Publicidad
“Tiempos y Modos” de Nelly Richard: ética del acontecimiento y realismo vitalista CULTURA|OPINIÓN

“Tiempos y Modos” de Nelly Richard: ética del acontecimiento y realismo vitalista

Publicidad
Mauro Salazar Jaque
Por : Mauro Salazar Jaque Director ejecutivo Observatorio de Comunicación, Crítica y Sociedad (OBCS). Doctorado en Comunicación Universidad de la Frontera-Universidad Austral.
Ver Más

Por fin, las pulsiones de escritura no buscan establecer un oficialismo cultural sobre los sucesos que se activaron el 18 de octubre. No hay aquí una tentación soberana -frenesí- por una vocería oficial, que pretenda confiscar experiencias y emociones.


En “Tiempos y Modos. Política, crítica y estética” (Paidós, 2024), Nelly Richard abre una penetrante disputa por la significación del presente emplazando los mapas del realismo transicional, las cogniciones adaptativas (Concertación) y los cuerpos insurrectos del 2019. Las modulaciones de escritura implican modos enunciativos que, pese a las paradojas y disonancias del presente, emplazan acontecimientos que han puesto en cuestión el concepto mismo de historia.  La escritura richardiana abraza contaminaciones, expansiones metafóricas, despistes e intersticios, desde una concatenación de acontecimientos sin relatos (des-historizados) aludiendo a un tempo inhabitable, donde campea la disolución del tiempo histórico y la carnavalización de las lenguas.

Tras la disrupción de los torniquetes (18 de octubre), se agolparon multitudes que desplegaron performances, sin anudar ningún campo semántico (“realismo”) y desprovistas de todo horizonte de pertenencia emplazaron la “maquina mitológica” del milagro chileno. Pese a que la ensayista reconoce (y valora) las energías igualitarias de la revuelta (2019), circunda críticamente por modos de traducibilidad, articulación, o bien, alguna trama destinal de “lo político”. Por un “don de gracia”, en las últimas semanas desde una perspectiva institucional, hemos rememorado fugazmente –cual déjà vu– “escenas de desigualdad”, mediante la facticidad gestionada -aunque incómoda- que arrojó el Informe PNUD (2024).

Tiempos y  Modos, recusa una aspiración novelística y anarco-barroca en las escrituras de la revuelta que, cándidamente, habrían derivado en “extravagancias de la letra” favoreciendo  la arremetida conservadora del paradigma de la seguridad como un régimen soberano. Hay una pregunta en estado de latencia que atraviesa la contra-escritura de Richard, a saber, ¿cómo fue qué ingresamos en ese tiempo y cómo salimos de sus desarraigos? Tiempos y Modos cree en un “después” de la catástrofe y cultiva un “post-gramscismo semiótico” que abraza el arte de la espera -lo suspensivo- y la guerrilla de posiciones. Contra todo nihilismo post-político, el corpus argumental abraza el humanismo crítico, y su contraescritura forcejea en una zona gris, contra la precipitación de sucesos y procesos fragmentados –complexus– en su formación y devenires, articulando una textualidad sobresaltada, en el que intervienen ensamblajes bajo el sello de la crítica cultural: signos, operaciones y tramas bajo intersecciones entre texto y contexto. El plural-discordante de los “tiempos de revuelta” -apelando a la propia nomenclatura richardiana- es un parpadeo de momentos y oscilaciones dialectales que obligan a escrutar las narrativas mediáticas que han consumado estéticas sin porvenir.

Aquí cabe subrayar los “escenarios oscilantes”  que se combinan irregularmente con poéticas de la denuncia excedidas por alteraciones semánticas y roturas de sintaxis. En sus pulsiones de escritura, cultiva un interés declarado -desde la introducción del libro- por abrir un tercer espacio en disputa que nos interesa seguir, en su latencia estético-político, a saber, vaivenes barrocos y sociologías -concertacionistas- del malestar. Richard, nos advierte de sus distancias respecto a las escenografías “napoleónicasde la revuelta” (2019) y la “imagen-fetiche” de la ruptura definitiva (el “todo o la nada”), como así mismo, sus reservas ante las posiciones reaccionarias con los “imaginarios anti octubristas”, donde se distribuye la diada malestar/anomia. Con todo, las consignas del paroxismo nos llevan a las “temporalidades cerradas” de la calle neoliberal, donde la acumulación de “imágenes grotescas”  reparan permanentemente en las perversiones estéticas y los efectos de “confusión babélica”.

