobre aquello que se entiende en el mundo actual como un trastorno mental grave. Para ello, aborda los diversos estigmas que hay en la población y que deben enfrentar las personas que tienen, no solo esquizofrenia, sino cualquier alteración o trastorno. Podemos verlo en los millones de memes que circulan por redes sociales explicando qué es la depresión, qué decir y qué no a una persona depresiva, por ejemplo. Y depresión, podemos padecer todos; esquizofrenia también.
Siempre podemos aludir a la falta de políticas públicas que aborden las enfermedades o trastornos de salud mental y que son fundamentales para la comprensión de lo que le pasa a la persona que está frente a mi; o, mejor aún, para comprender qué me pasa a mí mismo, como persona. Porque no solo el cuerpo físico se enferma o adopta condiciones incurables; la mente es igual y mucho más frágil de lo que pareciera ser.
Amanda Marton, profundiza en todas las posibles razones por la cual una persona podría ser esquizofrénica y aclara que solo un porcentaje lo es por genética, “puede ser desencadenada por un encuentro familiar abusivo y violento. Que el uso frecuente de drogas -desde la marihuana hasta la anfetamina- puede gatillarla. Que el duelo la puede activar. O el divorcio. O vivir en situación de pobreza. O una ruptura amorosa. O un episodio de violencia obstétrica. O la pérdida de empleo. O un proceso de migración. O el aislamiento social. O quedarse sin un hogar. O un abuso físico, sexual, emocional, laboral. O el estrés”, señala. Prácticamente, todo lo que se conoce en esa sociedad “normal” que siente miedo a todo lo que se sale de cierta norma imaginaria e inexistente, y entonces, ¿de dónde viene tanto estigma?
Ante ello, Amanda da fuerza al relato hablando desde diversas voces que conocen el trastorno, que tienen el diagnóstico; o bien, con sus familiares cercanos para que podamos ver y sentir lo que ellos han vivido, lográndolo con éxito. Porque, deja sumamente claro que si la familia y el entorno familiar es acogedor para una persona con esquizofrenia, podrá salir mucho más rápido de las crisis, podrá hacer un vida funcional y estará acompañada si es que en algún momento deja de tomar los medicamentos. Su gente sabrá qué hacer, cómo hacer y cómo ayudarle, y eso es fundamental.
“No quería parecerme a ti”, es un libro que invita a la empatía, para reforzar los vínculos y evidenciar las necesidades interpersonales en un mundo hiper-individualista, porque los problemas del otro; igual son nuestros problemas. Esto se aprecia en la investigación de Amanda, la que de seguro le tomó años realizar, donde va reflejando el contexto y aquello que la fue formando como persona, a lo que teme, a lo que sufre y, por supuesto, a sus alegrías.
“Uno, no mientas / Dos, ten cuidado con lo que dices / Tres, si escuchas algo fuera de lo normal, avísame”, le explica el padre de Amanda a ella, cuando aún era una niña con amigos imaginarios, “Mis tres mandamientos. No hay margen para una imaginación muy fértil si eres hija de una mujer con esquizofrenia”, porque sí, Amanda se encarga de contarnos cómo todo en su vida debió ser lo más racional posible para no caer en el desborde de la imaginación, la creatividad, o “peor aún” en aquél sentir emocional/irracional que llevó a las mujeres a la locura, hace menos de un siglo atrás; y cuya categoría aún debe existir en ciertas comunidades.