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Ricardo Enrique Carrasco Farfán
Por : Ricardo Enrique Carrasco Farfán Director del Instituto de Altos Estudios Audiovisuales de la Universidad de O'Higgins.
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La Plaza Italia, vacía pero cargada de significado, sigue siendo un espacio en disputa, una línea de frontera simbólica donde se enfrentan diferentes visiones de lo que Chile puede y debe ser. Así, la ciudad de Santiago, con nuevas y viejas fronteras, continúa siendo un reflejo de las desigualdades.


La segregación social y territorial es un fenómeno que se manifiesta de manera evidente en las grandes ciudades, y Santiago de Chile no es la excepción. Históricamente, la Plaza Italia ha sido considerada un hito simbólico y geográfico que marcaba la división entre las zonas de mayor y menor poder adquisitivo en la capital chilena. Sin embargo, en las últimas décadas, esta frontera se ha desplazado aproximadamente seis kilómetros hacia la cordillera, encontrando su nuevo punto de referencia en la intersección de Apoquindo con Tobalaba, con el Mercado Urbano Tobalaba (MUT) como símbolo de esta nueva delimitación socioeconómica.

La Plaza Italia: Historia de una frontera social

Plaza Italia, desde el siglo XX, fue reconocida como el límite entre el centro de la ciudad y el inicio del llamado “barrio alto”. A su alrededor, se encontraban barrios tradicionales de clase media-alta, y más hacia el norte y poniente, zonas populares de clase trabajadora. Esta división no solo era geográfica, sino también social, cultural y económica, reflejando la profunda desigualdad que ha caracterizado a la sociedad chilena. La frase “de Plaza Italia para abajo” denotaba una distinción clara: hacia el sur y poniente de la plaza se encontraba una ciudad distinta, con menor acceso a servicios, infraestructuras, y con una calidad de vida inferior.

A medida que Santiago se expandió, la frontera simbólica de la segregación se fue moviendo hacia el este, acercándose cada vez más a la cordillera. El barrio alto, compuesto por comunas como Providencia, Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea, comenzó a definir una nueva élite urbana, separada del resto de la ciudad no solo por su poder adquisitivo, sino también por un estilo de vida caracterizado por el acceso a bienes y servicios exclusivos. Esta transformación también estuvo acompañada por el desarrollo de infraestructuras urbanas que facilitaron la segregación, como autopistas urbanas, centros comerciales de lujo y áreas residenciales cerradas y vigiladas.

Hoy en día, el epicentro de esta frontera se ha desplazado hasta la intersección de Apoquindo con Tobalaba, donde se encuentra el Mercado Urbano Tobalaba (MUT). Este espacio comercial, caracterizado por un comercio alternativo, ecológico y moderno, se ha convertido en un nuevo símbolo de distinción. El MUT es un lugar que, al igual que Plaza Italia en su momento, marca un antes y un después en la ciudad: “del MUT para abajo” o “del MUT para arriba” son expresiones que encapsulan la nueva dinámica de segregación en Santiago.

El MUT no solo es un punto de referencia geográfico, sino también un espacio que representa las aspiraciones y el estilo de vida de la nueva clase alta chilena. Este mercado urbano ofrece una variedad de productos y servicios que se alinean con las tendencias globales de consumo consciente, como alimentos orgánicos, productos ecológicos y tiendas que promueven el comercio justo. Este tipo de comercio “alternativo” está dirigido a un público que no solo tiene el poder adquisitivo para acceder a estos bienes, sino que también busca distinguirse culturalmente a través de sus prácticas de consumo.

El surgimiento de espacios como el MUT es reflejo de un fenómeno más amplio de “gentrificación” y elitización de ciertos sectores de la ciudad, donde se desplaza a la población de menores recursos hacia áreas periféricas, mientras que las áreas céntricas y con mejor infraestructura son ocupadas por sectores de mayores ingresos. Este proceso intensifica la segregación social y territorial, consolidando barreras invisibles, pero profundamente sentidas, que dividen a la población santiaguina, es el caso de lo que ocurre en la Factoría Franklin en el barrio Franklin

El desplazamiento de la frontera socioeconómica desde Plaza Italia hacia el sector de Apoquindo y Tobalaba ilustra cómo la segregación territorial en Santiago no es estática, sino que se adapta y se transforma a medida que la ciudad y sus dinámicas sociales evolucionan. Este fenómeno no solo revela el poder de las élites urbanas para redefinir los espacios de la ciudad según sus necesidades y aspiraciones, sino que también pone en evidencia las profundas desigualdades que persisten en la sociedad chilena.

La nueva frontera marcada por el MUT es un ejemplo claro de cómo la segregación en Santiago se ha sofisticado, adoptando formas más sutiles, pero igualmente excluyentes. Este desplazamiento refleja una ciudad en la que las diferencias sociales son cada vez más marcadas y donde la geografía urbana se convierte en un espejo de las desigualdades estructurales que afectan a la población. Por lo tanto, entender estos desplazamientos territoriales es fundamental para abordar los desafíos de la cohesión social y la equidad en el desarrollo urbano de Santiago y otras grandes ciudades del mundo.

Territorio en disputa

El análisis del desplazamiento de la frontera socioeconómica en Santiago de Chile no estaría completo sin considerar el papel crucial que ha jugado la Plaza Italia como un territorio simbólicamente disputado. Durante el estallido social de 2019, este espacio se convirtió en el epicentro de las protestas y demandas populares que exigían cambios profundos en la sociedad chilena, incluyendo la redacción de una nueva constitución. La Plaza Italia, que durante décadas había sido vista como un límite entre dos Santiagos distintos, se transformó en un campo de batalla donde las fuerzas sociales buscaron redefinir el país.

Este territorio en disputa fue ganado temporalmente por los movimientos sociales, que lograron expulsar del lugar uno de sus símbolos más emblemáticos: la estatua del general Baquedano, una figura histórica asociada con la victoria militar en la Guerra del Pacífico, pero también con el establecimiento del orden oligárquico que consolidó las desigualdades en Chile. La remoción de la estatua en marzo de 2021, después de varios intentos fallidos por protegerla, fue una victoria simbólica para quienes luchaban por un cambio estructural en el país. Hoy en día, al pasar por la Plaza Italia, se observa un pedestal vacío, que se ha convertido en un poderoso recordatorio de esa lucha y de las demandas insatisfechas.

Este elemento simbólico de la Plaza Italia vacía se conecta directamente con el desplazamiento de la frontera socioeconómica hacia el MUT en Apoquindo con Tobalaba. Mientras el barrio alto sigue expandiéndose hacia la cordillera, dejando atrás un rastro de exclusión y segregación, la Plaza Italia permanece como un símbolo de resistencia y de la lucha por una sociedad más equitativa. Aunque el movimiento social no logró todos sus objetivos, incluyendo la promulgación de una nueva constitución, la imagen del pedestal vacío es un testimonio de que la lucha por redefinir el país sigue vigente.

En este contexto, el desplazamiento de la frontera hacia el MUT y la transformación de la Plaza Italia en un espacio de lucha subrayan las tensiones que existen entre las dinámicas de exclusión y las fuerzas que buscan democratizar la ciudad y la sociedad. La Plaza Italia, vacía pero cargada de significado, sigue siendo un espacio en disputa, una línea de frontera simbólica donde se enfrentan diferentes visiones de lo que Chile puede y debe ser. Así, la ciudad de Santiago, con sus nuevas y viejas fronteras, continúa siendo un reflejo de las desigualdades y conflictos que aún definen al país.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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