Tras la “revuelta del ahora”, se trataría de repensar los sedimentos de un tercer espacio desde -y contra- el “humanismo crítico” en un agrietamiento surcado de elaboraciones provisorias, que intentan ir más allá de la “facticidad neoliberal” –gobernabilidad, realismo y consumo– y los desvaríos anarco-esteticistas que hicieron de la calle (2019) un “desequilibrio de pasiones”. Con todo, cabe aclarar que la revuelta no surgió de un desencuentro de movimientos, minorías o colectivos, cuya materialidad se podría haber plasmado en articulaciones o vectores políticos. Si bien la “potencia afectiva” de la revuelta no surge ex nihilo, tampoco existía un “espacio político” que nos provea de “pistas de interpretación” frente al enunciando crítico-político que Nelly Richard imputa mediante la letra extravagante. La dislocación del año 2019 fue tan intensa que los nudos entre movimientos sociales, hegemonía e institucionalización, fueron inviables porque la propia revuelta estimuló formas de angustia existencial que fueron  diagramadas -mediática de la demonización- provocando una disyunción entre movilidad política y una ciudadanía ensimismada (fragmentada-aislada) que requiere una solvencia analítica que trascienda la “portentosa factualidad” de las corporaciones. La aporía de la revuelta fue la propia “furia iconoclasta” como creación igualitaria (un perse que cabría discutir) y un excedente de “potencia barroca” que activó espíritus atormentados y que no se podía gestionar por la Convención Constitucional, pues no existían las condiciones materiales para administrar la “rabia erotizada” que, abundó en cesarismos hegelianos, ahuyentando los “cuerpos de la reforma”. En suma, Tiempos y Modos nos recuerda que la política es vocación de poder y posibilidad de sentido, dónde la potencia destituyente y sus licencias poéticas fueron un abismo que no supo proveer ninguna dialogicidad institucional.

El paisaje paroxístico de octubre de 2019 (con el sufijo “ismo”, desprecio medial para estigmatizar a las multitudes -descarriadas- sin paradero) como potencia movilizadora –“revuelta nómada”- culminó en una institucionalidad dislocada tras el triunfo del rechazo a la nueva propuesta Constitucional (septiembre de 2022). Las intersecciones de un tiempo drómico (Virilio, 2006) pueden descifrar –no develar– las interacciones entre el fervor insurreccional, el realismo simple y posibles “zonas de pensamiento hegemónico”, explorando en preguntas de traducción imperfecta -evitando taxonomías- sujetas a efectos de contaminación. En suma, la ensayista ceñida al fonema insumiso, no busca establecer suturas de traducibilidad (hegemón), ni una curatoría sobre los acontecimientos del 2019, que aún mantienen sus efectos expresivos-testimoniales, sino más bien gestos de recomposición sin absorber “lo político” en el omnisciente hegemónico. El espacio para imputar los “fraseos prosódicos”, con el riesgo de des-historizar la temporalidad de las escrituras de la revuelta, viene a interrogar las licencias poéticas que Richard ha criticado para restituir un realismo reflexivo y la necesidad de descifrar la materialidad de los significantes inflacionarios. Amén de ello Tiempos y Modos interpela el “embelesamiento filosófico” -hervidero de dialectos- y participa de un vitalismo, contra el “tiempo del derrumbe” para disputar el sentido del presente y sus modos de producción. La reivindicación de lo “plural discordante” implica -para Richard- una hermenéutica de la mundanidad y comprende una crítica a la patriarcalización (Masculinidad de La Primera Línea) donde las violencias metabolizadas negarían las “fisuras de sentido” de lo popular, los conflictos de frontera entre “un adentro-afuera”, y de intersecciones de sentido, donde no migran identidades preconfiguradas apriorísticamente.

Octubre (sin el sufijo “ismo”) como un nodo obstruido de la dominante neoliberal fue el paroxismo de acontecimientos sin relatos –y críticas tanáticas- desde una multiplicidad de singularidades cuyo desborde trajo consigo “chispazos” que no alcanzaron a impulsar una  política afirmativa. Tal hendedura implica un realismo reflexivo, que mantendría en vilo una ética del acontecimiento, cuya interrogación no debería ser leída como una transgresión al tiempo intempestivo, magneto-erotizante,hipotecado a las disposiciones posesivas del neoliberalismo. Tiempos y Modos es un texto que abre un debate en la contemporaneidad y entiende que la revuelta marca un punto de ruptura con las semánticas de la renovación socialista -que han marcado el debate- y nos invita a otro tipo de comunicación política. En su economía argumental sanciona la anorexia imaginal del clivaje socialdemócrata e interroga la soberanía de visualidades y lenguas del cambio que migraron sin diccionarios cultivando “la zona festiva de los cuerpos”.

Por fin, las pulsiones de escritura no buscan establecer un oficialismo cultural sobre los sucesos que se activaron el 18 de octubre. No hay aquí una tentación soberana –frenesí- por una vocería oficial, que pretenda confiscar experiencias y emociones. Al parecer la tarea curatorial está en la agenda de un progresismo reaccionario que tiene alcances corporativos y quiere modular la última palabra.  Todo se fumigó en cinco años.

Grazie Nelly per questo bel testo scritturale. Perché “noi” soffriamo il tempo poliziesco, che non è più un orizzonte, ma quello che si sottrae a ogni comunione del ricordo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias